• sábado, 20 de abril de 2024
  • Actualizado 08:13

Opinión / A mí no me líe

Hay que prohibir las fiestas de los barrios en Pamplona

Por Javier Ancín

Llegan no se sabe de dónde, lo llenan todo de política aberchandal durante un largo fin de semana y se largan hasta el año que viene sin dejar más rastro que su olor a meados.

Una de las casetas instaladas este pasado fin de semana en el barrio de Iturrama para las fiestas organizadas por la izquierda abertzale.

La semana pasada, serían las cinco de la tarde, estaba leyendo en la paz de Dios de mi despacho, que es la cocina, y un estruendo, como de volcán que no cesa reventando, se coló por la ventana. Asustado, dejé el libro sobre la mesa y me asomé al balcón por si se nos había abierto el Krakatoa en mitad del barrio y había que desalojar el piso a la carrera.

En el edificio de enfrente, varios vecinos repetían la operación "qué pasa-qué pasa" y miraban hacia el cielo, preocupados, como si nos fuera a caer encima una lluvia de magma y cenizas. Esa explosión que retumbaba en los recovecos de las calles solo podía anunciar una desgracia, como así era: daban comienzo las fiestas de Iturrama.

Pamplona, que es un barrio -Carabanchel en los mandriles o el Ensanche en Barcelona tienen más población que esta ciudad-, tendría que tener prohibidas estas farsas que solo alteran, hasta altas horas de la madrugada, la tranquilidad de los sufridos habitantes de la zona. Ya tenemos unas fiestas del barrio, se llaman Sanfermines, qué necesidad hay de tomar más calles de forma privada, en una operación anual de gentrificación tan chabacana como desagradable.

Llegan no se sabe de dónde, como paracaidistas tirados desde el cielo, porque esta gente durante el año no se le ve, plantan sus carpas plásticas y sus casetas de chapa chunga con grifos de cerveza, sus altavoces para rajar cristales con sus bajos atronando hasta casi el amanecer, lo llenan todo de política aberchandal durante un largo fin de semana, que están dando por saco desde días antes, y se largan hasta el año que viene sin dejar más rastro que su olor a meados.

La gentrificación que los aberchándales denuncian, cuando la practican ellos, no tiene nada de malo. El barrio deja de ser de la gente que ahí vive, que los mira de lejos, que lo tienen acotado para ellos, y pasa a ser de uso privado, el suyoak.

Pues a este tipo de akelarre, lejos de ponerle freno, el futuro alcalde del partido de la eta ha anunciado que a los organizadores les va a dar mucho más dinero. Miles y miles de euros para que puedan desembarcar en los barrios y no sólo dar por saco al personal que quiere dormir, sino también hacer la competencia desleal a la hostelería que cumple escrupulosamente una normativa y paga religiosamente unos impuestos.

Menudo negocio tienen montado, que al final es de lo que se trata: pasta, mucha pasta pública solo para ellos, para su privado y aberchándal bolsillo. No es que no produzcan riqueza para el barrio o para la ciudad, es que nos cuesta dinero público esta forma de financiarse que tienen los colectivos aberchándales para sus mierdas políticas particulares.

Dinero que podría ser destinado a sanidad pública, por ejemplo, que buena falta nos hace no desperdiciar ni un céntimo para combatir las listas de espera que nos están matando a la población de Navarra. Y eso es todo.


  • Los comentarios que falten el respeto y que no se ciñan al tema de la noticia, podrán ser eliminados.
  • Cada usuario será el único responsable de sus comentarios.
Hay que prohibir las fiestas de los barrios en Pamplona