• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Victoria Lafora comenzó su carrera profesional en Diario 16 y participo como jefa de nacional en la salida de Telemadrid,

Épica

Por Victoria Lafora

Parece mentira que una palabra, cuyo significado describe relatos de héroes que los pueblos asimilan con sus orígenes y destino, vaya a influir en unas elecciones como las autonómicas catalanas.

Ni Artur Mas, ni sus compañeros de la lista de Junts pel si, son héroes, ni les mueve otro interés y ambición que el de perpetuarse en el poder o recuperarlo. De ahí que todas las cábalas, además de si proclamarán la independencia al día siguiente o en dieciocho meses, se centran en la pregunta de quien va a ser el próximo presidente de la Generalitat. Es tal la amalgama de intereses contrapuestos y de ideologías antagónicas de la lista ganadora (según todas las encuestas) que la verdadera batalla política, esa que consiste en quítate tu que me pongo yo, puede empezar también el mismo lunes.

Pero, sin embargo, esa candidatura trasversal, hecha de antiguos contrincantes, ha sabido vender la épica del si y ha llevado al pueblo catalán al entusiasmo colectivo por cambiar la historia. Siempre es más fácil vender el si que el no. Pero, además, hay que reconocer que lo han hecho muy bien. Mientras sus discursos crecían en ardor identitario, los constitucionalistas (por llamarlos de alguna manera) dispersaban sus mensajes cada uno por su lado e incluso se atizaban con la vista puesta en las elecciones generales de diciembre. Para Romeva y los suyos no había dificultad ni cortapisa que el pueblo catalán no fuera capaz de vencer en su camino hacia la gloria. Y, si surgía en el debate, se sorteaba. Por ejemplo, que la UE les excluía como nuevo Estado, pues ellos vendían que Europa sin Cataluña no iba a poder vivir y que serían reconocidos en un abrir y cerrar de ojos. Y así con todo.

Mientras, PP, PSOE, Ciudadanos y sobre todo el Gobierno de Mariano Rajoy que dejaron crecer las leyendas sin ofrecer ningún proyecto ilusionante común, se convertían en los heraldos de la catástrofe. Y esa actitud, si se cumplen las encuestas, parece que convence poco. Ha faltado, al margen de desmontar las fantasías de una independencia gratis, brazos tendidos, muestras de cariño y proyectos para hacer juntos.

Ahora la palabra la tienen los ciudadanos de Cataluña que mañana deberán decidir si Artur Mas, Romeva y Oriol Junqueras son los héroes que, según la épica de su discursos, van a conducir a la gente a un nuevo destino con las mínimas garantías de éxito.

Porque incluso a los héroes se les debe exigir el éxito en sus hazañas.


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