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FERIA DE SAN ISIDRO

Importante corrida de Baltasar Ibán para una solitaria y raquítica oreja en Las Ventas

Alberto Aguilar cortó el único trofeo de la tarde al mejor toro de la corrida de 'los Ibanes'.

GRA311. MADRID, 29/05/2016.- El diestro Alberto Aguilar da un pase con el capote a su primer toro, durante la vigésima cuarta de la feria de San Isidro, hoy en la Monumental de Las Ventas, en la ha compartido cartel con Iván Vicente y Víctor Barrio, ante reses de la ganadería de Baltasar Ibán. EFE/J. J. Guillén
GRA311. MADRID, 29/05/2016.- El diestro Alberto Aguilar da un pase con el capote a su primer toro, durante la vigésima cuarta de la feria de San Isidro, hoy en la Monumental de Las Ventas, en la ha compartido cartel con Iván Vicente y Víctor Barrio, ante reses de la ganadería de Baltasar Ibán. EFE/J. J. Guillén

La ganadería de Baltasar Ibán, con la que se inauguró la última semana "torista" de San Isidro, lidió hoy una importante e interesantísima corrida en Las Ventas, muy propicia para el triunfo de los toreros, que no estuvieron a la altura pese a que Alberto Aguilar lograra una solitaria y raquítica oreja.

FICHA DEL FESTEJO

Toros de Baltasar Ibán, magníficamente presentados y de interesante comportamiento por su manifiesta casta y transmisión. Destacó el bravísimo segundo, para el que llegaron a pedir la vuelta al ruedo; el tercero fue también muy bueno; el cuarto lució un pitón derecho extraordinario; el primero tuvo calidad pero se agotó pronto; el tercero apuntó también buen son hasta que se rajó; mientras que el sexto fue el garbanzo negro.

Iván Vicente, de lila y oro: buena estocada (ovación); y estocada trasera y diez descabellos (silencio tras dos avisos).

Alberto Aguilar, de sangre de toro y oro: estocada caída (oreja); y bajonazo (ovación).

Víctor Barrio, de grosella y oro: pinchazo y estocada desprendida (silencio); y casi entera baja (silencio).

La infanta Elena presenció el festejo acompañada de sus hijos, Felipe Juan Friolán y Victoria Federica de Marichalar y Borbón.

La plaza registró casi tres cuartos de entrada en tarde de oscuros nubarrones, que acabaron descargando agua en los dos últimos toros.

POR FIN, LA BRAVURA

Qué corridón de Baltasar Ibán. Eso por delante. Un envío serio, hondo y con trapío, que, además dio espectáculo por la casta, transmisión y clase de varios de sus ejemplares, alguno de bandera, como el segundo, "Camarín" de nombre, junto a "Malagueño", de Alcurrucén, los dos toros de la feria.

Después del fiasco de prácticamente todas las ganaderías comerciales que han ido pasando por Madrid, se agradeció, y mucho, que "los ibanes" con los que se inició la última semana "torista" del ciclo llevaran a los tendidos el interés y la emoción que tanto se estaba echando de menos.

Hicieron falta veinticuatro tardes para que, por fin, apareciera de una vez la bravura, desplegada en la más amplia acepción de la palabra por "Camarín", un toro con muchos pies, bravo y codicioso en varas y una auténtica máquina de embestir en el último tercio desde que Alberto Aguilar, que fue al que le correspondió en suerte (o en desgracia), inició su labor por abajo.

El "run run" en los tendidos hacía presagiar algo que, desgraciadamente, no llegó a ocurrir.

Y no fue porque el torero no acabó de acoplarse, demasiado rapidito, sin templar, ni acabar de asentarse, y mucho menos de mandar en las embestidas, que, por momentos, le desbordaron pese a que lograra ligar las tandas aprovechando únicamente la inercia de las encastadas y bravas acometidas de "Camarín", que fue quien puso el verdadero ritmo y la emoción de la faena.

Pero como la espada cayó a la primera, los tendidos, que más que en rebajas están en liquidación por cierre, pidieron una oreja que al presidente no le quedó otra que conceder. Así es el reglamento.

Quede dicho que fue un trofeo devaluado porque Aguilar debió estar mucho mejor con el toro, que despedido con una gran ovación en el arrastre, una vez que el usía le negara lo que hubiera sido una merecida vuelta al ruedo póstuma.

Pero además de "Camarín" hubo también otros toros de notables posibilidades, como el cuarto, que se desplazó con prontitud, emotividad y por abajo en los engaños de un Víctor Barrio sin pulso ni sitio, atrincherado entre las rayas y ahogando las embestidas de un animal que requirió otro trato.

También tuvo mucha calidad el primero, aunque acabara agotándose pronto debido a la mala lidia que llevó y a un desmedido primer "trancazo" con los montados. Iván Vicente, que fue su lidiador, plasmó pinceladas sueltas en un lienzo prácticamente vacío. La estocada, eso sí, fue de manual.

El cuarto, segundo del lote de Vicente, lució un extraordinario pitón derecho que, por momentos, le hizo planear sobre una muleta nada poderosa y demasiado encimista, lo que hizo que acabara aburriéndose al final.

Los dos toros menos aptos fueron el quinto, que se rajó después de echarse a los lomos a Aguilar, y el sexto, el más deslucido del sexteto, con el que Barrio solamente pudo mostrar voluntad.

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