• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Sabatinas

Los (des) propósitos de año nuevo

Por Fermín Mínguez

Esta es la semana de los propósitos para el año nuevo, para hacer un listado de las proyecciones que tenemos sobre lo que queremos ser. Todos a largo, por supuesto, no vaya a ser que los pongamos cerca y nos toque cumplirlos.

Un niño lanza un farolillo con motivo del año nuevo como símbolo de un deseo para cumplir.
Un niño lanza un farolillo con motivo del año nuevo como símbolo de un deseo para cumplir.

Me llama mucho la atención esto de los objetivos de mejora a principio de año, casi tanto como los coleccionables de septiembre, pero de esos ya hablaremos, D.M., cuando toque, ahora propósitos de año nuevo.

Lo primero que me llama la atención es lo comunes que son. Entre gimnasios, idiomas, viajar y leer más se reparten casi la mitad de propósitos, y si sumamos el de adelgazar rozamos el 80%. ¿De verdad somos tan parecidos?, ¿o puede que los propósitos de cada año sean de todo menos personales? No diré eso de que son producto del marketing y la televisión, porque aquí los propósitos los pone cada uno, y si nos dejamos engañar o influir, la culpa es nuestra y no de terceros, tiene más pinta de ser producto del conformismo. O de la tradición, que no conviene confundir con la costumbre.

No me creo que todos necesitemos lo mismo y nos lo propongamos igual, me creo más que renunciar a lo mismo que renuncia todo el mundo es casi balsámico, algo así como el mal de muchos. Me comprometo a cuatro sandeces que me importan un bledo, renuncio a ellas a las primeras de cambio y tan contento. Luego a fin de año, ya si eso entro en la crisis de “otro año igual”, y a repetir ciclo. Y otro año lleno de oportunidades que se va.

No es que les quiera quitar la ilusión, pero ponerse un objetivo importante para cumplir en un año es un poco como hacerse el timo de la estampita a uno mismo. Miren, hay una teoría bastante popular que habla de que hacen falta diez mil horas, 10.000, para ser un experto en la mayoría de materias, es decir que si alguien decide ser experto en algo en 2019, tendría que dedicar algo más de 27 horas al día para conseguirlo, justico ¿no?

Si no quieren ser expertos sino algo más de andar por casa han de tener en cuenta que lo que se estima para manejar un idioma son unas 3.000 horas, esto es más fácil, sólo necesitarán 8 horas diarias fines de semanas incluidos. Los más positivos dicen que con 600 u 800 horas al año podría valer para manejarse en inglés, así que si sacan un par de horas todos los días, y todos es todos, no les irá ni tan mal. Supongo que me dirán que no hace falta que sea en un año, que basta con empezar y luego ir progresando en años venideros, claro que sí, por eso han avanzado tantísimo estos últimos años, claro, claro.

El problema es que confundimos propósito con objetivo y así no se puede. Por ejemplo, si el propósito es ir al gimnasio, no podemos pensar en unos abdominales perfilados como consecuencia inmediata si en la vida hemos hecho una flexión, porque después de 20 minutos sudando el primer día y no ver los abdominales de Aquaman, se compensa el trauma con un menú del Burger King y fin de partida. No, así no. Eso son despropósitos, no propósitos.

Los propósitos tienen que ser a corto, muy a corto plazo, y a fuerza de repetirlos conseguir objetivos ambiciosos. Paso corto y vista larga. Y tienen que ser motivadores, piensen que cada propósito que nos propongamos va a requerir de tiempo, y aunque parezca una tontería supina el tiempo es finito. Tenemos las horas que tenemos así que habrá que renunciar a algo para afrontar nuevos retos, ¿a qué renuncian? ¿Por qué apostamos este año?, ¿por la obligación o por la devoción? ¿Qué creen que les mantendrá conectados al objetivo? Pues seguramente aquello que les haga felices, eso que siguen queriendo ser cuando sean mayores ¿o es que ya han tocado techo y no tienen nada más que conseguir? Ser mayor no es un fin, es una comparativa, ser mayor de lo que se era antes, así que siempre se está en proceso de ser algo de mayor que nos guste. Buscar nuevos objetivos o mantener lo conseguido. Esa sí que es una buena decisión. Hemingway decía que el verdadero mérito estaba en ser mejor que nuestro yo anterior, totalmente de acuerdo.

Estoy convencido que los grandes objetivos se consiguen a base de pequeñas decisiones, constantes, decididas y conscientes, las tres. Decidir a latidos, pum, pum, a ritmo, sin parar. Ese va a ser mi propósito principal de este año, como en la canción de Extremoduro, Salir, que dice que “Para algunos, la vida es galopar por un camino empedrado de horas minutos y segundos. Yo, más humilde soy y sólo quiero que la ola que surge del último suspiro de un segundo me transporte mecido hasta el siguiente”. Cambio mecido por decidido, convencido de que en la decisión está la posibilidad de éxito, eso sí prometo intentar coger la ola buena, la que avance.

Cada decisión un latido, y a fuerza de latir construir lo que he decidido ser de mayor, que es algo bastante sencillo: feliz. De mayor quiero ser feliz, y eso va a costar un montón de decisiones, igual hasta alguna hora de gimnasio, quien sabe, pero todo sea por conseguirlo.

Habrá que usar todo lo que esté a nuestro alcance por poco que parezca para hacernos notar.

¿Se apuntan?


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Los (des) propósitos de año nuevo