- jueves, 05 de diciembre de 2024
- Actualizado 19:50
“La concordia fue posible”. Ese es el hermoso epitafio esculpido en la lápida de granito bajo la que reposa Adolfo Suárez en la catedral de Ávila. El obispo Jesús García Burillo elogió en el funeral el prodigioso trabajo del expresidente en la Transición. “Inauguró –dijo- un estilo de convivencia que buscaba el entendimiento entre los españoles.” “Su política –remachó- consiguió que las dos Españas pudieran encontrarse tras décadas de odio”.
Sé que, llegado el día, los restos de Pedro Sánchez no descansarán en ningún templo. Intuyo que su dedicatoria tampoco recordará a la de su predecesor abulense, pues, tras la que ha liado, debería rezar, más bien: “Sembró la discordia”. Y es que su capitulación ante el nacionalismo extremo -que no desinflamará el “conflicto” catalán- enfrenta ahora a los españoles, como dice Borràs, amén de erosionar los cimientos de nuestra débil democracia desactivando a los jueces, tras colonizar el Tribunal Constitucional con magistrados afines, exministros socialistas incluidos. El demoledor mensaje que nos envía el PSOE es que todo delincuente cuyos votos sean necesarios para alcanzar el poder es amnistiable, por más graves que sean sus pecados.
La modélica Transición no hubiera sido posible sin la altura política e intelectual de quienes escribieron tan brillante página de nuestra historia, empezando por la que atesoraban los siete padres de la Constitución. Ello contrasta vivamente con la mediocridad –siendo generoso- de los actuales actores. No se puede confiar a un técnico en electrónica industrial como Santos Cerdán la negociación de unos acuerdos que han dinamitado el Estado de Derecho, dicho sea con el mayor respeto a los titulados en Formación Profesional.
Los socialistas, como el tiempo no tardará en demostrar, han cometido el mayúsculo error de empoderar al secesionismo más radical, sin conseguir siquiera su renuncia a la vía unilateral. En las últimas elecciones, Junts fue la quinta fuerza en Cataluña. Puigdemont estaba desahuciado hasta que Sánchez -apremiado por sus necesidades, que no buscando el interés general- lo resucitó, dejando en sus manos la gobernabilidad de España y catapultándolo a una futura presidencia de la Generalitat, que auguro incendiaria. El PSOE se ha arrodillado ante un prófugo que lo extorsiona a placer. Difícil imaginar una humillación mayor.
Me pregunto cuántos socialistas podrán mirarse al espejo sin avergonzarse. ¿O aceptan acaso que su voto a un partido de izquierdas entronice a la derecha supremacista catalana y socave la igualdad y la solidaridad entre los españoles?
Por aquí las cosas no van mejor. Nada de extrañar teniendo en cuenta que María Chivite es más sanchista que el propio Sánchez. El PSN y sus socios, incluido Bildu, desprecian a la oposición, a la que han ninguneado en la FNMC y expulsado de las comisiones en el Parlamento. Navarra, capital Caracas. Ello ha permitido entrar a Adolfo Araiz en la mesa que dirigirá la comisión de Hacienda. Hablamos del ideólogo -no arrepentido- de la ponencia Oldartzen, que socializó el dolor. Recuerden que hubo un tiempo en el que ETA consideró que para doblegar al Estado no bastaba con apilar cadáveres de policías y guardia civiles, por lo que decidió amontonar también los de políticos, periodistas, empresarios… En eso anduvo Adolfo, cuyo peligro no termina ahí, pues ahora aboga por subir todavía más la ya asfixiante fiscalidad foral.
Así lo anunció en una reciente intervención parlamentaria en la que volvió a proponer que Navarra sea la única Hacienda del mundo que grave los activos empresariales en el impuesto sobre el Patrimonio. Araiz justifica la voracidad tributaria en la necesidad de sufragar los servicios públicos, algo que desmiente la pésima gestión de los gobiernos del cambio, que cuanto más recaudan, peores servicios ofrecen. Osasunbidea funcionaba mejor en 2015 con un presupuesto de 933 millones de euros, que hoy con otro de 1261. A nadie le debería extrañar que con este expoliador fiscal, del que el PSN hace depender la aprobación de los presupuestos, opuesto, además, a regar la sedienta Ribera y a modernizar el tren, los inversores huyan a la carrera de la decadente Navarra.
Hay, por cierto, otro motivo para visionar la intervención del siniestro Araiz en el Parlamento, y es la ridícula utilización del euskera por quienes tanto nos dan brasa con la lingua navarrorum. Este tafallés se comportó como un “agurparlante” más; “Eskerrik asko, lehendakari jauna. Egun on guztioi”, o sea, “gracias señor presidente, buenos días a todos”. No pasó de ahí. Si de verdad les importa el euskera, ¿por qué en lugar de manosearlo tanto no empiezan a hablarlo en serio de una puñetera vez?
En este panorama tan descorazonador hay, no obstante, motivos para la esperanza. Y es que se ha duplicado el número de socialistas navarros que ha tenido el valor de criticar abiertamente los desvaríos de su temerario líder. A Federico Tajadura se ha unido José Antonio Asiáin. Ya son dos.