Supongo que habrán visto la intervención de Greta en la Cumbre de Acción del Clima de la ONU, también supongo que cada cual tendrá su opinión sobre el mensaje, el tono y las formas, pero me preocupa mucho más el fondo. En el batiburrillo de notas que fui tomando en verano como ideas a desarrollar en las Sabatinas durante el otoño ya aparecía Greta. Estaba junto a otra nota sobre los incendios del Amazonas, luego añadí “fuegos en Canarias”, otra que decía “niña pakistaní Nobel de la Paz”, y dos frases. La primera es “El drama del mes, campañas en redes hasta el próximo drama”, y la segunda “No cerramos ninguno, y abrimos, y abrimos, y abrimos…” con esto se supone que tengo la estructura del artículo. Podríamos hacer una especie de Elige tu propia aventura, y que cada uno de ustedes cerrase el artículo con lo que le inspire, ¿juegan?
¿Se acuerdan de la campaña para proteger el Amazonas de los incendios que lo asolaban?, ¿se acuerdan de las stories de Instagram, las de Facebook, los tuits, la desesperación que sufrimos?, esas comparativas de si se estaba quemando una superficie como Extremadura entera (no sé por qué pero siempre que pasa una desgracia es siempre del tamaño de Extremadura, ¿se han fijado?), dando direcciones donde informarse y colaborar, indignados con la clase política que permite esto, con las empresas que se forran y lo promueven, preocupadísimos por los indígenas que se quedaban sin casa y, ojo peligro, exigiendo explicaciones a la gente que come carne, que ya nos vale, criminales. ¿Se acuerdan? Porque esto fue en agosto, el mes pasado, vamos.
De la niña-pakistaní-nobel-de-la-paz me da miedo preguntarles, ¿se acuerdan de la historia? Sí, queridos, sí, una chica de unos 14 años que defendía el derecho a la educación como el arma más efectiva para luchar contra el islamismo radical, se tienen que acordar, que se hizo viral con un lápiz en la mano, vamos, ¿les suena?, que le metieron cuatro tiros a bocajarro cuando iba al cole en autobús, ¿ahora sí?, y fue la más joven en obtener el Nobel de la Paz. Que con nuestro apoyo iba a conseguir la escolarización infantil, porque nos inspiraba y la respaldaríamos siempre frente a la opresión y la barbarie. Seguro que tienen alguna camiseta por casa, aunque como esto fue entre 2012 y 2014 igual ya la han hecho servir para trapos, revisen.
Ahora es Greta la que nos va a liderar en la lucha contra el cambio climático. Arden las redes sociales, llenas de hashtags, eslóganes, frases de ánimos, pancartas (que asco les estoy cogiendo a las pancartas) y mensajes llenos de orgullo “por lo que está consiguiendo”. Mención especial a la cara que le puso a Trump, gente encantada con un “chúpate esa Trump, que la niña te ha mirado mal”. Vamos a ver, que yo no es que les quiera romper el corazón, pero a un tipo que quería comprar Groenlandia y se picó cuando no pudo, que cree que si eres mexicano eres ladrón, violador o drogadicto, o que te manda a tu país por ser negro (¿Negrolandia?, ¿Blackland?) no tiene pinta de que le vaya a preocupar mucho el gesto torcido de Greta, ¿no creen? Otra cosa es que lo que nos guste de esto es que alguien se ha atrevido a hacer lo que a nosotros nos gustaría y no nos atrevemos. Pero eso es otra cosa, no va de méritos ajenos sino de deméritos propios. Por eso creemos en los héroes, para que consigan lo que nosotros no hacemos, y si fallan es culpa suya y buscamos el siguiente al que apoyar.
Me encanta que surjan perfiles que sacudan las conciencias, que nos posicionen frente a la necesidad de tomar decisiones, que nos despierten de la rutina del día a día. Me parece fantástico que si una cría de dieciséis años consigue canalizar la preocupación, la rabia y la toma de conciencia en algo tan crucial como la protección del medio ambiente, lo aprovechemos y demos un paso adelante de una vez por todas, pero no dejamos de ponernos en manos de una menor adolescente. Entre ustedes y yo, me parece un poco jeta.
Lo primero que pensé, como padre y pedagogo supongo, cuando vi la noticia de que llegaba a Nueva York hace unas semanas, fue la de días de clase que se estaba perdiendo esta chica. Luego cuando buceé un poco más en su biografía y vi que está diagnosticada de Asperger y mutismo selectivo me preocupó qué iba a pasar si después de encumbrarla como estamos haciendo luego desaparece de un día para otro, y como gestionaría esto su entorno. Nuestras vidas seguirán detrás de la siguiente pancarta, pero la de Greta seguirá sin apoyos y no será sencilla.
Ojalá sean verdad todos esos mensajes de “¡¡Vamos a la mani el viernes!!”, “Vivan los viernes verdes” y llenemos las calles. Ojalá sirva para que tomemos conciencia del riesgo real y cercano que supone el cambio climático. Ojalá Greta hasta los noventa años presionando y generando cambios en las políticas ambientales. Pero me temo que no.
Repasando protestas vitales lamento decirles que de aquella acampada juvenil no salió un compromiso de donación del 0’7% del PIB, ¿os acordáis, fue bonito, poetas de los 90?, que acabamos yendo a la guerra en el Golfo, que del 15-M lo que van a acabar saliendo son quince partidos diferentes a este ritmo, que el Amazonas sigue ardiendo (uno quince mil, sí, 15.000, focos activos este año), que el islamismo radical sigue negando la educación a millones de niños y que seguimos contaminando a un ritmo que el planeta no puede soportar. Así que si me permiten voy a reformular la pregunta de Greta, que tanto nos gustó que hiciera a los políticos, y nos la devuelvo: ¿Cómo nos atrevemos a delegar nuestras responsabilidades creando héroes temporales?, ¿cómo nos atrevemos a quejarnos de lo que no ponemos interés en solucionar? No se trata ya de arruinar infancias pasadas, sino de garantizar infancias futuras. Esto no va de nosotros, esto va de lo que queremos dejar a otros. How do we dare…?
Toda la suerte del mundo a Greta, pero sobre todo suerte a cada uno de ustedes cuándo decidan qué van a hacer, de manera continuada, para mejorar esta situación. La salvación nunca viene de fuera, me temo, no es cuestión de heroínas puntuales sino de heroicidades continuadas.
(Por cierto, la niña-pakistaní-nobel-de-la-paz se llama Malala Yousafzai y el año pasado volvió a su Pakistán natal a seguir con su cruzada, igual le viene bien un poco de ayuda otra vez)