Cristian Burusco Arrese, de 38 años, lleva toda una vida ligada al mundo del ganado. Desde su infancia, con las vacas en la cuadra de casa, hasta su instalación como ganadero a título principal en 2014.
Ahora, Burusco cuenta con 80 vacas madre y unas 20 de recría de raza pirenaica.
¿Cómo empezaste en el mundo de la ganadería?
Vengo de una familia ganadera. En casa, las vacas estaban en la cuadra, justo debajo de donde vivíamos, como se hacía antiguamente. Mis padres decidieron construir una nave, y desde pequeño siempre estuve rodeado de ganado. Me instalé oficialmente en 2014, cogiendo parte de la explotación de mi madre, aunque ella conservó una pequeña parte.
¿Siempre tuviste claro que querías ser ganadero?
Sí, siempre me ha gustado. Estudié una FP en Iruña, trabajé allí y también con un tractor para compaginarlo con la ayuda en casa. Pero cuando el volumen de ganado creció y ya teníamos las instalaciones, decidí instalarme. Me gusta este trabajo, que a la vez es una forma de vida.
Hiciste el curso de incorporación de jóvenes al sector agrario de INTIA. ¿Qué te pareció?
Muy bien, me ayudó mucho. Además, en el curso me saqué el carné de fitosanitarios, que me vino fenomenal. Fue una buena experiencia y creo que es una buena herramienta para quienes empiezan en este sector.
Formas parte de la IGP Ternera de Navarra.
Entramos, por un lado, para dar nombre y reconocimiento a nuestro producto. Hay que cumplir varios requisitos, especialmente los que tienen que ver con el bienestar animal: garantizar espacio, limpieza y pasar inspecciones periódicas. Todo esto asegura la calidad y ayuda a posicionarnos en el mercado.
¿Qué importancia tienen estos controles?
Un animal que está cómodo y bien cuidado se mantiene sano, lo que reduce enfermedades y mejora la calidad de la carne. Aquí en Iriberri las vacas están en extensivo: pasan tiempo en el monte, pero los inviernos son duros y cinco meses al año tienen que estar en la cuadra. Para nosotros, es clave garantizar que estén en condiciones óptimas tanto dentro como fuera.
Recientemente te has aventurado a criar bueyes. ¿Cómo fue esa experiencia?
Siempre hablábamos en casa de probarlo, pero es arriesgado por el tiempo y los costes. Al final, un día decidimos intentarlo con un ternero que destacaba por su tamaño. Con años de cuidados y cebándolo en invierno, creció bien, pero el proceso tiene sus riesgos: desde cambios en la alimentación hasta lesiones. Aunque es interesante, no es algo que planee repetir mucho.
¿Cómo ves el relevo generacional en la ganadería?
Es complicado. El sector en sí es duro y no siempre invita a los jóvenes a quedarse. Además, en zonas como esta, donde los inviernos son largos y duros, la instalación puede ser más difícil. Sin embargo, si tienes una base —instalaciones, ayuda familiar—, es algo más llevadero. Pero hay que tener en cuenta que de momento se depende mucho de las subvenciones y ayudas.
¿Cómo compaginas la vida personal con la profesional?
De momento lo llevo bien gracias al apoyo de mis padres, hermanas y mi pareja, que entienden el trabajo. Tengo dos hijos, y sin ese respaldo sería mucho más complicado. Este oficio te ata mucho, y necesitas una red de apoyo para poder gestionar tanto el trabajo como la familia.
¿Has introducido cambios en tu explotación respecto a cómo lo hacían tus padres?
Sí, por ejemplo, instalamos cámaras de vigilancia y un detector de partos. Esto facilita mucho el trabajo porque te avisa si hay problemas y puedes supervisar sin necesidad de estar constantemente subiendo. Son pequeños avances que ahorran tiempo y esfuerzo.
¿Qué proyectos tienes para el futuro?
Me gustaría cerrar el ciclo productivo: criar el ternero con su madre, cebarlo y llevarlo a matadero. También me gustaría ser lo más sostenible posible. Es un proyecto ambicioso, pero creo que sería beneficioso tanto para la explotación como para el consumidor.
¿Qué importancia tiene para ti el producto de cercanía y el kilómetro cero?
Muchísima. Saber que tu producto es consumido por gente de la zona, incluso conocidos, es gratificante tanto económica como moralmente. Creo que apoyar el producto local beneficia a todos: ganaderos, carniceros y consumidores.
¿Qué le dirías a alguien que quiere iniciarse en la ganadería?
Le diría que lo haga, pero que tenga en cuenta tanto las ventajas como las dificultades. Es una forma de vida que requiere esfuerzo y compromiso, pero también da muchas satisfacciones.
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