Después de retirar las placas en memoria de los fallecidos en el encierro de Pamplona manipulando informes y ocultando información en un puro acto de egoísmo político, el alcalde de Pamplona, Joseba Asirón, ha decidido convertir el turístico Monumento al Encierro de Pamplona en una suerte de mausoleo que recuerde a los muertos en los encierros.
Como se recordará, la entonces alcaldesa de UPN, Cristina Ibarrola, tuvo el bonito gesto de colocar placas en recuerdo de los fallecidos en aquellos puntos del recorrido del encierro donde se produjeron las cogidas, pero al alcalde Asirón y a las politizadas peñas de Pamplona no le gustaron y tras encargar un informe a los servicios técnicos municipales y ocultarlo al control municipal, decidió retirar las placas aduciendo que eran resbaladizas.
Asirón ocultó deliberadamente que las placas colocadas (sólo dio tiempo a colocar 8, porque la moción de censura se echó encima) no eran más resbaladizas que las baldosas de granito blanco (210 m2 en todo el recorrido); las 289 tapas de arqueta, las dos placas retráctiles las 10 placas de señalización del Camino de Santiago, las dos placas de cubrición de los contenedores soterrados y todas las rígolas de hormigón en los bordillos de Santo Domingo.
Una decisión que criticó el propio Asirón por unilateral y que ahora, de forma unilateral, decide colocar en Monumento al Encierro, sin haberlo consultado ni siquiera con la propia Mesa del Encierro. Así lo ha impuesto el Ayuntamiento y lo ha dado a conocer a la Mesa del Encierro este viernes. Una Mesa controlada por las politizadas peñas sanfermineras y de la que, por afinidad, no se espera ni media queja.
La iniciativa consiste en colocar un listado simple de los fallecidos en un lateral del monumento, en la base que da hacia el Casco Antiguo, sin restar protagonismo a las figuras del conjunto escultórico ni modificar el significado de la obra.
Los nombres de estas 16 personas se grabarán en letras de bronce, en un tamaño reducido.
El Monumento al Encierro, realizado por Rafael Huertas en 2007 e instalado en la confluencia de las avenidas de Roncesvalles y Carlos III, "es el lugar elegido, por su valor simbólico para la ciudad", dice Asirón.
El podio está rematado con losas de granito, donde se inscribirán los nombres. Las inscripciones no ocuparán un lugar principal, como la parte frontal, donde está labrada la palabra “encierro”; tampoco la trasera y ambos laterales, donde existen placas que recuerdan la prohibición de encaramarse a la escultura, tras varios accidentes ocurridos. Los nombres se grabarán en el lateral que da hacia la Plaza del Castillo, junto al escudo de Pamplona labrado en la piedra.
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