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LA FIESTA

La Comparsa de Gigantes y Cabezudos, una tradición que engancha a mayores y pequeños

Conversación con Jesús Mari Ganuza, presidente de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos de Pamplona, y  Enaut Andueza, bailador de gigantes.

Un niño besa a la gigante americana Braulia durante la despedida de la comparsa de Gigantes y Cabezudos de Pamplona durante San Fermín en los Sanfermines de 2015. ÍÑIGO ALZUGARAY
Un niño besa a la gigante americana Braulia durante la despedida de la Comparsa en San Fermínde 2015. ÍÑIGO ALZUGARAY

Mira qué cara”, dice Jesús Mari Ganuza, presidente de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos de Pamplona, al enseñar una foto en la que se ve cómo un niño mira embobado a un kiliki. Esa es, precisamente, la realidad de la Comparsa: la ilusión que provocan en el público y la de los propios portadores, que también es muy grande. “Es algo que engancha”, cuenta. Y Enaut Andueza, que lo ha vivido desde pequeño y entró a formar parte en 1999, es el claro ejemplo de ello. Su padre llevaba a Braulia, la negra, el mismo gigante que lleva él ahora tras pasar primero por el resto de figuras. Pero cuando era un crío se pasaba las mañanas bajo las faldas de la Reina Europea y los pies de Jesús Mari, que la bailó durante treinta años.

El actual presidente entró a la Comparsa en el año 1978. “Nosotros teníamos unos gigantes pequeños en un local de la calle San Juan de la Cadena e íbamos por toda la Cuenca de Pamplona porque en aquellos años no había gigantes en esas zonas. Un día, en fiestas de Iturrama, vino un señor que tocaba el tambor, Jesus Mari Viguiristi, hablamos y me vine”, cuenta sobre su primer contacto con el mundo de los gigantes y con la propia sociedad sin ánimo de lucro que preside desde el año 2000.

La Comparsa de Gigantes y Cabezudos de Pamplona está formada por 96 personas y unas 300 están en lista de espera. “Todos los días de actuación salen a la calle 66 personas más 21 gaiteros contratados. En total son 25 figuras. En cada gigante van tres y en cada cabeza dos”, cuenta Ganuza. Además, les acompañan los txistularis, que van detrás de Braulia y también son miembros de la Comparsa. “No todo el mundo quiere lo mismo —comenta Jesús Mari—; hay unos que quieren llevar un kiliki y otros bailar un gigante, por ejemplo. No todo el mundo vale para bailar”. La principal cualidad que debe tener un potencial portador de gigantes es el buen oído, tal y como afirman Enaut y Jesús Mari, que llevan a sus espaldas muchos años recorriendo las calles de Pamplona. “Lo demás se aprende, todo se aprende”, añade el presidente.

TAREA COMPLICADA

Ser los pies de un gigante no es nada sencillo. Pesan unos sesenta kilos y, además, hay que mantener el equilibrio y bailar. Antes los bailes no tenían tanta importancia como ahora, lo que no quiere decir que se bailara peor, sino que era diferente. Tampoco había ensayos mientras que, en la actualidad, se reúnen cada miércoles y cada sábado, normalmente a partir de Semana Santa, para ponerse al día con las coreografías. Lo hacen hasta la tercera semana de junio, momento en el que los habitantes más grandes de Pamplona pasan por el taller. Jesús Mari, que lanzó el chupinazo en el año 2010, cuenta que en los años noventa comenzó esta inquietud por querer mejorar el aspecto rítmico de la Comparsa. Aquellos años también fueron testigos de cómo cada vez acudía más gente a verles. Varios dantzaris, “que vienen con mucha disciplina”, entraron a formar parte de la Comparsa y, poco a poco, se fue fraguando lo que hoy en día se disfruta cada mañana de San Fermín.

Enaut Andueza (izda), bailador de la giganta Braulia, y Jesús Mari Ganuza (dcha), presidente de la Comparsa.

Ahora bien, no todos los años se hace uso de todos los bailes. “Cuando hago los recorridos decido qué se hace en una calle y qué en otra y lo hago en función de cada sitio, del espacio”, explica Jesús Mari. Además, no es lo mismo bailar un rey que una reina, especifica Enaut; y, cuando ensayan, deciden quién va a bailar qué. “Cada uno tiene su gusto. Se intenta que los ocho vayan a la vez, pero, por ejemplo, las reinas tienen que dar cierta sensación de ligereza”, afirma el portador de la negra, conocido por las vueltas que da con el gigante. En cuanto a la música, en general son canciones de cinco pasos que se pueden tocar con varios bailes. Pero hay algunos, como la era o la dominguera, que tienen su propia canción.

La Comparsa es, sin duda, una de las tradiciones más seguidas y queridas de las fiestas. “Si esto está así ahora es porque se ha mimado, se ha cuidado”, declara el presidente. Ambos miembros coinciden en que se encuentra en un momento de auge y ellos mismos ven cómo cada año acude más público. Y no se trata solo de gente de Pamplona o de Navarra; también hay incluso quien viene desde San Sebastián, Irún o Bilbao.

De momento, las figuras de la Comparsa esperan en la estación de autobuses a que comiencen los ensayos y su reparación. Tras unos meses dormidas, su despertar está cada vez más cerca. Están todas en fila, frente a una pared que muestra en fotografías su historia. Pero también la de Jesús Mari, la de Enaut, la de su padre, la del resto de miembros… y la de los propios pamploneses. Si hay algo que recalca Enaut es que la ilusión de la que se hablaba al principio no está solo en los más pequeños; solo hay que fijarse en la cara de alegría de los mayores cada vez que los ven bailar.


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