• domingo, 01 de diciembre de 2024
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Opinión /

Vinicius, Chivite y las políticas del odio

Por Alfonso Ibáñez

Lo ocurrido en Valencia no es sino la punta de un iceberg social que comienza a aceptar que el odio es una actitud, una reacción perfectamente admisible en la que nuestros gobernantes llevan educándonos ya ocho años y especialmente estos cuatro últimos.

Sólo puedo calificar como tremendo y repugnante lo acaecido hace unos días en el partido de futbol entre el Valencia y el Real Madrid. En el minuto 72 un numeroso grupo de enajenados valencianistas deciden, con rostros desencajados, proferir un sinnúmero de insultos racistas contra el delantero Vinicius. Fue una acción tan tremenda como indignante y rechazable y no es de extrañar que hasta la propia embajada brasileña haya trasladado sus quejas y condena por dichos actos.

Pero… ¿ha sido realmente un acto racista? ¿somos los españoles racistas? Yo creo sinceramente que no,  que  los españoles en su inmensa mayoría no somos racistas. Nuestro País es un País del primer mundo, en el que sus ciudadanos aceptamos sin problema los diferentes orígenes y razas de todos sus habitantes. Que pueden existir brotes racistas puntuales es innegable, pero para nada se podría afirmar que dichos brotes sean un problema generalizado.

Yo más bien creo que lo ocurrido en Valencia responde más a un rechazable y condenable desahogo fruto del odio. Creo que más bien es consecuencia de una grave falta de educación en la aceptación de la pluralidad, sea esta política, social, religiosa, sexual… Porque llevamos cuatro años instalados en el odio que desde el gobierno de España, pasando por los diferentes gobiernos autonómicos y muy especialmente el navarro, se va sembrando sin pudor alguno y de una manera absolutamente irresponsable en la sociedad.

En el arco político español existen partidos políticos que viven principalmente del odio. Bildu, del odio a todo el que no piense como ellos, hasta el punto de jalear a los asesinos que salen de la cárcel para posteriormente ponerlos en las listas municipales donde cometieron sus asesinatos.

Podemos y sus infinitas divisiones y variables, que como la lucha de clases ya no tiene cabida en una sociedad liberal de clases medias, nos trae la lucha de los sexos. Todo el que no sea gay o trans o no compre el paquete completo LGTBI o piense en algo que no sea sexo, es juzgado, condenado y odiado públicamente . Si además eres hermano de Ayuso, te condenan a la vista de todo el mundo por un delito no cometido con una enorme pancarta en plena calle Goya, al más puro estilo de los juicios sumarísimos guerracivilistas.

ERC que es como Bildu pero en versión catalana y sin tantos muertos a sus espaldas aunque con el mismo índice de odio.

Y finalmente el PSOE, que es el “lavadero” de los odios de todos sus socios. Y este es el gran problema de la cuestión. Porque que existan partidos como Bildu, Podemos y Más Odios o ERC es desgraciadamente una realidad fruto de vivir en una sociedad libre. Pero esta sociedad basada en la libertad de los individuos que la componemos tendría que cuidar muy bien las líneas rojas que no se deben traspasar y una de ellas debería ser preservar la libertad, la dignidad y el derecho a la vida de todos los que la componen. Pero el PSOE, que tendría que ser uno de los grandes pilares de nuestra democracia en vez de condenar y perseguir el odio y a los que lo fomentan, ha decidido jugar el papel de “blanqueador” de todos los ejercicios de odio de nuestra sociedad.

Así, Chivite en Navarra y Sánchez en España han optado por apostar por los asesinos de ETA blanqueando sus asesinatos, torturas, años y años de terror y odio por puros cálculos electoralistas.

Chivite y Sánchez han apostado por favorecer a los agresores sexuales, depredadores de mujeres y niños reduciendo su condena a más de mil de ellos y sacándolos a la calle en un número ya superior al centenar con el consiguiente peligro que ello supone para mujeres y niños.

Y no perdamos de vista a estos niños, a los que Chivite en una repugnante promesa electoral y como si fuera un gran avance social, ya ha amenazado con aplicarles Skolae a todos. Tocamientos, masturbaciones en las aulas desde su más tierna infancia… Algo que en condiciones normales consideraríamos un asqueroso acto de pederastia y que la señora Chivite quiere legalizar aún a costa de cargarse la inocencia y los derechos de los más pequeños. ¿Y todo ello para qué? Pues sencillamente para imponer una ideología de género que, como ya he comentado anteriormente, no es si no una ideología basada en el motor del odio, el mismo odio que en su día generó la lucha de clases y que ahora ha sido sustituido por la lucha de la sexualidad en la que los más pequeños y adolescentes son sus primeras y tremendas víctimas.

Odio a aquellos que trabajan en defensa de la vida y en contra de la barbaridad del aborto, odio a aquellos padres y niños que optan libremente por una enseñanza diferenciada que no segregada, en boga en el resto del primer mundo y aquí perseguida y condenada por la ideología de género de Chivite y Remírez.

Y así podríamos seguir con la disforia de género, la imposición del euskera como elemento diferenciador y de exclusión, la  del pensamiento único…

Lo ocurrido en Valencia no es sino la punta de un iceberg social que comienza a aceptar que el odio es una actitud, una reacción perfectamente admisible en la que nuestros gobernantes llevan educándonos ya ocho años y especialmente estos cuatro últimos.

El domingo, sin odio pero con una gran firmeza, podremos decirle a Chivite que sus blanquemientos están llenos de manchas de rojo sangre y negras conciencias.

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