Pamplona está disfrutando de las fiestas de San Fermín, pero en el número 1 de la calle Mayor, en pleno corazón del Casco Antiguo, el ambiente es otro. Los escaparates lucen prendas blancas, batas y camisetas de algodón rebajadas a mitad de precio, y dentro se escucha el murmullo constante de clientes que entran y salen con bolsas bajo el brazo. El cartel de “liquidación total” lo deja claro: se acerca el final de uno de los comercios más antiguos de la ciudad.
La tienda, estrecha pero profunda, conserva su esencia: un largo mostrador de madera antigua a la derecha, baldas hasta el techo llenas de ropa cuidadosamente ordenada, y un trato cercano que ha resistido generaciones. En estas fechas, las dependientas apenas han dado abasto. “Estaremos hasta agotar existencias”, repiten, mientras colocan camisas, pijamas y pantalones vaqueros para una clientela fiel y nostálgica.
Pocos escaparates han sido tan familiares para los pamploneses como el de este comercio, que ha vestido a la ciudad durante más de un siglo. Su especialidad han sido siempre las mantas, pero también ha despachado sábanas, trajes regionales, ropa interior, prendas de trabajo y artículos del hogar. En estos días, ha vuelto a ser punto de paso obligado, en medio del bullicio sanferminero.
Sucesores de Ortega, o simplemente Ortega, abrió sus puertas en 1900 de la mano de Bonifacio Ortega, a quien todos conocían como Boni. Durante años se habló de la tienda como “Casa Boni”.
Bonifacio falleció en 1935 en un accidente, y el negocio pasó entonces a su hijo José Ortega, quien lo mantuvo hasta 1965. A partir de ese año, la tienda quedó en manos de dos de sus dependientes: Daniel Cayuela Ortega y José Manuel Navarro, que dieron origen al nombre actual: Sucesores de Ortega.
Tras la jubilación de los empleados que han estado en la tienda tanto tiempo como Jesús Chocarro y Francisco Navarro, las dependientas Marta Mateo, Beatriz Ciprés, María Lestado y Mari Jose Peña son quienes están afrontando el cierre del comercio.
Los propietarios actuales, herederos de Daniel y de José Manuel, "agradecemos a ellas y a nuestros clientes el cariño que nos han dado durante tanto tiempo. A ellas su servicio y a la clientela su fidelidad".
Con la liquidación en marcha y el letrero de descuentos colgado en la puerta, Pamplona se despide estos días no solo de unas rebajas más, sino de un pedazo vivo de su memoria comercial.