• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

Martín sigue jugando con fuego

Por José Mª Esparza

Merecido triunfo de Osasuna, que buscó más y mejor la victoria. Se adelantó en la primera parte, pero replegó líneas después ante un Valladolid decepcionante y acabó con la vista en el reloj.

Hay que frotarse los ojos, y pellizcarse con cierto sonrojo, para  terminar pidiendo la hora en un partido tan diáfano ante un rival decepcionante. Si fuera de casa no reacciona Osasuna hasta la segunda parte hasta verse en desventaja en la primera, en El Sadar sucede lo contrario. Si marca en el primer tiempo, nadie duda que tratará de hacer buena la renta en el segundo. Así renunció al ‘goal-average’ ante el Alavés, y así jugó con fuego ante el Valladolid.

Los pucelanos vinieron a por el empate, eso quedó pronto claro, y a punto estuvieron de firmarlo en sendas jugadas desafortunadas de la contención rojilla en el minuto 41 de cada tiempo, especialmente en el segundo tras perder el balón Roberto Torres en el centro del campo y propiciar un contragolpe en el que Nauzet tampoco estuvo afortunado. El osasunismo se habría quedado con cara de tonto, y con toda la razón.

Dada la importancia de los tres puntos, Martín tiró de brega para encarrilar el partido. En su clásica defensa de cinco concedió recorrido de salida a los laterales (Pucko y J. Flaño), y buscó carácter en el centro del campo con Oier en la media punta, para enlazar con Urko Vera y Nino, que de nuevo gozó de la titularidad. El almeriense, efectivamente juega más solidario y, aunque falló una clara, encontró el premio de obtener los tres puntos para el equipo. Resultó el fruto de acogotar a los pucelanos con empuje, a base de cerrarlos en su área a la espera de contactar con la red de Kepa. La  insistencia funcionó. Tuvo recompensa, más por tozudez que por juego brillante. Lo malo es que todavía quedaba una hora de partido. Pronto avisó Juan Villar, apuntando al banderín de córner y marrar a puerta vacía, que no resulta práctico tentar al destino.

Pero Osasuna decidió jugar con su indeciso hado. El técnico de Campanas replegó velas. Quitó a Pucko, todavía inmerso en la crisis de identidad en que le sumió el agarrón de camiseta recordado esta semana. No se aclara de su demarcación y, por tanto, no sabe a qué jugar. Salió en su lugar Álex Berenguer a la caza de espacios al contragolpe. El extremo eléctrico conecta como nadie con la grada, que lamenta no verle abrir espacios desde el inicio. A cambio, retrasó a Oier. A pesar de ello, por si no había quedado claro el repliegue, Urko Vera dejó su puesto a Manuel Sánchez, que reforzó la contención de la medular. Tocaba defender con un declarado 5-4-1 que entregó el balón a los pucelanos, a falta de media hora de partido, de una eternidad. Menos mal que los discípulos de Miguel Ángel Portugal tampoco tuvieron muy claro qué hacer con él.

“Ellos no han acertado y nosotros sí. Esta es la segunda. Pura realidad", manifestó Martín Monreal tras su última galopada por banda celebrando el pitido final. Salió bien, pero reconoce que el desenlace pudo ser muy diferente, y ahí está el problema. Es una cuestión de ópticas. Cuesta menos matar el partido que dar alas y marcarle el camino a un rival tan desorientado, tanto que no sabía si jugar a combinar o a balonazos adelante. Se empeña Osasuna en buscar la victoria por el camino más sinuoso, más difícil. Aspira a ser grande con un corazón pequeño. Si el Valladolid engancha cualquiera de sus dos últimas opciones –la originada en la pérdida de balón de Torres y la del libre directo al borde del área-, la “pura realidad” del técnico rojillo habría sido cantar por novena vez las excelencias de sumar un punto en casa.

Finalmente, la victoria ante el Valladolid permite al osasunismo seguir agarrado a un sueño, claro que sí. Es lo mejor que puede decirse de una mañana con el mejor ambiente futbolístico, con quince mil espectadores en El Sadar, con Graderío Sur sin dar descanso a los pulmones un solo minuto, con las ilusiones a flor de piel, rompiendo la angustia en el suspiro del pitido final. Está claro que a Osasuna no le van las medias tintas. Lleva escrito en sus genes el paso del sufrimiento total a la alegría infinita, y vuelta. En ese sentido, hay que felicitar a Enrique Martín Monreal por saber moverse como nadie dentro de ese cúmulo de sensaciones.


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Martín sigue jugando con fuego