- domingo, 27 de abril de 2025
- Actualizado 12:54
Ando con la víscera revuelta estos días por una cosa y por otra y si es por soltarla, la víscera, yo también sé, es muy fácil, mira: los encerraría de por vida y tiraría la llave al Arga. O al río Al Revés, que es el río con el nombre más literario que conozco. En cualquier caso al Sadar nunca, que con mierda no se mancha ese nombre. Jamás.
Es bonito esto de la escritura, a veces lo que escribes se hace real, a su forma. Si el viernes pasado escribí que Jabois me había dado la luz para reseñar el Diario de Eduardo Laporte, el sábado, ese mismo sábado, por Madrid, en la puerta de un bar de madrugada, nos encontramos con el periodista Manuel Jabois.
A mí la censura me repugna. Por convicción teórica y por convicción práctica, más que nada porque me la quieren aplicar por aquí unos cuantos comentaristas/comentadores artículo va, artículo viene. Por ello, solo puedo sentir solidaridad con todos a los que les quieren censurar, sean del color que sean.
Contarán las crónicas que, corriendo el año del señor de 2018, azotada Pamplona por todos los males del nacionalismo vasco, el alcalde y obispo de esa euskocreencia de bandera inglesa pero con colores horteras, Asirón I de la mala rima, encontró un semicírculo de lienzo de los cimientos de un castillo en la plaza ídem y se puso estupendo.
Confieso que aún estoy boquiabierto tras ver cómo una jicha/jitxa del Peneuve viene desde Vizcaya a Pamplona a mearse en nuestras instituciones y la presidenta de Navarra, lejos de afearle el charco de orín que deja en casa ajena, se pone de parte de la meona a echarnos la bronca a los que flipamos.