• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Sabatinas

Frágil

Por Fermín Mínguez

Me asombra la capacidad de reacción que tenemos, y me pone la piel de gallina escuchar retumbar ese “No tinc por”, pero he llegado a la conclusión de que yo sí tengo miedo, me siento frágil.

Flores y velas colocadas en las Ramblas en recuerdo de los fallecidos en el atentado del 17 de agosto. EFE
Flores y velas colocadas en las Ramblas en recuerdo de los fallecidos en el atentado del 17 de agosto. EFE

No ese miedo poético que leía a Risto Mejide a perder nuestra libertad, a que se modificara nuestro estilo de vida, no. Un miedo más básico, un miedo racional a salir volando por los aires porque a un tarado, o un amargado, o un hijo de mil perras decida que es la forma de transcender.

Miedo a que me pase eso precisamente porque no pienso renunciar a mi estilo de vida ni a los logros conseguidos por las generaciones anteriores que nos trajeron hasta aquí, ni a los logros futuros que intentaré conseguir para la generación de mi hija. Es otro miedo, a romperse, a ser frágil.

Leí también, que no era momento ese para ponerse en primera persona, hablar de las vivencias propias, y creo que tenía razón, pero uno no puede evitar acordarse de los primeros día del metro de Madrid post 11-M, ese silencio espeso, esas miradas, esa desconfianza o angustia o miedo que ha tardado años en sacudirse la ciudad, y me entra el miedo porque eso mismo pueda pasarle a mi florida y sonora Barcelona.

El mismo miedo que aparece detrás de todo el ruido producido por el atentado, por esa facilidad para cambiar el foco y dejar de ponerlo en los culpables para enfocarnos a los ojos unos a otros. Yo me sentí muy seguro, muy cuidado y muy protegido por los Mossos después del atentado. No sé si se puedo hacer mejor, que seguro que sí, pero no sé cómo.

Los problemas de comunicación, o colaboración o lo que fuera, tendrían que haberse tratado de forma más prudente y discreta entre las distintas fuerzas de seguridad, y presentar un informe concluyente a la ciudadanía. Esos rifirrafes entre unos y otros, deslizando culpas lo único que hacen, creo, es reforzar la postura del terrorista de que todo es posible.

Porque así, entre nosotros, agradeciendo que la CIA pueda informar de que la Rambla era un objetivo es algo que no parece difícil de adivinar. Si el modus operandi de esta gente es causar el máximo daño posible, al mayor número de nacionalidades y tener la mayor repercusión en medios, Las Ramblas es el objetivo ideal. Merito tendría destapar un atentado en un lugar insospechado, pero las Ramblas…

Ramón Trecet, en Twitter, preguntaba por las fuerzas y medidas programadas para un lugar turístico como las Ramblas en alerta 4. Lo cual me pareció una pregunta sensata, pero que no debe ser objeto de tertulias de corrillo, sino de una valoración de los hechos, y una decisión posterior. Porque ahora todos somos expertos en seguridad urbana y prevención terrorista.

Y mucho me temo que a los descerebrados y malas personas que convierten a críos de 18 años en terroristas, la política de país, las naciones y sus banderas se la traen al pairo. Nuestras fuerzas policiales, nuestros desencuentros, nuestra posición lingüística, nada, no les importa un carajo, y esa que era su mayor ventaja, ahora también es su mayor desventaja.

Twitter, del que cada vez soy más fan, aunque se me escape la forma de participar en esa vorágine de opinión, ese sube y baja de razón y absurdo, ha ardido primero en comentarios de apoyo, de esos que nos encantan en redes sociales, de fotos y hashtags que hacen que ya nos sintamos partícipes de algo, y luego en un azote a base de sátira, ironía y bastante mala leche. Y esto es nuevo. Porque hasta ahora parecía que había un temor a meterse con este tipo de terror, temor que no había para otros temas religiosos o políticos. Parecía que si opinabas en contra iban a ir a por ti. Y de repente hemos sido conscientes de que da igual que opines o no opines, que lo hagas público o no, que puede tocarte cualquier día por azar.

Porque un anormal decida coger una furgoneta y llevarte por delante, y ante eso me temo que poco hay que hacer. Y conscientes de eso hemos decidido perder el miedo, los que lo han perdido, o los que lo tenemos asumirlo y plantarnos. Y eso es una buena noticia, leía también hace tiempo, cuando el suicidio de Kurt Cobain (los sub-20 a la Wikipedia), que la única forma de superar un miedo era ponerse por encima de su amenaza. Y eso es exactamente lo que creo que ha hecho Twitter, ¿buscas terror?, te lo devuelvo. Todo lo que ha oscurecido parte de la prensa tradicional, entre titulares cruzados y debates partidistas lo ha reventado una red social devolviendo la moneda y dando una imagen de unidad frente al  horror que transmite que el intento de amedrentarnos ha sido un fracaso. Ahí es donde más claro se ha visto, nos enviaron un mensajero del terror y les hemos devuelto al hijo de la Tomasa.

Los canales están cambiando si no han cambiado ya, la voz de un pueblo ya no son las vías oficiales sino su propia expresión, para lo bueno y lo malo, lo racional y lo excesivo.

Y mientras nosotros a lo nuestro, a adaptarnos a la nueva realdad, a ese buscar refugio de forma inconsciente cuando estamos en un lugar público por si pasa algo como decía MJ.  Convivir con ese miedo que modifica pero no condiciona. O tempora o mores, que decían los romanos.

Más allá de posturas Coelhistas y fotos de buen rollo, tendremos que asumir cuál es nuestro rol en este tiempo. Leía también una frase de Bob Marley que decía que “si nos damos todos la mano, quién usará las pistolas”. Pues seguro que alguien Bob, seguro que alguien hay para romper la línea y liarse a balazos. No creo demasiado en estos planteamientos idílicos, pero sin embargo si compro la idea de la responsabilidad compartida. De estar pendiente de quien me rodea para evitar que los que buscan infelices para que se inmolen lo consigan con alguien de mi alrededor. Esto no garantiza nada, pero al menos actúo de forma proactiva, que los radicales, sean de la marca que sean, estén cada vez más solos.

Y cuando nos toque pagar más peajes en forma de muertos, que nos tocará no lo perdamos de vista, tener la garantía de que, como decía Lucía, estaremos rodeados de la mejor compañía posible. Si nos va a tocar morir en una de estas, al menos rodeados de quien merezca la pena, con la conciencia tranquila por haber intentado hacer algo por evitarlo y de tu mano. Como decía la canción de los Smiths, morir a tu lado sería un placer y un privilegio para mí.

Si me pasa algo, por favor, no culpen a nadie más que al que decide hacer esta salvajada, ni policías ni políticas de prevención. Y si hay algo que mejorar, mejórenlo.

Por mi parte no voy a cambiar planes, ni ideas de mejora. Con miedo, sí, pero buscando refugio en quien me quiere. Como una pared, de cristal de Murano, pero pared. Frágil.

Claro que sí Morrisey, hay una luz que no se apagará aunque vengan camiones de 10 toneladas.


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