Comentaba con cercanos que estaba encantado de que el Día de Navarra cayese en sábado y coincidiera con mis colaboraciones porque iba a poder felicitar a los navarros.
Comentaba con cercanos que estaba encantado de que el Día de Navarra cayese en sábado y coincidiera con mis colaboraciones porque iba a poder felicitar a los navarros.
“Pero anda con ojo, que está la cosa tensa con el Día de Navarra”, me aconsejaron. Tócate los pies, navarros no pudiendo celebrar su navarrismo. Ay.
He de reconocer que soy poco amigo de guerras de banderas, que ya me han hecho daño y que facilitan ser encasillado antes que evaluado, lo cual exige trabajo y criterio mientras que lo primero solo exige opinión; y opinión, como boca, todos tenemos una. Pero una cosa es no entrar en el juego de la bronca y otra pasar por alto la falta de respeto a un pueblo y a una historia.
Pero yo he venido hoy a felicitar.
Felicidades navarros por haber mantenido siempre una postura común ante las cosas importantes de la vida. Como en la Gamazada de 1893, donde casi la mitad de la población total según las crónicas se posicionó en contra de la derogación de los Fueros, incluyendo niños claro, así que es mucho porcentaje a favor. Por encima de diferencias estaba la defensa común de lo navarro. Esto es emocionante. Y que el monumento más significativo de Navarra se levantara por sufragio popular y que no se inaugurase de forma oficial, también. Sólo este comportamiento ya merecería celebrarse siempre, las personas como motor y defensa.
Felicidades por tener un escudo desde principios del siglo XIII que recuerda lo que fuimos, un reino pequeño entre reinos grandes. Recuerdo que era lo único común entre la carpeta de uno de mis mejores amigos de la época de instituto y la mía. Éramos antagónicos en todo planteamiento político, pero en ambas carpetas había un escudo de Navarra. El suyo más medieval y el mío más moderno. Es más, en alguna de esas tardes de adolescencia en las que no bebíamos ni fumábamos llegamos a conformar el PIN, Partido Independiente Navarro, hartos de unos y de otros. Nuestro navarrismo era el refugio común, y lo ha sido para muchos durante muchos años. Y no es por incordiar, bueno sí que lo es, pero allá por 1.212 no creo que hubiera Ajurias Eneas ni Moncloas que opinasen sobre nuestros destinos, apunten opinadores, apunten.
He de reconocer que me pareció una buena idea retirar la laureada del escudo de Diputación, ya que la historia y dignidad del escudo por siglos es bastante mayor que la decisión puntual de un régimen con el que nada comparto. Y me parece de justicia que lo que se añade de forma impuesta, se retire por el propio paso de la historia. Y este esquema vale para el 39, para 2016 y para el siglo 37. Lo que se impone, será temporal, aunque me temo que esto ya lo saben algunos que van tirando globos sondas y deciden según la respuesta popular. Eso se llama cobardía. El escudo de los navarros es el escudo de Navarra, que parece una obviedad, pero hay quien necesita 40 días para darse cuenta, en fin. Si no se llega a armar revuelo nos colocan el ópalo, que es muy representativo de los navarros, sí, opálicos nacimos.
Felicidades por tener un patrón tan majico. Porque miren que era majo San Francisco Javier. Un joven acomodado, con la vida resuelta, con un castillo que ni un bajo con jardín de VPO oigan, y decide dejarlo todo convencido de que hay algo mejor, mayor, que le espera. Y este ejemplo sirve como definición de carácter, de tesón, de nobleza, bravura y fidelidad que canta el himno independientemente de creencias religiosas. ¿Creen ustedes que todos los peregrinos a Javier lo hacen por Fe?, espero no romperles el corazón al decirles que hay quien lo hace por tradición.
Acompañar a un padre por tradición, por recordar, porque lo ha hecho desde los 14 años hasta los 50 actuales, o para guardar la memoria de un primo al que siempre recordará cantando yendo a Javier. Es una tradición noble, que se fue abriendo paso con los años, que ha tenido épocas mejores y peores, y que será el propio paso de los años y la decisión de los navarros, los de Navarra, la que la mantenga o no. Hacer injerencias para ensombrecerla me parece una falta de respeto, una grosería y, no insulto, defino, una estupidez. Y no me vengan con la historia del laicismo social, que el día de San Ignacio hay una procesión laica en Azpeitia a la que van los mismo partidos, encabezados por el Lehendakari, que aquí le niegan el pan y la sal a Xavier, Angelico. Igual tiene que ver con que Ignacio era el jefe, el fundador, y ante los que mandan nos gusta fardar. O jugamos todos o pinchamos el balón, pero esto de decir digo o Diego según el lado de la muga es cutre. Mucho.
Así que espero que pasen un bonito día de Navarra, todos y cada uno de los navarros, como debe ser. Me encanta que reconozcan en la forma que sea mi navarrismo, “déjalo, es cabezón, no ves que es navarro”, y sonríes. O por la nobleza, o la franqueza, o porque invitamos a comer a todo el mundo y no los dejamos levantarse de la mesa hasta estar seguros de que han engordado al menos dos kilos. O porque para hacer patria vamos con chistorra de Ana Mari a la grada para ver partidos de rugby en Barcelona. Porque acogemos, porque somos brutos, porque tenemos ese ramalazo que igual nos da por levantar monumentos que por correr delante de toros a pecho descubierto, o por ganar cinco tours.
Por lo que quieran, pero que nadie nos diga nunca que no tenemos una identidad que celebrar y reconocer. Que nadie haga bandos de navarros, que Navarra no es patrimonio sino de los que la construimos cada día desde dónde estemos ejerciendo de navarros.
La estatua de los Fueros, como conocerán, está llena de simbología y referencias al momento y el objetivo con el que se levantó. En su base tiene cinco inscripciones (donde nos sentamos a esperar cuando quedamos allí), merece la pena pararse y leerlas. En euskera y en castellano. Hay una en euskera pero con tipografía íbera, curioso ¿no creen?, que dice "Nosotros los vascos, no tenemos más señor que Dios. Al extranjero le damos acogedora hospitalidad, pero no queremos soportar su yugo. Oídlo bien, hijos nuestros".
Por esa época dicen que Sabino estaba todavía terminando de coser la ikurriña, así que no se refiere al concepto político y de bandera de lo vasco. Y extranjero no tiene por qué ser el que viene de fuera, sino el que desde dentro quiere borrar las señas propias de identidad.
Como hijo que soy de Navarra lo he oído bien. ¿Ustedes?
Todo el mundo diciéndonos lo que tenemos que hacer. Cojones, ya. (Tenía que acabar a la navarra, claro)
Felicidades Navarra, que cumplas muchos más, tantos como desees cumplir.