Navarra es una tierra llena de rincones con encanto, donde cada pueblo, paisaje y monumento refleja la riqueza cultural y natural de este lugar. En el corazón de este territorio, un pequeño núcleo rural destaca por su tranquilidad y belleza, ofreciendo a quienes lo visitan una combinación única de arquitectura tradicional, historia y espectaculares paisajes.
Situado en el valle de Larraun, este enclave se convierte en un refugio perfecto para quienes desean explorar la naturaleza en estado puro, descubrir tradiciones ancestrales y disfrutar de la serenidad que solo los pueblos más auténticos pueden ofrecer.
Situado a 610 metros sobre el nivel del mar, el pequeño pueblo de Iribas, con apenas 43 habitantes, es un enclave lleno de encanto y riqueza natural.
Este núcleo rural se encuentra enclavado en la orilla oriental de la meseta que forma junto a Baraibar, ofreciendo a los visitantes una combinación perfecta de arquitectura tradicional y espectaculares paisajes.
Las casas, construidas en la llanura, destacan por su estilo tradicional navarro, especialmente los baserri, típicos de la región. A este atractivo se suma la iglesia protogótica de San Juan Bautista, un monumento del siglo XIII con una hermosa torre estilizada y una portada que, protegida por un pórtico, da cuenta de la historia que envuelve a este tranquilo rincón de Navarra. En la entrada del pueblo, un pequeño frontón cubierto añade un toque característico a este paisaje rural.
Para llegar a Iribas en coche, basta con tomar la carretera que conecta Lekunberri con Madotz y, al llegar al puente del molino Alliko, desviarse a la derecha sin atravesarlo. La ubicación del pueblo lo convierte en un punto estratégico para explorar los alrededores, donde la naturaleza es la gran protagonista.
Uno de los principales atractivos de Iribas son los nacederos de Basakaitz y Aitzarrateta, puntos de origen de los ríos Larraun y Etzilla. Desde el aparcamiento en la margen izquierda, antes de entrar al pueblo, comienza un paseo que lleva directamente al manantial Basakaitz, rodeado de un paisaje idílico que invita a conectar con la tranquilidad del entorno.
Siguiendo este camino, se pasa por la cueva de Lezegalde y el nacedero del Etzilla, para finalmente llegar al manantial de Aitzarrateta, un rincón mágico donde los arroyos soterrados añaden un toque místico al recorrido.
El paseo puede realizarse en un circuito, volviendo al pueblo por un camino más recto o incluso recorriéndolo en sentido inverso. Esta ruta permite disfrutar de la esencia de Iribas, donde la naturaleza y el patrimonio se entrelazan para ofrecer una experiencia única.
Con sus paisajes verdes, su tranquilidad y la riqueza de su historia, Iribas es el destino perfecto para los amantes de la naturaleza, el senderismo y el patrimonio rural.
