- viernes, 06 de diciembre de 2024
- Actualizado 11:00
Estuve el viernes pasado en El Sadar viendo a Osasuna ganar al Granada. ¿A quién si no vas a ver en El Sadar? Bueno, una vez vi un partido de La Real cuando le cerraron Anoeta y Osasuna le cedió el campo para jugar contra el Celta. Y a Bon Jovi, confieso, también vi. Hace mil años, hace tantos que aún iba al cole.
En El Sadar -qué maravilla de campo, por Dios bendito- siempre se ven cosas. El otro día, por ejemplo, vi lo bueno que es en directo el Chimy. Y lo buena gente que también es. Al final del partido cogió a un crío de la grada que lo llamaba, lo plantó en el césped, se quitó la pantaloneta, se la puso al enano que le servía de pantalón largo de los domingos, se le iluminó la cara al chaval como si le hubieran vestido con un hábito mágico, con una armadura que lo haría de aquí en adelante invencible, le dio un abrazo a su ídolo y volvió con sus familiares como si hubiera vuelto de la Luna.
Siempre se ven cosas. La primera vez que mi padre me llevó a conocer la luz, un poco a lo coronel Aureliano Buendía, cuando el suyo le llevó a conocer el hielo en Cien años de Soledad, la novela de García Márquez, fue en este estadio. Entramos a falta de un cuarto de hora para saber si me gustaba el asunto, me encaramó a las vallas que delimitaban los graderíos y vi el prodigio.
Ya no quise bajarme nunca. Jamás he vuelvo a sentir una intensidad tan alta como la que las cuatro torres de iluminación que apuntaban al césped me trasmitieron aquella tarde. Papá, quiero volver el domingo que viene. Y volvimos, esta vez sí, a ver el partido entero.
En El Sadar siempre ves cosas, aunque no las veas con los ojos. Ha trascendido un vídeo de una niña que va a conocer El Sadar, con su camiseta de Osasuna, de la mano de su padre, que es ciego.
Como hablan, como sonríen, como disfrutan, como ella se acurruca contra su padre, emocionada, como le va contando todo lo que va viendo, para que no se pierda detalle, para que lo vea todo con sus oídos. Mira papá, le coge la mano y le señala con el dedo, dibujándoselo en el aire, por donde suceden las cosas, por donde corre el Chimy, ay, el Chimy... la banda entera.
Míralo papá, por aquí galopa. Yo te lo voy a enseñar todo, no te preocupes, no vas a dejar de ver nada, aquí, en este campo donde todo es posible, en este campo donde miles de niños nos hemos hecho adultos, disfrutando del milagro que es ser de Osasuna, donde aún suceden prodigios como este, donde esta vez, es la hija la que convierte en un niño feliz a su padre, cogiéndole la mano y dibujándole con su dedo en el aire la vida para que pueda verla entera.
Siempre que me pongo la camiseta de Osasuna, allá donde esté, intento ser más educado, más amable, mejor persona, porque esta camiseta, siempre me acaba recordando que, a veces, el mundo sí que merece la pena ser salvado. Y eso todo.