• domingo, 27 de abril de 2025
  • Actualizado 23:44

Opinión

Por todos es sabido que el sandinismo se convirtió en la continuación del régimen dictatorial que derrocó, con ayuda de nuestro consejero de educación José Luis Mendoza (fusil en mano), pero no así las relaciones que tenía el presidente de Nicaragua en 1997 Daniel Ortega.

Resulta comprensible que la foto de una Infanta de España sentada en el banquillo de los acusados concite un lógico interés mediático porque todos los segmentos de la población esperaban este día; unos para ver si se aplicaba la doctrina Botín y otros para discutir el modelo que podría llevar para la ocasión la encausada. 

Quien, como yo mismo, pasó la tarde y parte de la noche del domingo contemplando la sesión del Parlament catalán en la que, de urgencia, se invistió a Carles Puigdemont como nuevo -y sorprendente- president de la Generalitat, sin duda que, fuese el espectador independentista o no, acabó con un nudo en el estómago.

La frase que da pie al titular de esta columna la pronunció la líder de la oposición en el Parlamento de Cataluña, Inés Arrimadas, de Ciudadanos, durante el pleno exprés de investidura del nuevo Presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, celebrado este pasado domingo.

Tras la inopinada retirada de Artur Mas, la política catalana ha dado un vuelco, cambiando de paso, el escenario político del Estado.

Aunque la cabeza pide hablar hoy del acuerdo que empuja a Cataluña hacia la secesión, en contra de la convivencia entre españoles, de la Constitución, del sentido común y de la mayoría de los catalanes, el corazón pide hablar de otro problema, el de los refugiados en Europa, que se está agravando y que puede acabar en un drama.

Había que ver lo contento que estaba Artur Mas, en su último mensaje como 'president', hablando el sábado en cuatro idiomas y viendo que, en el fondo, y aunque haya sido a costa de traiciones al electorado catalán, su venganza contra el Estado se consumaba.

Me gustaría no tener que escribirte esta carta. Sin embargo, me veo en la obligación de hacerlo después de leer una entrevista reciente en la que hacías una referencia directa a mi persona. Espero que comprendas la necesidad de estas líneas para puntualizar algunas cuestiones que considero esenciales.

A la vista del escenario político surgido de las urnas del 20D y ante la fase de entropía en la que parece haber entrado

“Feliz año. Que el 2016 te traiga todo lo que mereces y te haga muy feliz. ¡Y no cambies nunca!” Y luego vienen entre 3 y 25 caras amarillas que guiñan un ojo, te mandan besos, lanzan corazones, tienen lagrimas gigantes y algunos incluso cuernos (a.k.a. emoticonos)

Con esa tendencia tan nuestra, tan española, el debate sobre el PAI ha girado hacia una confrontación entre la enseñanza en inglés, en euskera y en castellano (español). “Es cuestión de elección”, se dice, “de respeto a la libertad de los padres” (y madres).

Para la inmensa mayoría de los políticos españoles, el verbo dimitir no existe. Le tienen tanta aversión que lo han eliminado de su vocabulario.

Sus Majestades Republicanas. ¿Por qué no? Que los Magos de Oriente sean y se llamen Melchor, Gaspar y Baltasar

Se acaban de cerrar los cuatro años del gobierno del PP y en materia de empleo hay que decir que, a pesar de que aún hay cuatro millones de personas que no han logrado encontrar un empleo, se ha conseguido mejorar el registro que había dejado el Ejecutivo de Zapatero a finales de 2011.

Soy feminista y lo continuaré siendo mientras persista la desigualdad entre mujeres y hombres. 

Produce una enorme tranquilidad observar a nuestros políticos jugar con el ábaco, encerrados con el juguete de la aritmética, tanto en Madrid como en Barcelona, calculando con cuántos diputados pueden joder al contrincante, porque eso es una señal inequívoca de que ya están resueltos los problemas que nos preocupan a la mayoría de los españoles: el paro, la crisis y el terrorismo yihadista.

A los periodistas nos acusan muchas veces de escribir artículos-tipo en determinadas fechas: aniversarios de la Constitución, año nuevo y Reyes Magos, por ejemplo.

La coherencia de la alegre muchachada anticapitalista, y no Mariano Rajoy, mató políticamente a Artur Mas y alfombró el paso a tres estrellas de la política catalana del tiempo que viene: Oriol Junqueras, Ada Coláu e Inés Arrimadas.

Tras el repudio de la CUP a apoyar su investidura, si su presencia en la vida política estuviera regida por criterios de dignidad, a estas horas, el ciudadano Artur Mas ya habría anunciado nuevas elecciones en Cataluña renunciando a presentarse como candidato a presidir la "Generalitat". 

El de momento político en activo y Presidente en funciones de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, puede pasar a la historia como el dirigente público que más "logros" negativos alcanzó en un cortísimo periodo de tiempo.

La leyenda dice que se trata de tres personajes venerables provenientes de Oriente, sin embargo en la adoración de los Magos que aparece en los evangelios de San Mateo únicamente dice que llegaron unos sabios de oriente.

Enorme responsabilidad la del jefe del Estado en estos momentos en los que el barco de la 'política de los políticos' tiene un boquete por el que entra agua a raudales, mientras la sociedad civil parece asistir impasible, pero lógicamente preocupada, al riesgo de hundimiento. 

Pendientes de la decisión final de la CUP sobre la investidura de Mas, dice éste que ese partido tiene el poder de provocar una repetición electoral pero no el de cambiar al candidato de Junts pel Si.

Incertidumbre es la palabra con la que se abre el año político en España. Los resultados de las elecciones conforman un Parlamento muy polarizado, ligeramente inclinado hacia la izquierda y con la  incrustación de pequeñas formaciones de matriz antisistema. 

El cuadro tiene tintes italianos: fragmentación, incertidumbre y extraños compañeros de cama, siempre con el fantasma de nuevas elecciones planeando sobre la clase política.

En el PSOE están ofreciendo a los españoles un espectáculo que linda con el esperpento y que produce el insólito efecto, entre otros, de conseguir que casi nos olvidemos de la situación realmente agónica del PP, cuya salida es inexistente si no es con nuevas elecciones generales, de las que podría salir favorecido gracias a la estupidez socialista.

En las elecciones del pasado 20 de Diciembre pasaron algunas cosas que delatan la deficiente calidad de nuestro sistema democrático.

Todo lo que está pasando, salvo el extravagante empate a 1.515 de la CUP, es política, una cosa tan natural y conveniente en una república ordenada como insufrible en un sistema tan zarrapastroso, tan asténico, tan tutelado, tan de cogérsela con papel de fumar como el de la Transición Interminable que desde 1977 hemos venido padeciendo.

El último episodio vivido en torno a la "pasión de catalanes" que diría Carlos Herrera, ha agotado en los medios de comunicación y me imagino que en los ciudadanos interesados por estas cuestiones todos los adjetivos calificativos que nuestro rico y variado idioma nos brinda.