Esteban Zozaya Sanz, pamplonés de 65 años, ha vuelto a volcarse para las fiestas de San Fermín. Cada 6 de julio cambia el ritmo de su vida y convierte su negocio en una auténtica bocatería sin descanso. La clave está en el precio y en el producto: bocatas de jamón, lomo embuchado o queso de vaca a solo 4,90 euros.
Su tienda está situada en la calle de la Mañueta número 3, justo enfrente de la histórica churrería de la Mañueta que solo abre en fiestas de 6 a 11 de la mañana. Es un rincón del Casco Viejo de Pamplona que respira tradición, y él lo ha sabido aprovechar.
“El 6 de julio estoy desde las ocho de la mañana hasta las seis de la madrugada del día siguiente. Son 22 horas seguidas. Los primeros días es una locura. Un palizón, pero la gente sigue viniendo de madrugada a por bocatas”, ha explicado con naturalidad.
Desde hace diez años, este antiguo dibujante decidió dar un giro a su vida y montar un negocio distinto. Apostó por los jamones de Teruel y evitó el ibérico, que ya llenaba todos los escaparates. “Quería algo diferente, algo que no estuviese ya".
Además, en Pamplona hay más gente de Aragón de la que parece”, ha contado entre risas. Así nació su jamonería, en la que durante San Fermín transforma el mostrador en un punto de venta continuo de bocatas y bandejas.
La oferta de este año ha sido difícil de igualar. Bocadillos de jamón, lomo embuchado y queso de vaca por 4,90 euros, pero también combinaciones más elaboradas como salchichón de ciervo a 5,20 euros, o de queso de oveja, chorizo con salchichón, salchichón con boletus, chorizo de ciervo, fuet de ciervo y salchichón trufado de ciervo a 5,90 euros.
Y no solo eso: vende bandejas de tres productos a 10,50 euros, a elegir entre jamón, chorizo, salchichón, queso, lomo, boletus o cualquier variedad de embutido de ciervo. Para quienes preferían algo más ligero, también prepara sándwiches de jamón a 3,60 euros y de otros embutidos por 3,90 euros.
Durante el resto del año, Esteban gestiona la tienda solo, en un espacio pequeño que ha decorado con materiales reciclados. “Reutilicé hasta la cama y el sofá de mi madre para construir el mostrador”, ha confesado. En San Fermín, coloca el mostrador en la puerta y trabaja a destajo, sin ayuda, atendiendo a una clientela fiel que llega incluso desde otras comunidades.
“Traigo todo el producto de Aragón y tengo mucho público de allí. Viene gente de cierta edad desde el día 6. Como la Mañueta no tiene mucho ruido, les saco un banco para que se sienten y coman. Eso es un lujo en San Fermín”, ha detallado.
El esfuerzo, reconoce, merece la pena. “Durante el año vamos muy justos, y San Fermín es un alivio para los comercios del Casco Viejo. Se nota mucho en la caja”, ha señalado. A pesar de su edad, no tiene prisa por retirarse. “Estoy bien de salud y hago mucho deporte. Espero seguir dos o tres años más”, ha asegurado mientras despachaba con soltura otro bocata.
