• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / Sabatinas

No aprendemos

Por Fermín Mínguez

Ninguno de nosotros. Repetimos patrones una y otra vez, y con ellos los errores. Buscamos culpables en lugar de soluciones. Igual es el momento de analizar los porqués en lugar de los cómos y los quiénes.

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"Igual es que estamos convencidos de que esto no nos va a pasar a nosotros, o no va a pasarnos otra vez, como pensaba la mayoría de la gente los meses antes de las grandes tragedias".

Es la batalla eterna entre fines y medios, que si los unos justifican los otros. Y el problema está en que poniendo la vista en esta discusión inútil desviamos la atención de los objetivos reales que nos mueven y de quiénes los proponen. Basta mirar a la historia para ver que siempre se ha cometido el exceso en aras de un valor que todos hemos comprado como superior. La libertad, el progreso, la seguridad, la bonanza económica, lo que quieran, y luego ha tocado corregir el rumbo, cuando hubiera sido más fácil plantearse si el objetivo era necesario.

Da igual el ejemplo que elijan. Siempre ha sido así. Y ahora tiene más delito porque tenemos más experiencia y más acceso a la información, y aun así seguimos repitiendo patrones.

No aprendemos.

Primero fue la explotación laboral y luego los derechos laborales.

Primero fue la contaminación y el plástico y luego los pactos mundiales ante el cambio climático.

Primero el exceso tecnológico, almacenando datos y metiendo cámaras y controles hasta en la cocina para luego abrir un debate ético y generar políticas de protección cuando la estructura ya está desbordada.

Tuvimos una guerra mundial que arrasó vidas y países y la única conclusión a la que nos llevó fue a otra guerra mundial más cruenta.

Vivimos una pandemia mundial que nos cambió la vida, mató a familiares y amigos, desbordó los recursos sanitarios y hemos sido incapaces de aprender y afrontarla de forma diferente. Ahora hablamos de segundas y terceras olas viéndolas venir como si no hubiéramos podido hacer nada.

Cambian los escenarios y las consecuencias, cambian los perfiles afectados pero no cambian las propuestas ni la capacidad de respuesta ante los problemas.

Igual hay que fijarse en lo que no cambia como solución a lo que cambia y se repite. Lo que no cambia o los que no cambian.

Igual hemos corrompido la estructura hasta el punto de que es más importante mantenerla que utilizarla para dar soluciones, porque quienes sufren siempre están muy lejos de los que han de evitarlo.

Igual es más importante ser consejero de sanidad, y por eso hay que permitir movilidad y mítines, que promover la salud. Igual es más importante el cargo que la persona. Igual ganar unas elecciones tiene más beneficios personales que mejoras sociales.

Igual es más importante acusar al otro que mejorar la actitud propia. Igual es más importante gritar para acallar que callar para escuchar y entender.

Igual el problema es que damos por hecho que las intenciones son buenas, y esperamos a que sea demasiado tarde para ponerlas en cuestión.

Igual el problema es que mientras nos va bien nos importa un comino lo que le pase al resto y en este mirar para otro lado hay quien se aprovecha para sacar tajada.

Igual lo que pasa es que nos quejamos sólo cuando no podemos beneficiarnos pero cuando se presenta la oportunidad se nos olvida aquello que nos parecía mal porque nos toca estar en el lado bueno.

Igual lo que nos pasa es que sólo nos quejamos cuando nos dicen que hay que hacerlo, y sólo cuándo esa orden viene de los nuestros, y esto lo han aprendido quienes dan las órdenes y vuelve a ser tarde para reaccionar.

Igual lo que sucede es que esperamos que las cosas salgan bien porque sí, sin esfuerzo y eso nunca es así. Lo bueno hay que lucharlo y perseguirlo. Igual estamos esperando un maná que solo llega después de sembrar.

Igual estamos dejando en manos de personas con intereses personales y capacidad nula de gestión las mejoras y recompensas que deberíamos ganar nosotros.

Igual estamos más cómodos quejándonos y asumiendo pérdidas menores en lugar de ser proactivos y asumir riesgos con beneficios mayores. Que igual hay que perder ahora para que otros puedan ganar más adelante.

O igual lo que pasa es que somos unos egoístas de campeonato y hemos aceptado el mal menor como forma de vida.

Igual es que no nos molesta del todo delegar responsabilidades y por eso elegimos a los mismos inútiles una y otra vez

Igual es que estamos convencidos de que esto no nos va a pasar a nosotros, o no va a pasarnos otra vez, como pensaba la mayoría de la gente los meses antes de las grandes tragedias.

Porque lo que no se creerán ni ustedes ni yo es que la mayoría somos kamikazes que van buscando el riesgo o la muerte sabiendo que la encontrarán, no. La mayoría está convencida que a ellos no les va a tocar y por eso actúan como actúan. Y en ese egoísmo altanero es cuando perdemos.

Igual es momento de dejar de culpar a terceros por lo que nosotros somos incapaces de hacer.

Igual es que hemos renunciado a ser felices a cambio de ser lo menos desgraciados posible.

Y la felicidad nunca hay que dejar de buscarla, aunque sea como decía Voltaire, sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tiene una. Ese es el matiz. Que por muy confundidos que estemos, por mucho que nos despisten, por mucho ruido que haya, por mucho que nos duela todo, no debemos olvidar que tenemos una casa a la que volver.

Porque no se ustedes, pero yo pienso volver a casa. A pesar de todo, o precisamente por eso.
 


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