• domingo, 22 de junio de 2025
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SAN FERMIN

La historia de amor que ha conmovido al jurado del concurso de microrrelatos de San Fermín

En esta edición se han recibido un total de 693 relatos procedentes de 25 países de todo el mundo.

Fptp de familia de los ganadores del XVII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín. CEDIDA
Fptp de familia de los ganadores del XVII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín. CEDIDA

Una historia de amor”, de Marcos Sánchez Mongay, ha logrado el primer premio en el XVII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

El relato ganador es un homenaje a Mari Ganuza, histórico portador de Joshepamunda, la reina europea de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos, fallecido este año. A través de la narración el texto evoca los recuerdos compartidos entre la figura y su portador, desde los bailes hasta los momentos de intimidad y cuidado.

El segundo premio ha sido para “La pintura”, de Vanessa Proaño Puerta, una historia fantástica en la que el toro del Guernica desaparece del cuadro de Picasso para reaparecer misteriosamente en los encierros.

El tercer premio ha recaído en “El último trofeo”, de Miguel Ruiz López, un texto ingenioso que retrata a un coleccionista de refranes decidido a enfrentarse literalmente al toro por los cuernos.

Además de los tres relatos premiados, el jurado ha seleccionado otras siete obras finalistas que formarán parte del tradicional libro trilingüe que se distribuirá gratuitamente en librerías, bibliotecas y locales hosteleros de Pamplona. Estas obras son: “Hemos de ir”, de Leticia González García; “Etxekoandre (En un hogar pamplonica)”, de Juan Ignacio (Iñaki) Arbilla Ruiz; “A Pamplona hemos de ir”, de Juana María Igarreta Egúzquiza; “DEFCON 2”, de José Javier Gamboa; “Este año tampoco”, de Juan José Tapia Urbano; “Diasporaren alaba”, de Bidatz Villanueva Echagüe; y “El testigo más cercano”, de Jorge Pérez Díez.

Las obras se han presentado en los tres idiomas admitidos por el certamen: castellano, euskera e inglés. El jurado ha destacado la diversidad de estilos y enfoques, así como el creciente interés internacional por el concurso, que año tras año amplía su alcance y prestigio.

En esta edición se han recibido un total de 693 relatos procedentes de 25 países, entre ellos España (557), Argentina (33), Colombia (20), Cuba (20), México (14), Chile (7), Ecuador (7), Venezuela (6), Perú (5), Estados Unidos (3), Uruguay (3), República Dominicana (3), Francia (2), Austria (2), Alemania (1), Luxemburgo (1), Países Bajos (1), Brasil (1), Letonia (1), Bolivia (1), Reino Unido (1), Italia (1), Honduras (1) y Polonia (1).

Microrrelato ganador XVII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

Una historia de amor

Escucha a alguien gritar “¡en diez minutos salimos!” limitándose a dejar que las palabras le entren por un oído y le salgan por el otro. El sonido de la jarana exterior se cuela por la puerta entreabierta y ella, aunque nota el clásico cosquilleo bautismal de los seis de julio, siente en verdad que está pero sin estar. Piensa en él. En sus momentos juntos. En cómo le hizo feliz llevándola a bailar y en cómo creía volar al despertar los aplausos de quienes les rodeaban. Piensa en sus bromas y sus llantos. Sus silbidos y sus jadeos. En sus confidencias compartidas cuando, a solas, sus rostros se acercaban y noviembre parecía primavera porque él le acariciaba la piel para esconderle las imperfecciones. Piensa en sus manos desnudando su cuerpo desde el cuello hasta el suelo y vistiéndola de nuevo con sumo cuidado. Botón a botón. Pliego a pliego. Susurro a susurro: cada año estás más guapa. Y piensa, sobre todo, en cómo se estremecía al sentirlo dentro.
—Joshepamunda, ¿tanto le echas de menos? —pregunta Esther Arata para rescatar a su amiga del ensimismamiento.
—No digas tonterías —responde—. ¿Acaso piensas que soy humana? Quedan cinco minutos.
(A Mari Ganuza)

Segundo premio

La pintura

La noticia abrió telediarios, llenó las redes de memes y originó un debate internacional. Aquel seis de julio, el Guernica había amanecido sin su famoso toro. Ante la mirada atónita de los visitantes del Reina Sofía, el lienzo de Picasso mostraba un hueco en blanco allá donde debía estar la imponente figura del astado. Restauradores y conservadores acudieron con lupas que aumentaban monstruosamente sus ojos, espátulas, bastoncillos y un sinfín de instrumentos con los que trataron, en vano, de hallar al trágico personaje. Tras una semana de ausencia inexplicable, el director del museo anunció, con voz entrecortada, que el toro había regresado.
—Ha vuelto para ocupar el lugar que le corresponde —dijo en rueda de prensa—. Ya está en casa.
—¿Cree que este suceso está relacionado con esos charcos de pintura con los que tantos mozos han resbalado en los Sanfermines de este año? —preguntó un joven periodista—. Hay testigos que afirman que uno de los toros parecía algo deforme...
—¡Sí, de estilo cubista, claro! —ironizó el director provocando las carcajadas de los presentes. Nervioso, no pudo evitar mirar el cuadro donde el toro chorreaba algo de pintura por las patas y lucía un semblante culpable—. Insisto: niego rotundamente cualquier relación.

Tercer premio

El último trofeo

Íñigo se levantó con esfuerzo. No había pegado ojo en toda la noche. Como cada año, se puso los pantalones y la camisa blanca, anudó el pañuelo rojo al cuello y se ciñó la faja. Pero aquella vez era distinto. Bajó las escaleras. En la cocina le esperaban café, pan y algo de chistorra. Pasó de largo: los nervios bloqueaban su apetito. Para darse ánimos, se dirigió al salón. Allí, alineados con orgullo, colgaban los recuerdos de sus hazañas pasadas. En un cuadro aparecía él mismo examinando la dentadura del caballo que le habían regalado. Otra fotografía captaba el momento en que, pública y solemnemente, había pedido peras a un viejo olmo. La lista era interminable: su excursión por los cerros de Úbeda, la sesión de fritura de espárragos, aquella cuchara de palo que le regaló al herrero del vecindario... Y aún quedaba mucho por hacer. Porque sí, Íñigo era un cazador de refranes y frases hechas. La literalidad era su obsesión. Salió de casa y se dirigió a la Cuesta de Santo Domingo con paso firme. Estaba decidido. Tocaba coger al toro por los cuernos. Y quizá también le pillaría el toro.

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