Se podría decir que a Saturnino Gómez Rosas San Fermín le vio nacer y de aquello han pasado ya 63 largos años de recuerdos en blanco y rojo.
Sus primeros compases en la fiesta llegaron casi a modo de nana y, poco a poco, este hombre de Malpartida de la Serena (Badajoz) se ha ido impregnando de una fiesta ajena pero que ha hecho suya hasta convertirla en la forma ganarse la vida.
Mucha culpa de todo esto la tienen sus padres.
Ambos llegaron por primera vez a Pamplona hace casi 80 años e instalaron un primer puesto de venta ambulante en el Paseo de Sarate.
Antiguos pioneros en una fiesta que ahora ya ha visto casi de todo.
Sin embargo, y con el paso de los años, el oficio ha sido asumido por Saturnino y su familia, que regenta seis de los puestos ambulantes que cada año saca el Ayuntamiento de Pamplona a subasta.
Uno para el hermano, otros para los sobrinos y así esta familia se 'disemina' por una ciudad que durante nueve días al año se contagia de fiesta internacional.
Pero los grandes éxitos son cosa del pasado y estos Sanfermines, Saturnino Gómez reconoce que el negocio se está resintiendo.
"El turista de calidad, que compraba mucho, ya no viene y este es el cuarto año que sufrimos un descenso en la facturación", reconoce este vecino de Extremadura frente a su puesto en la parte trasera de la antigua estación de autobuses de Pamplona.
Ni siquiera los diseños propios de sus camisetas, que los tienen, han sido estas fiestas revulsivo suficiente para atraer a compradores que, al menos, suplan los costes que tiene instalar un negocio como este en la ciudad.
Entre 4.000 y 5.000 euros cuesta levantar cada uno de sus tenderetes en Pamplona y este año "las ganancias son un 50 % menos que las del pasado", añade con un tono pesimista.
La poca afluencia en estas fiestas ha mermado su negocio y las expectativas no parecen mejores. "No confío en levantar lo perdido durante este último fin de semana", señala Gómez.
De entre toda su oferta, los pañuelos y las fajas, como diría la popular ranchera, siguen siendo los reyes de su negocio, que ahora se ve 'maltratado' por la cantidad de manteros que campan a sus anchas en la parte más alta de la calle Carlos III.
"Entiendo que tienen que ganarse la vida, pero a nosotros nos están haciendo mucho daño; al igual que las tiendas que cuando llega San Fermín reconvierten sus negocios para vender lo mismo que traemos nosotros", expone el comerciante.
"Antes, Pamplona era muy seria y se luchaba para que los que vendíamos tuviéramos nuestra parcela".
Sin embargo, este asunto, al igual que las fiestas, ha cambiado y ni la mejor posición hace que remonte económicamentes en unos Sanfermines tildados de "flojos y sin casi turistas en las calles"
(Puesto ambulante en el que trabaja Marta Martínez en la confluencia entre el Paseo de Sarasate y la Plaza del Vínculo. FOTO: MIGUEL OSÉS)
Por su parte, una de sus empleadas, Marta Martínez (28 años), también coincide que la "poca gente" ha lastrado el negocio. Se trata de la primera vez que esta joven trabaja en este tipo de negocios que se mantienen abiertos casi 24 horas.
"No esperamos remontar", señala al mismo tiempo que reconoce que en este puesto, situado en la confluencia de Paseo de Sarasate y la plaza del Vínculo, las sudaderas son uno de los productos más demandados, especialmente en días de frío.
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