• jueves, 18 de abril de 2024
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Opinión / Sabatinas

9 de cada 10

Por Fermín Mínguez

Es la frase validadora por excelencia, cuando se juntan nueve de cada diez lo que sea para aprobar algo es definitivo, porque tanta gente que piensa lo mismo no puede estar equivocada. ¿O sí?

Una mujer muestra su sonrisa.
"Ser disidente y cuestionador no es malo, al revés, es fuente de cambios y de propuestas innovadoras".

Me encantan los anuncios, todos, es como vivir en un mundo paralelo de felicidad y facilidad. He de decir que los de juguetes me gustan un poco menos porque pasan de la felicidad al mundo alucinógeno con frecuencia, y generan unas expectativas que después generan frustración. Por no hablar de que luego encima hay que acabar de montarlos y ponerles todas las pegatinas.

Mucho estamos tardando los padres en manifestarnos y hacer escraches a los que diseñan los juguetes, te cobran un pastón y encima luego te revientan a pegatinas diminutas que son imposibles de encajar correctamente y la casa de los sueños se acaba pareciendo a una nave de polígono. Así se empieza a caer el mito idealizado del padre, casas de juguetes: primer aviso.

Pero este no es el tema, disculpen, la historia es que cuando se quiere poner en valor un producto la mejor forma es decir que la mayoría lo valida, siempre entre ocho y nueve de cada diez, o, si no llegan, son tres de cada cuatro.

Sobre todo los productos dentales, oigan, que tienen una fijación en amontonarnos en grupo tremenda. Siempre están validando pastas, cepillos y enjuagues, que me los imagino yo en una asamblea semanal con un señor diciendo “votos a favor de la pasta tricolor”, y un teatro lleno de dentistas guapérrimos con el número de colegiación en la bata, como en los anuncios, levantando cartelicos con sí o no. Y hasta que no se consigue un producto con más del 75% de aprobación de aquí no sale ni el tato. Algo así como el recuento de Nevada pero con dentistas.

Supongo que estas encuestas estarán validadas por algún instituto encuestador reconocido, seguramente en Wisconsin, o en algún pueblo suizo, pero qué quieren que les diga, que los aproximadamente cuarenta mil, 40.000 ojo, dentistas de este país elijan en masa una pasta de dientes entre más de cien referencias existentes suena raro, ¿no creen? También me cuesta creer que los dentistas no compren de oferta, porque, séanme sinceros por favor, ¿Cuántos de ustedes compran siempre la misma pasta? ¿No le han sido infieles alguna vez tentados por esos packs con cepillo? ¿O en un 3x2 sexy? Pues eso.

Además no es lo mismo recomendar o confiar que elegir. Con la comida por ejemplo recomendamos hábitos saludables a nuestros hijos que en cuanto podemos nos pasamos por el forro. Es fácil recomendar un esfuerzo a un tercero que nosotros no estamos dispuestos a realizar. Es fácil generar mayorías de opinión pero no de ejecución, decir pero no hacer. Es fácil mentir, vamos, y convencer a otros de que hagan lo que yo no haría ni de globo, y si es validado por una mayoría convincente, mejor.

La historia nos ha enseñado, además, que lo de la razón de la mayoría tiene sus fisuras sobre todo si esas mayorías se construyen desde el miedo, llevar la contraria no ha sido casi nunca una decisión bien vista en sociedades / instituciones acostumbradas a no cuestionarse. No hace falta poner ejemplos sobre el nivel de aceptación de dictadores entre su población del tipo, nueve de cada diez rusos adoraban a Stalin y el otro se fue a Siberia, o nueve de cada diez nazis, o el mas moderno Kim Jong Un que es capaz de sacar que 17 de cada 10 coreanos adoran a su líder, y quieren seguir vivos.

No hay que irse tan lejos, no, si en una empresa preguntas de forma abierta sobre el equipo directivo, en una situación precaria como la actual, y si no ha potenciado el pensamiento crítico, o la crítica constructiva, entonces nueve de cada diez empleados estarán contentos, y el que no es el jefe al que le ha parecido mal auto ponerse medallas.

Ser disidente y cuestionador no es malo, al revés, es fuente de cambios y de propuestas innovadoras. Lo que es malo es ser un grosero y criticar por criticar, algún día hablaremos de estos inútiles que lo ven todo mal, pero aventurarse a probar es bueno. Aunque esto suponga que a veces elijas la pasta de dientes incorrecta y estés una semana con una pasta de sabor a mora y brillos por listo, pero equivocarse forma parte indispensable del proceso de aprendizaje. En el rebaño se vive bien, pero no se progresa y al final te acaban esquilando seguro y quizás metido en un horno.

Quiero reivindicar a ese dentista que resiste, a ese uno de diez que pasa de las pastas comerciales. Me lo imagino bajito, calvo y con un bigote enorme, atrincherado detrás de la camilla de dentista, tirando moldes dentales a los entrevistadores y gritando que se metan sus colgates por donde les quepa. No sé si será siempre el mismo que dice que no a todo, estaría bien que le pusieran nombre entonces: “Nueve de cada diez dentistas, menos José Carlos, recomiendan esta pasta”, “Todos, excepto José Carlos otra vez, se enjuagarían con este elixir”, “Oigan, que sepan que José Carlos es el único que dice que este cepillo no sirve ni para limpiar la cafetera”.

Tendríamos que reforzar la crítica y el pensamiento crítico, y reconocer que las mayorías lo que hacen es normalizar, no validar. Que todos llevemos mascarilla ahora por un tema de salud, lo normaliza, pero espero que ninguno estemos pensando en validar esto como algo definitivo. Pues lo mismo con el resto de lo que nos pasa en la vida, que puede que haya etapas en que lo que decidamos sea recomendable al máximo, pero que si no nos los cuestionamos hará que nos quedemos encallados en la posición / situación / relación / persona incorrecta. Ese diez por ciento de duda, lo llamaremos el factor José Carlos si les parece desde ahora, será el que nos permita avanzar, cuestionar nuestra situación y hacer mejorar a otros.

Al final la vida es cuestión de esfuerzo, al menos para nueve de cada diez, y pensar que sumarnos a una mayoría nos lo evitará es mentira, lo que hará será adormecernos y, queridas y queridos, adormecido se vive menos. Es una opción sí, pero peor.

La otra opción es vivir a ráfagas de intensidad y asumir, como decía Karen Blixen, que la cura para todo es siempre el agua salada: el sudor, las lágrimas o el mar. Absolutamente de acuerdo. De hecho, si quieren encontrar a José Carlos, seguramente esté en el malecón, mirando al mar.
 


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