Hay un bar en Pamplona que, a pesar de su nombre, no tiene nada que ver con el típico pub irlandés de cerveza negra y música celta. De vez en cuando, algún despistado con acento extranjero cruza la puerta esperando encontrarse con una taberna de estilo dublinés. Lo que encuentra, en cambio, es un acogedor local donde el aroma a tortilla de patata y croquetas caseras lo envuelve de inmediato.
Está muy cerca de otros establecimientos que hemos conocido en este apartado de comercio local en la capital navarra, como por ejemplo el Bar Txiki Jai o del pescatero Víctor Manuel en la calle Iturrama.
Detrás de la barra, siempre con una sonrisa, están Claudia Teresa Salazar Mamani, de 47 años, y sus hijas Lizzeth Gallardo Salazar, de 25, y Miriam Gallardo Salazar, de 22. Esta familia boliviana lleva 15 años al frente del negocio, que en junio celebrará su aniversario.
En 2010, Claudia se arriesgó y tomó el traspaso del bar, sin cambiarle el nombre. “El inicio fue duro, pero cada año hemos ido a más. Estamos muy contentas y con ganas de seguir”, expresa con entusiasmo.
La fidelidad de la clientela ha sido clave en este recorrido. “Nos tratan muy bien, tanto la madre como las hijas”, afirma un cliente habitual mientras apura su café. “Lo digo en serio, sin cachondeo. Aquí se está muy a gusto”. Muchos regresan día tras día, atraídos no solo por el trato familiar, sino también por la variedad de pinchos que se ofrecen desde primera hora de la mañana.
El éxito del desayuno tiene un claro protagonista: la tortilla de patata casera, especialmente la de jamón y queso, que es lo primero que se agota. “Este año su venta ha subido un montón”, señala Lizzeth sobre el bar Irish que está situado en la calle Serafín Olave 11 en el barrio de Iturrama en la capital navarra.
Además, triunfan la tortilla de vegetales, las croquetas de bacalao y jamón, la bola de pimiento, el pincho de huevo, jamón y queso, y las clásicas tostadas de jamón con queso y aceite. “A la gente le gusta porque las hacemos grandes, ideales para los trabajadores de oficinas y peluquerías de la zona”, añade Miriam.
El negocio, que no cierra al mediodía, abre de 8:00 a 23:00 horas, con un pequeño parón los sábados por la tarde y descanso los domingos. “Mi madre abre un poco antes de las ocho, porque ya hay gente esperando el primer café”, comenta Lizzeth. Claudia se encarga de la mañana, mientras que por la tarde son sus hijas quienes toman el relevo.
El camino hasta aquí no ha sido fácil. Claudia llegó a Pamplona en 2010, tras pasar un año y medio en Soria. “Vine a visitar a una amiga y me encantó la ciudad. El clima es mejor que en Soria y decidí quedarme”, cuenta.
Aunque no estaba en sus planes la hostelería, aprendió sobre la marcha y con esfuerzo ha conseguido consolidar el negocio. “Me arriesgué y he sobrevivido”, dice con una sonrisa.
Mientras atiende detrás de la barra, Miriam explica que la relación con los clientes va más allá de servir café y pinchos. “Nos encanta estar aquí, conocer a la gente, escuchar sus historias. Se nos han pasado estos 15 años volando”, reconoce.
Aunque el resto de la familia sigue en Bolivia, ellas han construido aquí su hogar. “Mi madre pudo viajar el año pasado a verlos dos semanas. Están felices allá, y nosotras estamos muy contentas aquí”, concluye.
