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PAMPLONA

El peculiar y lejano origen de las fuentes con leones más famosas de Pamplona

Estas famosas fuentes, que después fabricó Casa Sancena, marcaron el estilo urbanita de la Pamplona de finales del siglo XIX.

Mobiliario urbano de Pamplona de Casa Sancena. IÑIGO ALZUGARAY
Una de las fuentes hecha por casa Sancena. IÑIGO ALZUGARAY

Su historia está marcada a fuego en Pamplona de la misma manera que la de la fundición de la que salieron algunos de los muchos elementos del mobiliario urbano que hoy por hoy decoran la capital navarra. Si bien su origen no está ligado directamente a la Comunidad foral, forman parte de la identidad pamplonesa desde hace más de un siglo.

Mobiliario urbano de Pamplona de Casa Sancena. IÑIGO ALZUGARAY
Una de las fuentes realizadas en la fundición de Casa Sancena. IÑIGO ALZUGARAY

Las emblemáticas fuentes de león, de Casa Sancena, marcaron un antes y un después en el estilo urbanita de una Pamplona que despertaba a finales del siglo XIX y que sirvió para ‘moldear’ a los primeros grandes empresarios de esta Comunidad, a los que pronto se sumaron otros como los Subiza en Erro o los Chivite de Cintruénigo.

Para conocer la procedencia de estos famosos elementos es necesario hacer las maletas y viajar hasta el oeste de Escocia.

En 1865, la localidad de Kilmarnock inauguró C. Kennedy & Glenfield, una casa de fundición que tenía en su catálogo estas fuentes verdes coronadas con la cabeza de un león desde la que se deslizaba un caño de agua de las fauces felinas.

La idea atrajo rápidamente a José María Villanueva, maestro de obra del Consistorio, en parte porque el león es el animal que figura en el escudo de la ciudad, y decidió adquirir una para probarla por unos 120 francos.

La iglesia de San Nicolás con una de las fuentes instaladas en sus inmediaciones en 1940. RAFAEL BOZANO GALLEGO. Fotografía cedida por el Archivo del Ayuntamiento de Pamplona.
La iglesia de San Nicolás con una de las fuentes en sus inmediaciones en 1940. RAFAEL BOZANO GALLEGO | Fotografía cedida por el Archivo municipal de Pamplona (AMP).

Tras un viaje en barco de vapor desde Liverpool, la fuente llegó hasta Pamplona en donde se testó con éxito y, pasados unos meses, se aprobó la compra de una docena de estos elementos para instalarlos en diferentes puntos de la capital navarra, al igual que otras ciudades del mundo también las adquirieron.

En el caso de Pamplona, no se pusieron todas y algunas fueron directamente a parar a los almacenes municipales, dado que el suministro de agua en aquella época todavía era muy limitado.

Pasado un tiempo, a mitades del siglo XX y con una red de aguas más amplia, el Ayuntamiento de Pamplona entregó una de estas fuentes a Casa Sancena para adaptar el modelo y poder fabricarlas en masa por un precio que rondaba las 70.000 pesetas de la época (unos 420 euros de ahora).

Pronto, Casa Sancena se convirtió en una de las empresas preferidas de las autoridades pamplonesas después de especializarse en mobiliario urbano.

Fuente y abrevadero de Aranzadi 1955. JULIO CÍA. Fotografía cedida por el Archivo del Ayuntamiento de Pamplona.
Fuente y abrevadero de Aranzadi 1955. JULIO CÍA | Fotografía cedida por el Archivo municipal de Pamplona (AMP).

Por ejemplo, en sus talleres se fraguaron los más de tres kilómetros de barandillas que visten la ciudad, algunos modelos de papeleras y muchas de las tapas de alcantarilla que todavía se encuentran si uno va mirando al suelo, aunque cueste en una ciudad como Pamplona.

Mobiliario urbano de Pamplona de Casa Sancena. IÑIGO ALZUGARAY
Barandillas con el león fabricadas en la antigua Casa Sancena. IÑIGO ALZUGARAY

CASA SANCENA, DEL ÉXITO AL CIERRE

En 1848, Salvador Pinaquy, natural de Baiona (Francia), y José Sarvy se unieron para fundar la sociedad ‘Salvador Pinaquy y Compañía’ con el objetivo de crear un negocio relacionado con la herrería, la fundición y maquinarias agrícolas en el molino de Caparroso, en el barrio de la Magdalena de Pamplona.

Pronto, su catálogo se vio aumentado con numerosas máquinas agrarias que preparaban una veintena de sus trabajadores, logrando gran éxito en el incipiente mundo de la mecanización de la agricultura como así quedó patente en la Exposición Agrícola de Madrid (1857).

Por ejemplo, a nivel local, la empresa fundada por Pinaquy fue la encargada de construir en 1875 el sistema de cadenas y poleas que permiten realizar la denominada ‘maniobra de Derché’ en el Portal de Francia y que, en la actualidad, solo puede verse cada 5 de enero con la llegada de los Reyes Magos a Pamplona.

Sin embargo, uno de sus mayores logros fue poner fin a la escasez de agua en menos de un mes tras el sitio de Pamplona por el ejército carlista, y lo hizo a través de un novedoso sistema de bombeo con el que se traía el agua de un manantial ubicado a orillas del Arga hasta el depósito municipal.

Esta fue la ‘semilla’ de la conocida posteriormente como Casa Sancena en la capital navarra, que pronto trasladó sus instalaciones hasta la calle Mayor con las consiguientes molestias a los vecinos por ruidos y humos procedentes de la fundición.

En 1890, con la muerte de Pinaquy, la empresa pasó a manos de su cuñado, Martín Sancena, quien poco a poco fue reorientando el negocio hacia la fabricación de elementos de mobiliario hasta su fallecimiento en 1925, momento en el que toma las riendas su hijo.

Ejecutiva extraordinaria de UPN tras el conflicto con sus dos diputados en el Congreso de los Diputados. IÑIGO ALZUGARAY
Dos tapas de registros elaboradas en la fundición Casa Sancena, en Pamplona. IÑIGO ALZUGARAY

Precisamente, Carmelo Sancena se percató de que, dado el volumen de trabajo que tenían, los talleres comenzaban a quedarse pequeños por lo que decidió el traslado a una nueva nave en la Rochapea donde permaneció hasta la reorganización del barrio en 2003.

Por último, Casa Sancena se trasladó al polígono de Agustinos, su última ubicación.

La empresa, herida de muerte ante una creciente crisis económica que amenazaba a estos negocios, no pudo remontar y cerró sus puertas definitivamente en 2006 con la convicción de haber contribuido durante su largo recorrido a la industrialización de la ciudad y cuyos recuerdos, aún presentes en muchas calles de la ciudad, constituyen su mejor legado.


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