¿Es suficiente lavarse la cara con agua? ¿Cuántas veces al día es recomendable ducharse? ¿Debemos usar esponjas? Aunque la piel es el órgano más extenso del cuerpo humano y una de nuestras principales defensas frente al entorno, sigue siendo una gran olvidada en muchas rutinas de cuidado diario. Y lo peor: no siempre sabemos cómo tratarla bien.
Según el Consejo General de Enfermería, cuidar la piel no es solo una cuestión estética, sino una necesidad clínica. Las enfermeras, que suelen ser el primer contacto sanitario con el paciente, tienen un papel clave en la detección de alteraciones, el acompañamiento y la educación sobre rutinas de higiene adaptadas a cada tipo de piel.
Una de las principales advertencias lanzadas por profesionales del Consejo es clara: ni solo agua, ni limpieza excesiva. Según un estudio compartido por el organismo, un 43% de la población se limpia la cara solo con agua por la mañana, y un 26% repite el hábito por la noche. En el otro extremo, un 18% se lava la cara tres o más veces al día, lo que puede dañar la piel.
“Una limpieza excesiva elimina la barrera cutánea que nos protege”, ha advertido Carolina Lázaro, enfermera de Dermatología del Hospital Universitario Rey Juan Carlos. “La recomendación general es lavarse la cara dos veces al día como máximo, y hacerlo con productos adecuados”.
También se aconseja evitar duchas largas, usar agua tibia, jabones suaves y prescindir de esponjas, ya que pueden convertirse en focos de microorganismos. Al secarse, lo ideal es hacerlo con pequeños toques, sin frotar. Y tras la higiene, aplicar emolientes adaptados al tipo de piel.
Limpiar la piel del rostro solo con agua no basta, especialmente por la noche, cuando acumulamos restos de maquillaje, contaminación o sudor. “El agua no elimina sustancias liposolubles”, recuerda Mercedes Abarquero, especialista en comunicación científica. Por eso es fundamental usar productos con pH equilibrado, activos dermocosméticos y fácil aclarado.
Abarquero subraya que las enfermeras tienen un papel clave en enseñar a los pacientes cómo usar correctamente los productos de higiene, adaptándolos a sus necesidades reales. “No se trata solo de limpiar, sino de hacerlo bien, con criterio y constancia”, indica.
No todas las pieles son iguales, ni lo son a lo largo de la vida. Por eso, los cuidados deben ser personalizados. Así lo defiende la dermatóloga Mayte Truchuelo, del Hospital Universitario San Rafael, quien señala que las necesidades cambian con la edad, las estaciones del año, el estado hormonal o el metabolismo.
Entre las patologías más comunes, cita la piel grasa, el acné, la sequedad, la rosácea o el fotoenvejecimiento en el rostro, y la psoriasis o la dermatitis atópica en el cuerpo. “En pieles sensibles o reactivas, una limpieza mal realizada puede empeorar mucho la situación”, advierte.
Por ello, insiste en adaptar la frecuencia, la formulación y los activos de los productos de limpieza. Y recuerda que la higiene debe completarse con una hidratación adecuada y fotoprotección cuando sea necesario.
Desde el Consejo General de Enfermería se insiste en que el cuidado de la piel debe formar parte del enfoque integral de la salud, y que los profesionales sanitarios, especialmente las enfermeras, deben contar con formación y herramientas para educar a la población en rutinas eficaces y seguras.
“Una piel cuidada no solo se ve mejor: también funciona mejor como barrera protectora, previene infecciones y mejora la calidad de vida de quien tiene alguna patología cutánea”, subrayan desde el Consejo.