Fermín Bocos

Decía Napoleón que cuando alguien quería resolver un problema nombraba un responsable. Si lo que pretendía era eternizar el asunto, entonces nombraba una comisión.

Tras la conmoción provocada por el triunfo electoral de Donald Trump, en el universo mediático navegan todo tipo de argumentos que intentan aportar luz acerca del porqué de tan inopinada victoria.

Albert Rivera, líder de Ciudadanos, está siendo criticado por haber dicho que en el transcurso de la visita oficial a Arabia Saudita Felipe VI debería aprovechar la oportunidad para defender los derechos humanos.

Lo que parecía imposible se hizo realidad. Frente a todos los pronósticos, Donald Trump será el próximo presidente de los EEUU.

Vistos los resultados del barómetro del CIS es difícil sustraerse a la melancolía. El mismo sondeo que nos dice que la corrupción ocupa el segundo lugar en el escalafón de las preocupaciones de los ciudadanos refleja el crecimiento del Partido Popular (34,5% de los votos) respecto de los resultados obtenidos en las elecciones de junio.

Mucha gente se pregunta cómo es posible que Donald Trump haya conseguido llegar a las puertas de la Casa Blanca. Sobre su extravagante personalidad está todo dicho.

Que Mariano Rajoy no se molestara en comunicar personalmente la composición del nuevo Gabinete es todo un síntoma.

Habrá que esperar al próximo martes para salir de dudas pero, ordenadas y analizadas, las noticias que nos llegan desde los EE.UU. sugieren que Donald Trump puede ganar a Hillary Clinton y convertirse en el cuadragésimo quinto presidente de aquella gran nación. 

La España de la opinión publicada vive pendiente del silencio de Mariano Rajoy. 

O el Partido Socialista espabila y elige cuanto antes un líder o Pablo Iglesias les madrugará la merienda.

Todo son cábalas acerca del número de diputados socialistas que se saltaran el acuerdo del comité federal que por mayoría (60-40), decidió que habría que abstenerse en la votación de la investidura de Mariano Rajoy.

No lo disimulan. La cúpula del PP está feliz. Todo eran sonrisas en el transcurso de un desayuno de trabajo en el que arropaban a García Albiol.