COMERCIO LOCAL
Nico, el último fontanero de un barrio de Pamplona: “Aquí seguiremos salvo que nos toque la lotería”
La empresa familiar ha cumplido más de cien años de historia y todos en el mismo local del casco viejo de la ciudad.
En pleno corazón de Pamplona, entre las calles estrechas donde el tiempo parece haberse detenido, resiste uno de esos oficios que ya apenas quedan. Allí trabaja Nico Aldave Fernández, el único fontanero que continúa dando servicio a los vecinos de un barrio de la ciudad.
El pequeño local donde todo sucede se llama Fontanería Ales, y está en la calle Campana número 5 bajo. Es la única empresa de fontanería, calefacción y gas que sigue activa en el Casco Viejo, y no es una cualquiera: cumple más de cien años de historia. Detrás del mostrador y las herramientas, se esconde una saga familiar que ha pasado el testigo de padres a hijos durante tres generaciones.
El negocio lo fundó en 1922 Nicolás Aldave Loizu, que con solo 14 años empezó a trabajar por su cuenta. Murió joven, a los 54 años, y su hijo Isidoro Aldave Zabalza tomó el relevo.
Hoy el taller sigue abierto gracias a su sobrino, Nicolás Aldave Fernández, que lleva más de tres décadas al frente. “Llevo 32 años y, a no ser que nos toque la lotería, aquí seguiremos agachando el riñón. Trabajo no nos falta. Hay mucho boca a boca entre los vecinos. La verdad es que no paramos”, cuenta mientras ajusta una pieza entre risas.
Isidoro, con sus 81 años, conserva intacta la memoria de una vida entera dedicada al oficio. “Empecé con 13 años y lo dejé cuando me jubilé con 63”, recuerda. Dice que ahora ya no se acerca tanto al local “porque no se puede aparcar en el Casco Viejo”, pero su voz sigue sonando con orgullo: “Me alegra que mi hijo continúe. Esto ha cambiado mucho, pero el trabajo bien hecho sigue siendo el mismo”.
Desde su taller, Nico y su socio Sergio León atienden todo tipo de encargos: desde reformas integrales de cocinas y baños hasta sustituciones de calderas, aire acondicionado o instalaciones de aerotermia. “Hacemos de todo, desde una chapucilla o un grifo que gotea hasta una reforma completa. Si a una señora del barrio se le estropea algo, allí estamos. Y si no llegamos, tiramos de empresas externas”, explica.
El ritmo es constante durante casi todo el año. “El 90% del tiempo estamos a tope. A veces cogemos algún chaval que nos eche una mano. Solo paramos una semanica en San Fermín, porque no podemos entrar a la calle Campana con la furgoneta. Es lo que hay”, comenta resignado pero con humor.
Fontanería Ales (Aldave León S.L.) trabaja también fuera del casco histórico. “Nos movemos por Ilzarbe, por pueblos… donde haga falta”, detalla Nico. Pero el corazón del negocio sigue latiendo en esas viejas casas de piedra del centro, donde todavía quedan tuberías de plomo y uralita.
“Ahora usamos materiales más modernos: PVC o sistemas hidráulicos de anillo corredizo, expansión o encaje rápido. Pero muchas casas del Casco Viejo todavía tienen plomo, y hay que cambiarlo”, explica mientras enumera los materiales que ha visto evolucionar en su carrera.
Isidoro recuerda que en su época el panorama era muy distinto. “En el Casco Viejo llegué a conocer hasta ocho fontanerías. Ahora solo queda esta”, comenta con cierta nostalgia. Se define pamplonés de pura cepa: “Nací en la calle Eslava y mi padre en Cordovilla”.
Dice que le gustaba trabajar, aunque las jornadas eran interminables. “Se trabajaba de ocho a doce y de dos a seis. Las vacaciones eran en San Fermín. No había más. Pero me gustaba”, asegura con una sonrisa.
Hoy, disfruta de su jubilación y de ver cómo el negocio sigue en manos de su hijo, aunque el futuro está en el aire. Tiene otra hija, Sonia, que trabaja en el hospital, y reconoce que cuando Nico se retire, el cierre será inevitable. “Lo malo es que una vez que se jubile el hijo, se acabó. No hay relevo familiar en la fontanería”, lamenta mientras mira el viejo cartel de la tienda que, desde hace más de un siglo, sigue brillando entre los muros del Casco Viejo.