- viernes, 25 de abril de 2025
- Actualizado 18:41
No ha sido muy alto ni brillante en las últimas legislaturas el nivel parlamentario en el Congreso, en parte por la severas limitaciones ideológicas y oratorias de la mayoría de los diputados y portavoces, en parte por la degradación del debate político a resultas de la mayoría absoluta y despótica del Partido Popular en los últimos tiempos, pero a la vista de la inicial aportación de alguna de las nuevas incorporaciones, sustanciada en la presente sesión de investidura, el dicho nivel puede acabar arrastrado por el suelo.
El único delito que cometieron Alfonso Lázaro y Raúl García, los titiriteros encarcelados por decisión del juez Moreno de la Audiencia Nacional, no lo cometieron ellos, sino el o la impresentable que contrató su espectáculo "gore" de guiñol para, se supone, aterrorizar a los niños del humilde barrio madrileño de Tetuán.
Susana Díaz "no ve" un gobierno de coalición con Podemos. No es la única. En realidad, ver, lo que se dice ver, nadie ve, ni se imagina, un gobierno de coalición PSOE-Podemos, esos partidos tan antitéticos pese a la percepción en contrario de Sánchez e Iglesias, que son los únicos que, impelidos por sus sedientos egos, parecen "ver" esa coalición.
Se tenía tan asumido que el Congreso de los Diputados era poco más que un elemento decorativo, parte del atrezo de una democracia supuesta más que real, o bien un sitio donde 350 ciudadanos hallaban una confortable y bien remunerada colocación, que el descubrimiento de que puede y debe servir para otra cosa, para hacer política sin ir más lejos, se interpreta por algunos como un anuncio del Apocalipsis, y ello sin necesidad de que el profeta Elías, el anunciador oficial, haya obtenido el acta de diputado.
Todo lo que está pasando, salvo el extravagante empate a 1.515 de la CUP, es política, una cosa tan natural y conveniente en una república ordenada como insufrible en un sistema tan zarrapastroso, tan asténico, tan tutelado, tan de cogérsela con papel de fumar como el de la Transición Interminable que desde 1977 hemos venido padeciendo.
Teniendo en cuenta que la actividad submarina del Estado español en lo tocante a la localización, protección y rescate de pecios históricos es nula, y que, rodeados como estamos de mar por casi todas partes, no emplea recursos ningunos para la preservación de los muchos tesoros que contiene, no podemos hacernos muchas ilusiones respecto a recuperar lo que pudiera correspondernos del galeón San José, de la armada española, hundido en 1708 en aguas de Colombia y apalancada hoy su posesión y sus riquezas, unilateralmente, por el gobierno de ese país.
La federación inglesa de fútbol y la prensa de Londres animan al público que acudirá al partido Inglaterra-Francia a aprenderse la letra de La Marsellesa, a fin de que el himno republicano, la marcha de la libertad, el cantable de la resistencia contra el terror, resuene en el mundo: "Contra nosotros la tiranía / alza su sangriento pendón".
A menos que la CUP facilite este jueves la investidura de Artur Mas mediante el truco de darle los dos votos que le faltan como imprevista iniciativa de dos diputados "desobedientes", los líderes del independentismo podrán encontrar la salida que en el fondo anhelan, pues es la única que tiene el jardín en el que se han metido: que todo quede en agua de borrajas, pero ellos nimbados por la romántica aureola del que ha luchado hasta el final.
El disparate no sé si jurídico o político, o jurídico-político, de citar al presidente de la Generalitat a declarar como imputado por el incalificable delito de haber organizado una consulta popular, bien que de aquella manera, se muestra en todo su espesor, en toda su magnitud, con la fecha elegida para la comparecencia: el 15 de octubre.