Fray Pablo María de la Cruz Alonso Hidalgo, un joven de 21 años que había ofrecido su vida a Dios en medio de una larga enfermedad ha fallecido recientemente.
Apenas tres semanas antes, el 25 de junio, profesó sus votos solemnes como carmelita, acogido por la Orden del Carmen con una dispensa especial “in articulo mortis”, al encontrarse en situación terminal. Lo hizo en el convento de San Andrés de Salamanca, el mismo lugar donde vivió san Juan de la Cruz.
La noticia de su fallecimiento ha sido comunicada por la cuenta Universitarios Católicos en la red social X (antes Twitter), que ha compartido también varios de sus mensajes y fragmentos de la carta que fray Pablo María escribió al Papa Francisco poco antes de morir. En ella se presentaba con sencillez: «Soy fray Pablo María de la Cruz Alonso Hidalgo, carmelita. Tengo 21 años». Y relataba cómo, tras seis años luchando contra el sarcoma de Ewing, había llegado a comprender que «el centro de mi vida no es la enfermedad, sino Cristo».
«A estas alturas sólo me sale dar gracias a Dios por este regalo inmerecido y tan grande que me ha hecho nuestra Madre la Iglesia a través de la Orden del Carmen. El proyecto de vida no podía ser más fascinante», escribió en su carta al Papa. La profesión la realizó rodeado de sus hermanos carmelitas, consciente de que su tiempo se agotaba, pero sereno y agradecido.
El 21 de junio, tan solo unos días antes, fue admitido como novicio en la habitación 615 del Hospital Clínico Universitario de Salamanca, donde estaba ingresado. Allí pronunció su deseo de consagrarse a Dios: «Hola, amigos en el Señor. Es mi deseo consagrarme a Dios y vivir “en obsequio de Jesucristo”. Mi enfermedad va rápida. De Dios venimos y a Dios vamos. El Padre en su infinita misericordia me llamará pronto a estar con Él».
Fray Pablo María tenía muy claro lo que significaba morir en Cristo, y así quiso transmitirlo. «Lo que quería comunicar es lo increíblemente bonita que es la muerte en Cristo, que es algo que no da miedo, que es alucinante, y que es un tabú que yo creo que hay que romper», decía con naturalidad. Repetía que no se sentía solo en ese camino, que la Eucaristía había sido su compañía constante: «Jesús Eucaristía me ha acompañado todos los días, siendo Él el mejor paliativo y la mejor medicina a mis dolores».
Su espiritualidad, marcada por la cruz y la enfermedad, no fue obstáculo para vivir con alegría. «Hoy contemplo mi vida y puedo confesar que he sido y soy feliz», aseguraba. Había pedido morir en el convento del Carmen de Abajo, y los médicos, en sus últimos días, le dieron la noticia de que podría regresar allí. En ese lugar, rodeado de los suyos y a los pies de la Virgen del Carmen, entregó su vida con paz.
Fray Pablo María escribió que le gustaría que en su funeral se recordara esto: «El que quiera hablar conmigo lo tiene muy fácil, que se acerque a la Eucaristía, allí me tienen siempre en línea». En su despedida también dejó un mensaje directo a los jóvenes: «Que nunca es pronto para encontrarse con Dios, que es una de las mayores cosas que podemos hacer en nuestra vida. Que no nieguen a Dios de primeras, que si realmente tienen una inquietud, que realmente busquen. Quien busque, encuentra».
Su carta al Papa, cargada de fe y lucidez, está llena de intenciones. Ofrecía su vida por la conversión de los jóvenes, por la unidad de la Iglesia y por las familias de los enfermos. Se dirigía a Francisco con estas palabras: «Deseaba participar en la JMJ de Lisboa con Vd. y con tantos jóvenes de todo el mundo… Físicamente estoy sin fuerzas, pero la comunión de los santos me permitirá participar de otra manera más profunda».
Se encomendaba con especial cariño a la Virgen, a quien llamaba la “Virgen de la Primavera”, y pedía que «transforme los desiertos del dolor en jardines de consolación». También expresaba su amor por el Carmelo, «el Jardín de Dios, antesala del Cielo», y su deseo de permanecer unido a la Iglesia en la oración: «Que Jesús y María le acompañen en su ancianidad y en el anuncio del Evangelio. Rezo por Vd. Rece por mí».
A pesar de su juventud y del sufrimiento, fray Pablo María dejó un testimonio profundo de fe, esperanza y entrega. Como él mismo dijo: «Por el sufrimiento en la enfermedad me encontré con Dios, y por la muerte en la enfermedad me iré con Él. Y, por ello, le doy gracias».