David Roberts, quien acuñó este término, advierte que los políticos han tenido siempre una relación muy peculiar con la verdad, pues de forma desvergonzada ocultan, exageran o mienten descaradamente sobre las cuestiones políticas, siendo cada vez más los políticos, independientemente de su afinidad ideológica o país de pertenencia, los que se incorporan a esta era de la política posverdad, sin que los medios de comunicación hayan sido capaces de frenar esta tendencia ni la ciudadanía haya sido capaz de castigarla electoralmente.
La ética es un sendero angosto y muy exigente que muy pocos políticos parecen dispuestos a recorrer. La política no puede reducirse a una aristocracia que espera las oportunidades, ya sean democráticas o alevosas, para obtener el poder que esperan con ávido deleite mientras la ciudadanía queda reducida a la condición de electores o militantes bien disciplinados.