• viernes, 20 de junio de 2025
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Opinión

Las cosas como son, parece harto difícil que Rajoy o Sánchez puedan formar gobierno y lo más probable es que vayamos a las urnas el 18 de diciembre. 

Lo suyo sería titular "Camino Soria" el comentario sobre la carrera, el carrerón más bien, que lleva el ex-ministro de Industria y nonato gerifalte del Banco Mundial.

Pedro Sánchez ha decidido llenar el tiempo que queda hasta las elecciones vascas y gallegas forzando una ronda de contactos que sabe fracasada de antemano.

Las cosas como son, claro: el responsable de todo el "vodevil" que del intento de que el ex ministro Soria ocupara plaza en el Banco Mundial tiene un responsable que no es otro que Mariano Rajoy.

Visto el desprecio a la opinión pública que se desprende de la designación del dimitido ministro José Manuel Soria para ocupar plaza en el Banco Mundial es fácil deducir que Mariano Rajoy apuesta por ir a unas nuevas elecciones.

Acabo de hacer un ingenuo experimento de comprobación: echar un vistazo a mi última columna antes de tomar las vacaciones y, en efecto, compruebo que en este mes largo nada ha cambiado y que podría hoy repetir su publicación sin tener que corregir nada. 

El calor inhumano que torrefacta de Península extrema el agobio, y la inquietud, que le producen a los peninsulares dos divorcios disímiles, pero divorcios ambos.

Fracasada la investidura de Rajoy, parece evidente que el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, va a intentar conformar en las próximas semanas una mayoría parlamentaria liderada por él con lo que viene llamando las "fuerzas del cambio", donde supuestamente caben todos los partidos menos el PP.

Designar a José Manuel Soria -dimitido ministro por su implicación en el escándalo de los "Papeles de Panamá"-, para ocupar el puesto que corresponde a España en el Banco Mundial ha sido algo más que acto de prepotencia política. 

Septiembre siempre es un mes raro cuando eres niño, no sabes cómo reaccionar a la vuelta al cole, vuelves a las tareas pero también vuelves a ver a tus compañeros, lo cual es bueno porque estás deseando contar todas tus aventuras.

Este año hemos vuelto a ver en fiestas de muchos pueblos de Navarra y el País Vasco los ya, por desgracia, tradicionales brindis, recibimientos y homenajes a presos de ETA.

Pienso que, tras la fallida investidura de Mariano Rajoy, se extiende por toda España, más como chascarrillo que como verdadera convicción, la especie de que el país puede funcionar perfectamente sin Gobierno, o con un Gobierno en funciones, que es como tener un Ejecutivo con una mano atada a la espalda y la otra esposada a una farola.

Cuando parece que todo ha sido dicho acerca de las circunstancias que han desembocado en el bloqueo político en el que nos encontramos es cuando las ideas más sencillas deberían abrirse paso.

Ayer, al terminar la segunda votación de la fallida investidura le pregunté a un importantísimo dirigente del Partido Popular y uno de los señalados como candidato a la sucesión, por qué Rajoy no daba un paso al lado, cedía el testigo y abría el melón sucesorio, facilitando así el desbloqueo institucional histórico que vive este país.

No lo creerán pero antes de incorporarme al trabajo he leído un montón de informes, artículos, opiniones, consejos varios sobre el síndrome post vacacional, intentando ilustrarme de la mejor manera posible sobre cómo enfrentarme a la vuelta al curro sin que me lleven los demonios.

Por tierras del sur de América, se cuenta la leyenda de dos hombres que eran vecinos y que rompieron su amistad, después de que uno de ellos le comprara a un buhonero el único pico que llevaba en el carro.

Seguramente les ha sucedido. Ese momento en el que, tras regresar de las vacaciones, uno se sube a la báscula y ante la incredulidad de lo que muestra la pantalla cambia el aparato de lugar y hace nuevos intentos para ver si el peso ganado se reduce por arte de magia.

¿Quién ha ganado el debate de investidura? Pues a mi juicio nadie, aunque con matices. Es evidente que Mariano Rajoy es el perdedor no solo porque no cuente con el apoyo suficiente para repetir como presidente.

Circula por ahí un manifiesto sensato, pero tardío. Demanda una coalición de gobierno de centro-izquierda-derecha integrada por PSOE, Podemos y Ciudadanos respectivamente, con el fin de desalojar al PP del gobierno, en el que lleva cuatro años más casi otro de propina haciendo de las suyas.

Nadie esperaba un milagro tras la intervención de Pedro Sánchez en orden a facilitar la investidura de Mariano Rajoy pero tampoco la dureza del discurso del líder socialista visto que la derrota de la candidatura del candidato estaba más que cantada en esta primera ronda.

No sé ustedes pero yo llevo meses harta del espectáculo continuo de nuestros políticos. Bien es verdad que la política tiene algo de teatro pero lo peor es cuando lo que se representa sobre el escenario es una farsa.

Como seguimos estando en ningún sitio, tal vez convendría rebobinar un poco para discernir qué nos ha llevado hasta aquí, es decir, a ningún sitio.

Es sabido que todo esfuerzo inútil abre las puertas a la melancolía. En ella parece estar ya instalado Mariano Rajoy dando por hecho que su discurso de investidura no conseguirá cambiar la decisión del PSOE de votar en contra de su candidatura a la presidencia del Gobierno.

La escena se repite cada tarde desde hace más o menos un mes. Dos Maybach, la más alta gama de Mercedes, se detienen en las inmediaciones del Hotel Don Pepe de Marbella, de los que descienden un grupo de mujeres musulmanas capitaneadas por la que parece la líder del grupo.

Asumimos lo de "la bolsa o la vida", procedente de tiempos lejanos, cuando el dinero se llevaba en bolsas, y no en carteras de piel.

Vaya por delante mi contento por el hecho de que entre Ciudadanos y el Partido Popular se hayan acordado más de ciento cincuenta medidas reformistas, de lucha contra la corrupción y de mejora del estado de bienestar.

Parece que el gran contencioso ahora, tras las amenazas dando un plazo de 48, luego 24, horas para concluir el acuerdo entre el Partido Popular y Ciudadanos, es si Mariano Rajoy saldrá a rubricar el acuerdo para su investidura con Albert Rivera, para hacerse la foto, como quiere el primero, o más bien no, como desea el segundo.

Rajoy vive este fin de semana las horas previas a un debate que, si nadie lo remedia, resultará fallido. Antes tendrá que sellar el pacto con Ciudadanos que ha estado a punto de naufragar por el regateo en corto de los negociadores del PP.

La economía española sigue como un tiro. Esta semana conocíamos el dato de crecimiento del segundo trimestre del año. El PIB creció un 0,8 por ciento, el doble que Alemania, y además lo ha hecho con sustancia. En tasa interanual, el aumento es del 3,2 por ciento.

Mariano Rajoy está más desesperado que nunca, lo cual tampoco quiere decir mucho, ya que no suele desesperarse. Pero la verdad es que le empieza a agobiar la tramitación de su investidura como presidente del Gobierno.

Lo que está ocurriendo en la política española, al borde ya de la semana de la (no) investidura de Mariano Rajoy, es, simplemente, de no creer. Imposible ofrecer un espectáculo más completo de incompetencia, mala baba, rencillas cuarteleras y desdén por el pobre contribuyente/votante, que somos usted, yo y unos cuantos millones de españoles más.

Que la Ley se aplique no debería ser noticia en los estados normales, pero España, como decía un viejo eslogan del franquismo, es diferente. Y no sólo eso, sino que ese cumplimiento provoque que un nutrido grupo de plañideras lloriqueen por una cuestión tan normal.

Tengo reducidas a una máxima de andar por casa las profundas reflexiones de Karl Popper sobre la realidad; en definitiva la conclusión a la que llegue después de haber intentado bucear en la profundidad del filósofo de los tres mundos, es que la realidad es terca como una mula.

"El esfuerzo inútil conduce a la melancolía". La reflexión, más que certera, es de Ortega y Gasset y es de perfecta aplicación al acuerdo que, en cuestión de días, firmarán Mariano Rajoy y Albert Rivera. Sus respectivos equipos negociadores se están viendo las caras muchas horas seguidas.

Es en el sexto capítulo del Quijote donde el cura y el barbero llevan a cabo el donoso escrutinio con el objetivo de separar las crónicas históricas de los libros de caballería, unos libros de caballería que el cura califica de dañadores y a los que culpa de secar el celebro del bueno de Alonso Quijano.

Ignoro si el acuerdo entre el Partido Popular y Ciudadanos para el 'si' de estos últimos a la investidura de Mariano Rajoy se firmará este viernes o el fin de semana, que parece ahora, por increíble que se nos antoje, la gran controversia entre ambas partes.

Televisión Española ha tenido el buen gusto de reponer éste verano, en las sobremesas, la serie 'Curro Jiménez', dando así un merecido descanso a 'Verano Azul'.

Diario de Navarra dedicó un artículo de opinión contra este medio por informar a los lectores de un hecho relevante sobre la violación ocurrida en San Fermín. 

Sabido es que los sondeos no se hacen, se encargan, y ahora parece que todos se encargan contra el PSOE, es decir, para contribuir a domeñar y torcer su razonable decisión de no entregar la gobernación de España al Partido Popular, el único partido que, no debe olvidarse, está imputado al socaire de uno de los innumerables casos de corrupción, el de los papeles de Bárcenas, que ha protagonizado.

Estoy un poco harto, la verdad, de ver las acreditadas piernas presidenciales subiendo y bajando la ruta da pedra e auga, algo que uno hizo tres años atrás, comprobando que hay que estar en bastante mejor forma de lo que uno está para trotar por la ruta de Ribadumia; o sea, que Rajoy está en forma o más que uno, al menos.

El hecho cuasi histórico de que Mariano Rajoy haya fijado la fecha del debate de investidura para el treinta de agosto no despeja la duda principal de si, por fin, los españoles tendrán un Gobierno no interino.