- martes, 03 de diciembre de 2024
- Actualizado 12:49
Poco tardó en comenzar la reyerta digital, por un lado los taurinos y los antitaurinos, lo esperable, “asesino de animales”, “asesina tu madre”, “la tuya que tenía más cuernos que un miura”, “pena de picador encima tuyo”, “a ver si te cortan el rabo”, y así..
Pero la cosa se fue complicando, ya que entraron enseguida los opinadores políticos, derecha contra izquierda, “fascista con fascistas”, “libertad es lo que tiene”, y otra vez las madres para arriba y para abajo como si tuvieran culpa de algo.
Apareció una tercera derivada, gente de derechas a la que no le gustan los toros, y gente de izquierdas a los que sí, esto ya era el pino puente, “no mezcles cultura con política”, “cultura es la que te falta a ti, carnicero”, y, como podían esperar, “carnicera tu madre”.
Como guinda final estaban los supremacistas morales, esos de “gente como vosotros es la que se carga el mundo”. Estos están muy bien, porque no sabes qué critican y que no, pero están por encima del bien y del mal, parece que no van a entrar en discusión hasta que aparece el “efecto madre” y alguien les dice, “la que se cargó el mundo fue tu madre trayéndote”, y la superioridad moral se transforma en arrabalerismo radical y se ponen a insultar como arrieros.
También estaban los que pasaban por allí y, ya que estaban, comentaban cosas como que qué pintaba un argentino en la fiesta nacional, que se volviese a su país o que se quedase en este, luciendo sin pudor su corteza de luces.
A todo esto, quien publicó la foto estaba, como era de esperar, al margen de toda discusión
En medio de esta juerga de gente que piensa que el protagonista va a leer sus opiniones, aparecieron los tradicionales fustigadores del “tú antes molabas”, que me sorprenden siempre.
Voy a ponerme técnico, a ver si esto entra en la próxima EvAU: El tuantesmolabasismo es un movimiento cultural propio del siglo XXI que consiste en hacer saber a una persona a la que admirabas que dejas de hacerlo porque ha hecho algo que no te gusta. Es decir, puedes ser fan total de alguien pero, si no cumple tus expectativas, pasa al destierro total, lo escondes bajo la alfombra de tu corazón. Esto me alucina. Admiras a alguien no por lo que hace o por lo que es, sino por lo cómodo o incómodo que te hace sentir, es decir, no por lo que me entrega, sino por lo que espero que me entregue. Pistonudo. Lo importante es que sea de los míos. De esta forma se reduce el número de inputs incómodos, o que nos cuestionan, y se acaba rodeado sólo de aquello que cumple nuestras expectativas, que nos cae bien, que es de los nuestros, dejando lo artístico, lo bonito, en segundo lugar. Igual esta es la razón del éxito continuado e intemporal de José Manuel Soto, vayan ustedes a saber…
Parece que la palabra fan, abreviatura de fanático, que viene del latín, hacía referencia a los porteros que vigilaban los templos romanos, tiene sentido, para luego dar nombre a aquellos devotos que sólo iban a un templo, que sólo adoraban a una divinidad, cosa bastante rara en una cultura que tenía dioses a cascoporro, había una que protegía a ladrones e impostores, no les digo más, Laverna se llamaba.
Así que, pudiendo elegir entre tropecientos dioses, e ir cada día a uno, hubo quién decidió sólo atender a uno, y, cuando reduces el abanico de elección, aparece el radicalismo. Laverna, Laverna, ra, ra, ra / Laverna, Laverna, y nadie más. Y así.
Pues en estas escala de fans hay quien decide castigar con el látigo de su desprecio, (me encanta el drama de esta frase), a alguien que admiraba por algo que ha hecho y no le encaja, además con una dosis personal del tipo “no esperaba esto de ti”, como si se conocieran de algo. Esta confusión entre lo personal y lo profesional es patológica. Ese esperar que el otro sea como nos gustaría es tan infantil, tan injusto, que luego es doloroso. La diferencia entre lo que una persona es y lo que esperamos que sea es sólo problema nuestro, como bien plasma en sus viñetas @72kilos en su cuenta de instagram, muy recomendable. De Calamaro, del que saben que soy fan, espero que siga componiendo canciones que me gusten, últimamente nos estamos distanciando, sí, pero es que este señor compuso Paloma o Mi enfermedad, por ejemplo, razones suficientes para estarle agradecido siempre. Entiendo que su parte personal pueda gustar más o menos, pero eso, entiendo yo, es su problema y el de sus cercanos, y, si no podemos soportar lo que haga, que también pasa a veces, pues hasta aquí hemos llegado, pero eso de que “tú antes molabas”, es un absurdo. Lo que te gustó en su momento, te gustó, y si ha dejado de hacerlo tendrá más que ver con que tú has cambiado, ¿no creen? Si nuestros cambios dependen de lo que hagan otros, mal vamos.
Sin querer ser ejemplo de nada, tengo mucha música en casa, mucha, demasiada, tengo hasta un LP de Eddie Murphy, para que se hagan una idea, (alguien que dice quererme me lo regaló como si fuera oro, en fin), y, si me pongo a pensar, me caen mal la mitad de los artistas y muy mal otro 25%. Lo que sé de muchos de ellos es por lo que dicen en entrevistas que, la verdad, a veces es mejor no leer. Si sólo escuchase/leyese/mirase/probase producciones de gente que me cae bien, tendría dos discos y tres libros en casa, en bucle, y sería una pena. Escucho música de gente a la que considero imbéciles redomados porque considero que me aportan, por ejemplo. Y no les cuento lo que leo, claro.
La belleza es independiente, es decir, cuando algo es bonito, cuando nos gusta, trasciende a su creador. Piensen en las canciones que les gustan y seguro que hay alguna que no tienen ni idea de quién la ha compuesto, de algunas no sabemos ni la letra, fijense, y nos flipan, ¿o no? Si, esa de nanananá, lololo, lerele, sí, esa que le encanta. Por no hablar las que se reinterpretan libremente en otro idioma, (guibirawey, guibirawey, guibiraweynau). Esas melodías/relatos/obras/platos, lo que provocan, trascienden a que quien las compuso sea un tontolaba, (RAE de mi vida, incluyan tontolaba ya).
Que alguien nos deje de gustar no tiene que significar que nos deje de gustar todo lo que hizo, que dejemos de querer a alguien no tiene por qué implicar que lo quisimos y lo quisimos bien. Tampoco querer a alguien nos obliga a quererlo para siempre, ojo, o que nos hiciera bien en un momento nos genere una deuda eterna y tengamos que aguantarlo de por vida, eso es muy de bribón, sonrío. Si nos quedamos por obligación, acabaremos teniendo solo el disco de Juan Manuel Soto…
Hay que tener criterio. Si algo me gusta, pues me gusta, oigan, nada de guilty pleasures, me gusta y punto, y lidiaremos con ello. Y si algo me deja de gustar, pues ya está, sin dramas y sin justificaciones. Nada de “tu antes molabas”, es mejor un “pues mira, ahora ya no me molas”, tranquilo y sereno. A esto se le llama construirse, ir añadiendo y quitando cosas, personas o canciones a nuestra vida y evolucionar.
Es bueno escuchar a quien no nos gusta porque puede ser que los que estemos equivocados seamos nosotros, fíjense, y podríamos no darnos cuenta nunca.
Hay veces que no cuesta nada echar a alguien de nuestra vida o cambiar de opinión, y hay que aprovechar; y hay otras en las que, como dice Andrés, no se puede cambiar de corazón como de sonrisa sin perder la sonrisa. Muchas cosas van cambiando desde que conocemos a alguien.
Sean buenos, pero, sobre todo, sean felices. Y tengan una banda sonora de su vida, cante quien cante.
Sonrío.