- lunes, 09 de diciembre de 2024
- Actualizado 08:40
Entiéndanme, que no es que uno tenga una vida secreta con un armario lleno de muertos, pero el otro día, pensando en qué pasaría si me espiasen el móvil hay un par de chats de whatsapp que me preocuparían por su contenido y opiniones, y una aplicación de edición y montaje de fotos que me exigiría alguna explicación algo más larga de lo habitual. Eso sí, todo legal, oigan. Aquí está el quid de toda esta cuestión, que lo que uno hace sea legal, si es bueno, limpio, o más o menos agradable ya depende del juicio moral del otro, y ahí ya poco podemos hacer. Entraríamos de nuevo en un debate como el de los límites del humor, y eso da para una trilogía de Sabatinas por lo menos.
Hay una necesidad de saberlo todo que es dañina, ya me dirán ustedes qué interés tienen en saber lo que sus amigos, parejas, compañeros de trabajo o quien sea no les quiere contar. No hace falta que nos contemos todo, de verdad, esa transparencia social está sobrevalorada. Llámenme raro, pero cuando una pareja dice “es que nosotros nos contamos todo” me produce mucho vértigo, y, por qué no decirlo, cierto ardor de estómago, porque me las imagino compartiendo información innecesaria sobre granos, ciclos intestinales y cosas así. No procede, de verdad, hay cosas que mejor quedárselas dentro (sobre todo aquellas relacionadas con las cosas que salen de uno, hagan el favor).
Pero lo preocupante de esto, de contárselo todo, es que a veces nos confían algo que no queremos que se cuente y lo deberíamos guardar. La responsabilidad de la información está en tenerla, no en compartirla. En este país es complicado, sí, aquí tira más poder contar algo que saber y callar. Ese minuto de fama, de foco de atención del que cuenta algo de un tercero nos puede. Y nos castiga. Es más rentable burlarse de algo puntual de la vida de otro que trabajar para hacer algo decente con la ruina de vida propia. Por eso tiene tanto valor conseguir la información de otro, porque hablar de otros nos libera de hablar de nosotros mismos. Es más difícil conseguir algo de mérito propio que contar, porque cuesta esfuerzo, que decir algo malo, o no tanto, de alguien para llenar el hueco.
Fíjense si es así que si ponen en Google “SOFTWARE PEGASUS” la tercera, cuarta y quinta entrada son: descargar, cómo funciona y precio. También hay una entrañable que pone “descargar gratis”. Estafador y cutre, combinación perfecta. Seguro que se ha bajado un software gratuito y ahora tiene el móvil como Wuhan en la feria del pangolín.
Es decir, ha habido un estado de indignación general por el espionaje y lo siguiente que ha hecho la turba digna e indignada es lanzarse a buscar como puede espiar el teléfono del vecino. ¿Pero para qué quieren saber lo que tiene el otro? ¿Qué falta les hace? ¿Qué quieren descubrir? Dejen que la gente piense lo que le dé la gana, se comparta sus mierdas, (figuradas y literales), y preocúpense por su propia vida y lo que sí se comparte. Miren, si lo que quieren es convertirse en policías, opositen, pero esa labor de espionaje vecinal es horrible, es más, si al final su vecino es un delincuente y lo detienen, ustedes tienen pinta de ser los que salen en la tele como testigo diciendo “siempre saludaba”. Desde el cariño, centremos nuestra energía en ser mejores personas y no en intentar descubrir asesinos por las calles. Es más, diría que el mayor interés en espiar el móvil del vecino no es salvar al mundo del nuevo Thanos, sino más bien encontrar fotos en pelotas, cocido o haciendo el trenecito. Ustedes no, claro, ustedes quieren mejorar el orden mundial, pero la gente que no lee esta columna y lee otras, es terrible…
Otro día si quieren hablamos del revuelo oficial del espionaje a políticos, que es curioso también. Me hace mucha gracia esa sorpresa política por sentirse controlados. Que no digo que esté bien, pero si tienes un servicio de inteligencia que en su web explica el ciclo de Inteligencia como Dirección-> Obtención (de información)-> Elaboración-> Difusión y vuelta a la Dirección, no parece demasiado complicado saber de qué va la vaina, ¿no creen? Oigan, que a lo mejor pensaban que en el CNI lo que hace es reclutar inteligentes para que hagan sudokus difíciles o resuelvan el wordle como mucho a la segunda, y ahora se han llevado un mal rato sabiendo que hacen otras cosas.
Pero eso otro día si les parece, cuando nos cuenten más cosas, que seguramente no deberíamos saber, para distraernos de lo que no hacen bien. Igual es que tenemos los políticos que merecemos, sonrío, que hacen exactamente lo mismo que a muchos les gustaría hacer, enterarse de cosas que no deben y compartirlas para demostrar que hay alguien peor. Creo que era Houllebecq el que decía que “uno cobra conciencia de sí mismo en su relación con el prójimo; y por eso la relación con el prójimo es insoportable”, saber más del otro para hacerle daño no mejorará esa insoportabilidad, al revés, es como una droga que nos pedirá más. Es mucho mejor espiarse para dentro y ver qué tenemos que mejorar, pero para eso no hay software que lo haga, para eso hay que tener valentía y decisión, y cuesta más. Aunque prueben, igual si ponen en Google descargar valentía y decisión gratis… me temo que irá más por la autoayuda o quizás algún contenido que no deban guardar en su móvil… Sonrío.
Ojalá tengan alguna cosa que ocultar que les haga sonreír, ojalá alguien confíe en ustedes algo que si se lo robaran les pondría en problemas. Ojalá tengan una vida tan interesante que se la sople la vida de los demás. Ojalá la busquen, les está esperando seguro, y si no se la inventan. Y, por favor, recuerden que no hace falta que nos contemos todo.
Sean buenos, y sean felices. Y vivan su vida de forma que, cuando nos espíen, alucinen.