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SAN FERMÍN 2022

Zubieta y Retegui, los maestros de la fotografía del encierro de San Fermín en Pamplona

Andrés Retegui y Paco Zubieta fundaron en el año 40 el Foto Estudio Zubieta y Retegui que heredó el hijo y sobrino de los fundadores Javier Carlos Retegui Zubieta. La marca comercial trabajó más de seis décadas todos los servicios fotográficos, y muy especialmente el fotorreportaje del encierro de San Fermín.

El escaparate de las vanidades. Tras el encierro una aglomeración ante la tienda de Zubieta y Retegui (Foto Jorge Nagore).
El escaparate de las vanidades. Tras el encierro una aglomeración ante la tienda de Zubieta y Retegui (Foto Jorge Nagore).

El común de los mortales, que no es proclive a ciertas celebraciones familiares para evitar confrontaciones con el cuñado, erigiría un monumento a Andrés Retegui (1911-1987) como admirable representante de la concordia matrimonial y familiar, porque además de fundar un negocio con su cuñado solterón, Javier “Paco” Zubieta (1904-1998), vivieron bajo el mismo techo. Todo un santo.

En efecto, los dos hermanos políticos, que habían aprendido el oficio en el estudio de Rupérez, fundaron en el año 40 el Foto Estudio Zubieta y Retegui en el inmueble del 17 de Espoz y Mina, una sede vertical que incluía la bajera y 4 plantas. La denominación de la marca desvela que el objetivo primordial del negocio inicial era el retrato de galería, bien institucional o particular, muy demandado en aquellos tiempos.

Aquel comercio desde sus comienzos fue próspero, llegó a tener hasta seis retocadores. Hace  80 años como el material era caro no se repetían las placas de los retratos, se recurría al retoque como parte inherente del oficio. Los Zubieta y Retegui hacían maravillas retocando negativos y positivos en papel equiparables al Photoshop actual. El perfilado de los retratos estaba a la orden del día. En las fotos del encierro podían transmutar un manso en toro afilando la cornamenta y haciendo desaparecer el cencerro. Con el futbol, consiguieron más de una foto del gol recortando un balón y pegándolo a la red. 

Los fundadores constituían una extraña pareja, dispar y complementaria. Andrés Retegui era un hombre sobrio que además de gestionar el papeleo del comercio, trabajaba de puertas adentro, principalmente estudio y laboratorio. Tenía una gran sensibilidad artística que compartía con su amigo Nicolás Ardanaz, con el que recorría Pamplona fotografiando sus usos y costumbres.

En contraste, el alegre y jovial Paco Zubieta, propenso a la vida social, practicó el fotorreportaje periodístico durante años para El Pensamiento Navarro, hasta que en 1964 fichó por Diario de Navarra. Paco era un singular personaje pamplonés que se distinguía por tres elementos inconfundibles: la inseparable cámara, la boina que cubría su calvicie y el bastón que atemperaba su cojera.

Los dos fundadores. A la izquierda Paco Zubieta encaramado en una escalera. A la derecha Andrés Retegui (Archivo Municipal de Pamplona. Fondo Zubieta y Retegui).
Los dos fundadores. A la izquierda Paco Zubieta encaramado en una escalera. A la derecha Andrés Retegui (Archivo Municipal de Pamplona. Fondo Zubieta y Retegui).

Zubieta se jactaba de algunas anécdotas de sus reportajes; como por ejemplo, la repetición de un sprint a meta de una prueba ciclista en Tafalla para fotografiar al vencedor, en ocasiones forzó rehacer un juramento de una autoridad, con toda la solemnidad, hasta conseguir el retrato a su satisfacción.

Por dentro Zubieta y Retegui era algo más que un negocio familiar, podríamos definir como una extensión del hogar, en el que trabajaban: el matrimonio, el cuñado Paco y la cuñada Gloria. Adicionalmente también tuvo fieles colaboradores como: Eduardo Chocarro y Joaquín González Las Heras que trabajó desde las etapas iniciales hasta el cierre de la tienda.

Con los años el negoció evolucionó, llegaron las cámaras de aficionados y el retrato de galería fue languideciendo poco a poco. El relevo generacional lo protagonizó Javier Carlos (1952-2007), hijo único de Andrés Retegui y Leonor Zubieta; en lo que algunos podrían ver una anomalía hogareña, él con naturalidad y satisfacción reconocía tener “cuatro padres”. Se licenció en periodismo en 1977 por la UNAV, tras trabajar como reportero gráfico para Deia, en 1982 se hizo cargo del negocio impulsando el reportaje de bodas y el industrial.

Muchos fotógrafos consagrados, venidos a Sanfermines, se han llevado magníficos carretes de ambiente, pero del encierro poco o nada; para solventar esta escasez metían en la maleta copias en papel compradas en alguno de los profesionales pamploneses del ramo. Práctica que en algún caso ha dado pie a fraudes, como el clamoroso caso de usurpación descubierto en 1950 cuando una  revista de Filadelfia premió con 100 dólares a un señor de Madrid, con una foto del encierro de Pamplona, tomada por Retegui en 1936 trabajando para Rupérez. 

Lo cierto es que la foto del encierro no es fácil para el advenedizo, como nos reconocía Ramón Masats “Los maestros del encierro son los de Pamplona”. Entre los maestros, los Zubieta y Retegui fueron los maestros; marca que durante décadas se ha asociado indefectiblemente al encierro. Tenían su propio código deontológico suprimiendo la publicación de una foto morbosa o una cogida mortal.

Es difícil explicar el complejo maridaje entre el encierro y el mundo fotográfico. José Mª Iribarren achacaba a los fotorreporteros los grandes males del encierro; ni corto ni perezoso escribió en una de sus estampas sanfermineras (años 30-40) “El encierro debe su peligrosidad y su ‘riada humana’ a los fotógrafos”, argumentando que el “90% de los valientes corren por la fotografía” para contarlo y poder mostrar su proeza con una “cartulina al bromuro”.

De todos es conocido que tras el encierro, las mañanas sanfermineras están copadas por actos que se han institucionalizado como el Baile de la Alpargata del Nuevo Casino o hacer cola para comprar churros en “La Mañueta”. Durante décadas, Zubieta y Retegui compitió con estos actos colgando en la cristalera de la tienda las fotos recientes del encierro del día. Aunque algunos acudían por la primicia, para la mayoría era el escaparate de las vanidades. Estando o no de acuerdo con Iribarren, el hecho es que decenas de corredores se agolpaban frente a la tienda para verse en alguna de las instantáneas

Visita de la Comparsa de Gigantes a Zubieta y Retegui en los Sanfermines de 1986. En el balcón del segundo piso Machús Ruiz de Azagra y Paco Zubieta. (Cortesía de la familia).
Visita de la Comparsa de Gigantes a Zubieta y Retegui en los Sanfermines de 1986. En el balcón del segundo piso: Machús Ruiz de Azagra y Paco Zubieta. (Cortesía de la familia).

Zubieta y Retegui fue una institución para los corredores del encierro locales y foráneos. De hecho, figuraba en una guía americana como enclave a visitar. El día del Chupinazo abría sus puertas acogiendo a viajeros de todas partes del mundo, a los que invitaba a un aperitivo con cava. Llegaron a organizar una chistorrada en la calle que fue prohibida.

Paco Zubieta, que se encaramaba al poste izquierdo junto al portalón de la bajada hacia el callejón de la Plaza de Toros, fue considerado durante años el fotógrafo oficial del encierro. Cubría todo el recorrido con una cuadrilla de hasta 14 fotógrafos a los que incluso pertrechaba con cámaras; tras entregar los rollos para el revelado, les invitaba a almorzar. Firmó sus colaboraciones en prensa como Zubieta.

Burladero de fotógrafos. En primer plano Paco Zubieta. El segundo por la izquierda, su sobrino Javier Carlos Retegui. (Archivo Municipal de Pamplona. Fondo Zubieta y Retegui).
Burladero de fotógrafos. En primer plano Paco Zubieta. El segundo por la izquierda, su sobrino Javier Carlos Retegui. (Archivo Municipal de Pamplona. Fondo Zubieta y Retegui).

Su sobrino Javier Carlos prefería un balcón de Santo Domingo, fiel a la tradición continuó el despliegue de colaboradores; mientras revelaban las fotos, el equipo calmaba los nervios en la tienda desayunando chocolate con churros. Los reportajes gráficos para Diario de Navarra, a diferencia del tío, se firmaron como Zubieta y Retegui. Pasados los Sanfermines organizaba una cena para aquellos desinteresados colaboradores. Javier Carlos entendía aquel esfuerzo más como un servicio a la sociedad pamplonesa que un modo de hacer negocio.

Desayuno del equipo de colaboradores en la tienda. (Cortesía de la familia).
Desayuno del equipo de colaboradores en la tienda. (Cortesía de la familia).

Muchos comercios de fotografía echaron la persiana a consecuencia del cambio tecnológico que produjo la digitalización. No fue el caso del cierre en 2006 de Zubieta y Retegui que, a buen seguro, Javier Carlos lo hubiese superado, sino una pérfida enfermedad; la cual nos arrebató el hombre de la eterna sonrisa dejándonos un vacío de amistad difícil de cubrir.

En un acto de incomparable generosidad, en abril de 2009, su viuda, Machús Ruiz de Azagra, y sus tres hijos –Javier, Laura y Miryam-, donaron el fondo fotográfico de medio millón de instantáneas de la firma familiar al patrimonio de Pamplona, que atesora el Archivo Municipal.

Abril de 2009 la familia de Javier Carlos Retegui, su viuda y tres hijos, en el acto de donación del fondo de Zubieta y Retegui a la alcaldesa Barcina, en presencia de los archiveros J.L Molins y Ana Hueso. (Archivo Municipal de Pamplona).
Abril de 2009 la familia de Javier Carlos Retegui, su viuda y tres hijos, en el acto de donación del fondo de Zubieta y Retegui a la alcaldesa Barcina, en presencia de los archiveros J.L Molins y Ana Hueso. (Archivo Municipal de Pamplona).


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