• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / Sabatinas

Musgo

Por Fermín Mínguez

Ese es el mayor de los éxitos posibles, que quienes pasen por ti, por tu influencia, salgan mejor de lo que han llegado.

Unos cascos apoyados sobre una mesa. ARCHIVO
Unos cascos apoyados sobre una mesa. ARCHIVO

Esta semana una de mis bandas preferidas, Musgo, anunciaba que se separaba. Muchos de ustedes no les conocerán, pero, ¿es esa la medida del éxito? ¿el éxito es lo que te llevas o lo que dejas?

No es mi intención hacer una Sabatina que hable del valor intangible del éxito, tengo muy claro cómo se mide el éxito profesional como supongo que también ustedes, en número de ventas, crecimientos a doble dígito e impacto. La cuestión es que de un tiempo a esta parte está volviendo a ganar enteros esa cultura del pelotazo tan vinculada a la construcción en los 90 en este país. Estamos creando un entorno de pelotazo digital, con más arquitectos que albañiles digitales que dice Eduardo, donde, bajo un aluvión de términos extraños (churn rate, aceleradoras, bootstrapping y lo que quieran inventarse), se promueve generar valor de mercado, que no valor como tal, y así poder vender la idea. En lo musical pasa que van desapareciendo las grandes bandas o los cantantes con recorrido, porque tienen una propuesta personal, para dar paso a fenómenos musicales de temporada. No basta con hacer canciones, hay que hacer ruido.

Para valorar el éxito sería bueno ponerle apellido, como a las familias,  y si se consigue en varias de estas facetas o familias hablar de un éxito global o integral (los Coehlistas que me leen pueden llamarlo holístico si quieren…). El éxito comercial sería vender mucho, sin importar cómo, claro. El éxito social sería la cantidad de gente que te conoce, aunque fuera por hacer videos ridículos restregándose cosas por la cara. El éxito financiero podría ser ganar mucho dinero sin entrar demasiado en detalle en cómo o a costa de quien. Estos parecen claros, ¿no? Pero no suficiente a mi modo de entender.

Es necesario valorar otros tres tipos de éxito que puntuarían más, como la bola plus de los bingos, el éxito personal, que refleja cómo y por qué se han hecho las cosas, el éxito perdurable, que se medirá por lo estable que es en el tiempo cada propuesta, y, por último el éxito de impacto. Este es mi favorito. Este mediría el impacto que se ha tenido en terceros, si la gente que se ha acercado a nosotros y/o ha participado en nuestro proyecto ha salido mejor o peor de lo que estaba antes. Esa es a mi modo de ver la medida definitiva del éxito. Hacer mejores a otros, que a su vez pueden seguir haciendo mejores a otros, que a su vez… como si fuera una rueda de lo mejor, el efecto dominó de la bondad. Dicho así no lo compra ni el tato, así que para garantizar su éxito comercial lo llamaremos en inglés y con siglas, ¿les parece? Bienvenidos al G.R.E, the Goodness Ripple Effect (pronunciado yi-aar-ii, por supuesto, que se note que tenemos idiomas…)

Pues pensando en escribirles sobre el G.R.E. estaba cuando leí la noticia de la separación de Musgo, que no me he olvidado del comienzo, y pensé que era el ejemplo perfecto. Musgo me ha regalado tres de las canciones que me acompañan con frecuencia, y que alguna vez han cerrado las Sabatinas. Sí, con esa canción que va siempre al final y a la que generalmente no le hacen ustedes ni puñetero caso. Una es Electricidad, cuando eran Black Swans. La segunda es la preciosísima Mi última estructura, que pone música a un poema del inmenso Joan Margarit, y la tercera es Valente, que ha musicalizado muchos momentos estos dos últimos años.

Pero no solo ha sido esto, ojo que conseguir que alguien incorpore una canción tuya a su vida ya me parece una barbaridad, sino que han conseguido algunas cosas más. A mí me han permitido hacer cosas que nunca había hecho, y que seguramente hice mal por ser novato, sin cuestionarme. Pude dibujar Electricidad y verla proyectada en uno de sus conciertos, y la sensación de satisfacción pudo a la de vergüenza, sonrío. Y me dejaron jugar a presentar algunas letras, adaptando a Dylan, por ejemplo, que ya que vamos de rock stars no vamos a adaptar a cualquiera, claro. Esto, en términos G.R.E. puntúa mucho. Muchísimo. Porque he salido mejor persona, sintiéndome mejor, después de pasar por ellos.

Ese es el mayor de los éxitos posibles, que quienes pasen por ti, por tu influencia, salgan mejor de lo que han llegado. Dar la mano a quien no entiende e intentar explicarle, acompañar a quien esté cruzando de lado, dejar a la gente brillar. Hacer las cosas pensando en un bien mayor y a largo plazo. Hacer proyectos en los que se gane dinero, claro, pero con una idea de perdurar y de mejorar allí donde se implanten, no sólo en lo propio y cortoplacista. Hacer las cosas con honestidad, asumiendo el riesgo que esto tiene, sabiendo que el fracaso duele más, pero que quizás hayamos mejorado la vida de alguien que arrancará su propio G.R.E., ese efecto dominó de la bondad que puede ser semilla de un cambio global.

El largo plazo es necesario para que las cosas cambien, y hay veces que la necesidad de éxitos al corto no nos permiten verlo, por eso hay que agradecer cuando la vida te pone en el camino a gente honesta con intención de hacer las cosas bien pensando más allá del beneficio personal (que está muy bien, ojo). Agradecer la oportunidad y afrontar el reto, tirar la siguiente ficha del dominó de bondad para que se multiplique, ser la siguiente onda del ripple effect para que la siguiente sea más grande y llegue a más personas.

Gracias a todos los que hacéis de este un mundo mejor, los buenos ganan.

Gracias a todos los que buscáis el éxito profesional sin renunciar al personal. En términos de coaching motivacional cool: ¡¡Gracias al G.R.E. team!!, ¡¡sois grandes!!, ¡¡¡ vivan los “teamG.R.E.s'' (que no sea por intentarlo en todos los idiomas, igual tengo algún lector de generación Z…)

Gracias a todos los que creéis que perdurar es una forma de éxito.

Gracias a quienes dedican tiempo y esfuerzo a que quienes llegan a ellos, salgan mejor de lo que han venido.

Gracias a Musgo por ser honestos, por regalarme tres canciones, por hacerme mejor. Por ser ejemplo. A vuestra disposición para lo que queráis y cuando queráis, es lo que tiene trabajar el largo plazo, que los que nos quedamos nos quedamos para siempre.

Incluso ahora que sois como globos en el tejado. Sonrío.

La canción, que todos ustedes van a escuchar hoy, no podía ser otra. (Que también pueden escucharla en Spotify, claro).

"El largo plazo es necesario para que las cosas cambien; todo lo contrario de lo que ocurre hoy en día".


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