• sábado, 20 de abril de 2024
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Opinión / Sabatinas

La negra Ariel en la nueva versión de la Sirenita

Por Fermín Mínguez

Oigan, que Ariel es negra en la versión con personas que ha hecho Disney. Como lo oyen, negra. Tremendo, ¿no? Hacen una versión de una película de fantasía, basada en un cuento de fantasía y la protagoniza una sirena negra.

Supongo que lo habrán escuchado y, si no, les informo de que se ha generado un debate tremendo porque en la nueva versión de La Sirenita, Ariel, la prota, es negra. Que si no atiende al cuento original, que si qué va a pasar ahora con los que vieron La Sirenita original, que qué van a pensar los niños, que no responde a la realidad… a la realidad, es que tócate las narices. La realidad.

Vamos a ver. Estamos hablando de una historia en la que el personaje principal es un ser mitad humano, mitad pez, realidad la justa. De hecho lo suyo es que tuviera cara de salmonete, o de besugo, con unos ojos esparcidos por la cara y con una peste considerable. Si una trucha ya huele, imagínense que midiera más de metro y medio, ojo.

No contentos con esto, hay un príncipe que se enamora de ella y ella quiere renunciar a su voz, ojo que el barbo pelirrojo también canta, a cambio de tener piernas y poder estar juntos. Que aquí hay dos temas que pasamos por alto y son importantes.

Primero nos parece normal que un príncipe se enamore locamente de un jurel con melena de sesenta kilos. Que vale que igual la realeza y sus arrabales nos tienen acostumbrados a gustos raros y actividades extrañas, pero no me digan que si nos atenemos a principios de realidad al tipo este habría que internarlo ya. No quiero ni imaginar el rosario de relaciones y prácticas poco recomendables, o ilegales, que ha tenido que recorrer hasta llegar a enamorarse de un pez. ¿No creen? Porque uno no se levanta un día enamorado de su pareja y, de repente, al entrar en la pescadería se le sale el corazón por la boca, y siente mariposas en el estómago, (o larvas, que no sé cómo funciona esto), al ver a un bacalao enroscadito poniéndole ojitos, ¿no?, esto tiene que ser progresivo, un camino de decadencia desde el amor humano al amor marino.


Lo segundo es esa necesidad de que la pez cambie cola por piernas. Qué querrá… No, que es para andar. Pues si tanto te gusta la pescadilla cantante, (miren, como el Pescadilla, igual es rumbera), la metes en un acuario con ruedas y la vas paseando, y luego los dos al estanque del Palacio. Si te enamoras, pues te enamoras, nada de andar forzando cambios, al final no te enamoras del pez, sino de la mujer que será si renuncia. Nah, eso es trampa, ni romanticismo ni nada; lo del pez era un excusa. Le gusta la parte muchacha, no la parte cabracho.

Luego está lo del respeto a la versión original. Bueno, teniendo en cuenta que el cuento se escribió en Dinamarca en 1837, pues no sé yo si le quedaba otra opción que La Sirenita fuera blanca. Es más, diría que es blanca por el imaginario popular, que se imagina lo más frecuente que tiene alrededor. Si se hubiera escrito en otro lugar del mundo, seguro que estábamos hablando de otro perfil de Sirenita. De hecho igual les rompo el corazón si les digo que hay una versión japonesa donde la protagonista es rubia, con rasgos manga, y que va en topless, pero prudentemente tapada siempre por su larga melena. Rubia, japonesa y exhibicionista… me extraña que los puristas no hayan quemado Japón todavía. A quien se le ocurre hacer una Sirenita que parezca japonesa para Japón, y no danesa. Si es que nadie piensa ya en los niños…

Los niños, que si descartamos la parte de la fantasía y la histórica sólo nos queda la de que los niños no lo van a entender y esas cosas de pedagogos de bar que nos salen de vez en cuando. Esto al menos va a ser sencillo de responder: a los niños se la trae al pairo si la sirenita es negra, blanca, azul turquesa o marrón tierra de siena tostada. Si hacen un repaso de las películas infantiles se van a encontrar que hay elefantes orejudos que vuelan, bichos verdes, gatos raros, una familia de cerdos que viven en un pueblo con cuestas redondas y, ¿se creen que se van a cuestionar que una sardina con laca sea negra? Venga, por favor, seamos serios. Y que, además, esto se lo plantee una generación que creció con una gallina amarilla gigante que hablaba o un puercoespín rosa que sólo se vestía para dormir… por favor.

Los niños viven de la fantasía, no se pongan dignos ahora. Y es una bendición que así sea, que se mantenga esa percepción no sesgada. Los niños no son racistas, a ver si el problema está en los adultos…

La nueva generación es multicultural, multiétnica y todos los multis que les quieran poner. Una generación que tiene normalizado compartir espacios con niños de otra raza, (si, vale, etnia es más correcto, pero es mi columna, escriban una ustedes), sin ningún problema. A menos que algún adulto le diga algo sobre los negros de mierda, o los chinos de los cojones, o los moros de las narices, por ejemplo. Ahí el niño se tuerce, bueno, lo tuercen.

Que la Sirenita sea como le dé la gana, de hecho esa es la parte mágica de actuar, que alguien que no es quien se supone sea capaz de hacernos creer que es quien es. Ser actriz o actor creo que lo llaman.

Que los personajes evolucionen es lógico, y que se adapten a la realidad que vivimos, a los tiempos cambiantes, y quien no entienda esto del todo igual tiene un problema de adaptación, o de inseguridad, que pasa mucho, y le da miedo que las cosas cambien porque no se ve capaz de sobrevivir en otro escenario. Esos amargados y amargadores, del más vale malo conocido, del mar menor, ¿los conocen? Puede ser eso, o también algo más simple, que debajo de esa capa de justificación filosófica, lo que haya sea un racista de manual. Que también puede ser.

Cada cual elige las guerras en las que quiere entrar, up to you, pero intentar proponerse como un defensor de los valores éticos porque un personaje de dibujos animados ha pasado a la vida real siendo negra, es que, o tienen demasiado tiempo libre y no saben qué hacer con él, o tienen demasiado miedo a que la realidad les pase por encima y les deje fuera de juego.

Ustedes sabrán. pero  si ven a alguien con esta naftalina rancia en su discurso, por favor, háganle ver que así no va a ningún sitio. Que luego se vienen arriba y se hace bastante pesado soportarlos.

Y tengan cuidado al entrar a una pescadería, a ver si se van a enamorar, que a los atunes los carga el diablo…

Sean buenos pero, sobre todo, sean felices. La felicidad no tiene color, ni piel.
 


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