• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Sabatinas

Cerrar y seguir

Por Fermín Mínguez

Es lo que hay que hacer, te dicen. Cerrar capítulos y seguir adelante, pero, ¿y si probamos a quedarnos y ventilar? Avanzar está sobrevalorado, créanme.

El pasado 10 de octubre fue el día mundial del Salud Mental, seguramente se dieron cuenta porque las redes sociales, las televisiones y los medios se llenaron con frases célebres, con gente famosa apoyando la causa y de fotos de influencers con cara de trascender, al borde de la levitación incluso. Ya saben de mi poca querencia a esto de los días con slogans, no porque sean malos, que va, me parece genial que causas olvidadas tengan visibilidad, sino porque creo que la colaboración puntual muchas veces enmascara la ausencia de compromiso. Hay quien confunde concienciación con flor de un día, y está muy bien jugar a los comprometidos un día, pero me temo que muchos de los problemas sociales que existen tienen más que ver con un tema de continuidad y no de presupuesto. O al menos no sólo sino también.

Con la Salud Mental pasa algo parecido. Llenamos redes con mensajes positivos, “tú puedes”, “no te rindas”, “tienes que seguir”, y demás. Muchas veces con unas imágenes horteras, de esas en las que se ve brillar el sol detrás de una nube negra, o de flores marchitas que vuelven a florecer y, lo que ya tendría que estar tipificado como delito, acompañadas de alguna frase de Paulo Coelho. También están esos mensajes de red social que empiezan con un “Sé que nadie leerá esto, pero…” y que te hacen sentir mal, o lo buscan, si no compartes la publicación porque no vas a ayudar a la gente que se encuentra mal, y acto seguido va una publicación en dirección contraria. También están los mensajes corporativos del palo “esta empresa está con la salud mental”, o “Cromados Jiménez no tolera nosequé porque es malo”, pero luego no revisan sus protocolos internos, que es donde realmente están los problemas. Es esta cultura de la validación social, y no de la demostración de hechos la que corrompe; eso tan conocido de decir lo que hago, pero hacer lo que digo.

Y en este maremoto de buenas intenciones flota siempre ese mensaje de que lo mejor es ir cerrando etapas y seguir adelante, cerrar la puerta de la última habitación de nuestra vida para pasar libres de cargas a la siguiente en la que, si nos va bien, podremos estar mucho tiempo y, si nos va mal, podremos cerrar de nueva la puerta y empezar, otra vez, en la siguiente. Somos una sociedad en la que nos gusta más ayudar a la gente a que avance que quedarnos a esperar por si lo que quieren, queremos, es quedarse, quedarnos. Igual es porque pararse significa reflexionar y ser conscientes de las miserias que tenemos y/o de lo miserables que pueden llegar a ser la gente que nos acompaña. Por eso creo que es mejor quedarse y ventilar. Si abrimos la puerta es para que salga gente, no para irnos nosotros.

Cuando se habla de Salud mental se tiende a imaginar patologías graves, algo como el grupo de terapia de Jack Nicholson en Alguien voló sobre el nido del cuco, qué también, pero  se obvia esa salud mental cotidiana que es la necesidad de estar en paz, esa que la provoca el día a día, que no llega a ser tan visible pero es paralizadora. En esa no pensamos porque muchas veces la generamos, y, que quieren que les diga, es mucho mejor ser salvador de meme y camiseta, que reconocerse como instigador o provocador.

Hay veces que la vida juega y te regala unos agujeros que es imposible volver a llenar, hay pérdidas irreparables, hay cumpleaños que duele mucho  no celebrar. Agujeros que te desestabilizan y cuesta recuperar el equilibrio, ¿les suena? Pero es parte del agridulce hecho de vivir. Duele y hay que saber cómo gestionarlo, esa diferencia entre el dolor (lo que te sucede fuera de tu control) y el sufrimiento (la forma en la que gestionas ese dolor), que dice mi terapeuta. Eso es un reto. Que algo nos vaya a doler siempre, que lo va a hacer, no implica que tengamos que sufrir siempre por ello, sé que suena difícil pero es así. Esto no implica que tengamos que cerrar y seguir, para nada. Quedarnos y ventilar puede ser una buena opción.

Cuando pensamos en duelos, inestabilidades mentales y fragilidades tendemos a imaginar que son consecuencia de grandes traumas, pero hay otros factores que pueden desestabilizar, y mucho, a los que no prestamos atención por ser cotidianos, y sobre los que tenemos control. Uno de ellos son los imbéciles, insulto y defino: imbéciles. Hemos hablado alguna vez de ellos, son esa gente a las que les ha ido bien en algún aspecto de su vida y se creen en la disposición de dictar doctrinas y ser tomados como ejemplo. Otra versión común del imbécil es la del que se queja por todo, porque la vida le trata mal pero no hace nada para remediarlo, y prefiere cargar a otros con sus mierdas que llevarlas personalmente. El imbécil suele ser una mezcla de egoísta y tonto del culo, y tiene mucho impacto en la estabilidad de los demás.

Que todos hemos sido imbéciles alguna vez, ojo, los lectores de las Sabatinas menos que el resto, pero alguna vez también, pero es que hay imbéciles militantes. Personas que en su vida real, la de puertas para dentro, son cobardes y están insatisfechos, y en su vida pública, bien porque tengan un cargo/responsabilidad, bien porque tengan que demostrar su validez delante de su grupo de iguales, (iba a poner amigos, pero les queda largo el término), se dedican a castigar , juzgar y hacer daño en pequeñas dosis con lo que tienen a su alcance. Aquí es dónde hay que actuar, y no cerrar y seguir. A veces hay que plantar cara, defender nuestro espacio y abrir para ventilar puertas y ventanas. Que mejor que los imbéciles salgan por la puerta, claro, pero que si alguno ha de salir por la ventana, pues tampoco pasa nada, oigan, a ver si del golpe espabilan.

La salud mental pasa por cuidarse y tratarse si es necesario, pero también pasa por señalar a los imbéciles, aislarlos y que les ría las gracias su puta madre. Si no, van a seguir creyendo que tienen capacidad para sobrevivir a pesar de los demás.

La otra cosa que ayuda es acompañar, y acompañar no es tan complicado como pensamos. Basta con hacer saber que estamos cerca, que podemos ayudar a abrir ventanas, y que tenemos tiempo para sentarnos a esperar, aunque haga frío por la corriente.

Leí una entrevista a Bob Dylan, ya saben que aquí somos muy de Bob, donde se lamentaba que durante mucho tiempo vivió apresurado, corriendo, y que esto no le dejó ser consciente de lo que era o de lo que estaba pasando . Totalmente a favor. Hay que pararse y tomar consciencia, ventilar y sacar de nuestra vida a aquello o aquellos que no suman y hacen daño, y plantar cara a las actitudes que perjudican, no vale solo con seguir.

“Estás tratando de hacer que las cosas sucedan en lugar de dejar que sucedan. ¿Me sigues?”, decía Bob para acabar la frase. ¿Le siguen?

Sean buenos pero, sobre todo, sean felices. Y conscientes. y con un puntito de mala leche, que los buenos ganan también enseñando el colmillo. Sonrío.
 


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