En pleno corazón de Mendigorría, en la calle de la Verdura número 12, el supermercado Proxim sigue al pie del cañón tras casi un siglo de historia. Su actual propietaria, Ana Belén Goñi, de 57 años, representa la tercera generación de una familia que ha dedicado su vida a este negocio.
Precisamente, Mendigorría ha celebrado recientemente las fiestas de Santa Apolonia, las pequeñas de la localidad. Las fiestas grandes las disfrutan a mediados de agosto con las vaquillas que dan sustos importantes.
"He estado aquí toda la vida porque me encanta este trabajo", confiesa Ana, recordando cómo de niña ayudaba a su abuela, Cristina Hermoso de Mendoza, quien fundó la tienda hace 90 años.
"Poníamos el azúcar en papel de medio kilo y vendíamos las pastillas sueltas de Starlux". Más tarde, su madre, María Soledad Beasoain de Paulorena, tomó el relevo y, hace 17 años, Ana se puso al frente del negocio.
"Mi abuela Cristina era una negocianta tremenda en aquellos años en los que no había medios ni nada", explica con admiración. "Le tocó vivir la Guerra Civil y ayudó a la gente del pueblo que no tenía nada. Seguramente perdería dinero y todo".
Hoy, el panorama es otro y los desafíos no han dejado de llegar. "En las tiendas de los pueblos no solo se vende, aquí hay que saber de todo. Con los supermercados grandes, nos han hecho una pupa tremenda y la clientela se ha reducido, sobre todo a gente mayor. Nos cuentan sus dolores, problemas con los médicos o incluso nos piden ayuda porque se les ha ido el Facebook".
Sobre si se puede vivir del negocio, Ana es sincera: "Justo justo. Me daría mucha pena cerrar la tienda porque fastidiaría a la gente mayor del pueblo. Damos un servicio por cariño. Metemos muchas horas y tendemos a desaparecer".
El futuro de la tienda es incierto. "Tengo dos hijas mayores que no quieren saber nada del negocio. Lo mismo me dice el del bar Sevilla y la chica de la panadería. Esto durará lo que dure yo".
A pesar de las dificultades, Ana mantiene su pasión. "Hemos sobrevivido con lo que tenemos. Contamos con más de 400 referencias. Este verano llené una estantería con productos sin gluten y las ventas se triplican con la gente del camping. Ahora toca aguantar los meses duros de invierno".
Sin embargo, "me considero una afortunada por poder trabajar en mi pueblo y venir andando desde casa es un lujo. Con lo que saque me conformo porque mi marido tiene un buen trabajo. Me gusta la tienda y cuidar a la gente del pueblo y de fuera".
Pero su labor va más allá de vender productos. "Si algún cliente está en apuros económicos, le apunto la cuenta. Además, creé un grupo de WhatsApp de mujeres solidarias en Mendigorría para ayudar puntualmente a familias necesitadas, que nos lo han agradecido mucho", concluye Ana Belén.