- martes, 03 de diciembre de 2024
- Actualizado 20:58
Cada vez me pregunto con más frecuencia si estamos a 28 de diciembre. Acabo de hacerlo tras leer que Comisiones Obreras ha pedido al Ayuntamiento pamplonés que retire, por machista, la escultura “Monumento a la Familia”, de Henriette Boutens. El sindicato encuentra ofensiva la superioridad del hombre sobre la mujer, que colige de su mayor altura, al tiempo que denuncia que la obra invisibiliza la pluralidad de familias existente en Pamplona. Supongo que convocarán en breve una manifestación bajo el lema “Por la igualdad de altura entre hombres y mujeres. Contra la genética machista”.
Mi primera reacción tras comprobar que no era el día de los Santos Inocentes fue mandar a esparragar a los desquehacerados sindicalistas. Pero claro, yo no soy político, y tal y como están las cosas en el Ayuntamiento capitalino, hay que andarse con mucho tiento, pues de todos es sabido que Cristina Ibarrola es una pieza que la oposición busca abatir desde el mismo día en el que fue elegida alcaldesa. Sorprende que, con una Elma Saiz de nuevo a la fuga, Koldo Martínez no haya exigido ya su dimisión. UPN, prudente, ha encargado al letrado de Igualdad un dictamen sobre la adecuación de la escultura a la normativa vigente.
El dibujo de Sigmund Freud, “What’s on a men mind”, en el que unos contemplan la cara de un varón de perfil y otros el cuerpo de una mujer desnuda, nos demuestra que hay diferentes maneras de ver una misma cosa. Los de Comisiones, que no tendrían precio como censores en la dictadura, hacen gala de una mirada bastante retorcida. Me recuerdan a la mojigata esposa de ese ministro franquista que en un espectáculo de danza clásica reparó en la protuberancia de la entrepierna de un bailarín que la perturbó hasta el punto de obligar al interfecto a cubrirse en el entreacto con una faldita… Y es que, en contraposición a la mujer sometida que los sindicalistas se obstinan en ver, José Javier Azanza López, Catedrático de Historia del Arte, enfatiza el papel estelar que la artista reserva a la señora, “que resalta -dice- como eje central de la obra”.
Guardo un excelente recuerdo de la señora Boutens, al igual que del resto de profesores del Instituto Ximénez de Rada en el que tuve el privilegio de cursar Bachillerato. A sus conocimientos en arte, esta holandesa afincada en Navarra añadía el arte de lidiar, siendo apenas una treintañera, con 45 adolescentes hormonados por clase. Algo que podría acreditar con anécdotas que prefiero callar, temeroso de que los inquisidores de CCOO las juzguen excesivamente procaces.
Habrá que estar muy atentos a lo que decida el Ayuntamiento, porque Pamplona corre el riesgo de quedarse sin apenas esculturas. Parece salvable “Empatía II”, de la misma autora, por el carácter asexuado de sus dos protagonistas, lo que también indultaría a “El primer beso”, de Faustino Aizkorbe. Otras obras, en cambio, no correrían tanta suerte. El afamado monumento al encierro, de Rafael Huerta, no incluye ninguna corredora y tan solo un cabestro. El “Homenaje al toro” de Carlos Ciriza tampoco da cabida a las resabiadas vacas, tan del agrado del mocerío concluido el encierro. El erecto “Iñigo Arista, Señor de Pamplona”, que debemos a Juan Diego Miguel, con su imponente lanza, se antoja excesivamente belicista. “Europa”, del maestro Eslava, nos presenta un cuerpo femenino que, sin llegar a la obesidad mórbida de Botero, resulta ajamonado en exceso.
Los partidarios del consumo de proximidad se preguntarán por qué Pamplona acoge “La Tramuntana”, del gerundense Joan Abras, que toma su nombre del viento propio de Baleares y del Ampurdán catalán, en lugar de erigir otra titulada “El Cierzo”, que podríamos encargar a nuestro Carlos Purroy, por ejemplo. El conjunto escultórico del Paseo de Sarasate incumple claramente la Ley de Paridad. El Monumento a los Fueros incluye referencias a la batalla de las Navas de Tolosa, símbolo de racismo y xenofobia, pues la expulsión de los musulmanes atenta contra la España pluriétnica y multicultural. La corona real con la que va tocada la matrona victoriosa tampoco agradará a republicanos y nacionalistas. Invocando la laicidad del Estado podríamos reclamar la retirada de todas las creaciones con temática religiosa. Habrá quien estaría dispuesto a acometer las obras del párking de Plaza de la Cruz si con ellas se llevaran la monumental Cruz de estilo barroquizante de Constantino Manzana, levantada contraviniendo una ley de Azaña opuesta a los símbolos religiosos. Otras esculturas peligrarían por la animadversión que a algunos pueda provocarles el personaje que representan; pienso en el Duque de Ahumada, el general Sanjurjo, Sanjosemaría Escrivá de Balaguer, incluso el padre claretiano Esteban de Adoáin, que evangelizó las Américas, labor que hay quien tacha de “colonialismo espiritual”.
Como la iniciativa de estos talibanes de la corrección política salga adelante, me veo llevando la mitad de las esculturas iruindarras al museo de arte prohibido de Barcelona, primero del mundo en exponer obras censuradas. Vamos camino de repudiar todo el arte figurativo, exceptuando, a lo sumo, el que tenga motivos vegetales, como la piña de Mendillorri. Solo tendrían cabida así en nuestra ciudad obras abstractas carentes de todo mensaje, evitando de este modo que algún colectivo pueda sentirse agraviado.
Me pregunto quién dirige CCOO. En congruencia con su antimachismo militante, debería hacerlo una secretaria general. Indago. Resulta ser Chechu Rodríguez. Albergo cierta esperanza, pues la única Chechu que conozco es una mujer muy risueña, pero como este nombre no está en el Santoral, busco una foto para salir de dudas. Resulta ser un barbas. Mi gozo en un pozo. Este sindicato que tanto clama por la igualdad de género nunca ha confiado su liderazgo a una mujer. Consejos vendo, que para mí no tengo, que diría el refranero.
Y mientras los sabuesos de CCOO escudriñan calles y parques en busca de creaciones artísticas contrarias a su moral, en el Viejo Reyno se dispara la siniestralidad laboral y, como es habitual, vuelve a subir el paro, que en el conjunto de España baja. Pero ni ello, ni el declive de nuestra Sanidad o Educación parece importar a este sindicato regado con dinero público, complaciente con el poder, convertido en Torquemada de una sociedad en la que definitivamente, como dijo alguien, no cabe un tonto más.
Una última reflexión. ¿Y si resulta que todos están equivocados? ¿Y si resulta que esto no va de la prevalencia del hombre o de la mujer? ¿Y si resulta que en una Navarra que encadena cinco años de crecimiento vegetativo negativo lo verdaderamente importante de la escultura de Enriette Boutens son los tres chiquillos de los que nadie habla, garantes de la supervivencia de nuestra especie?