• viernes, 26 de abril de 2024
  • Actualizado 00:00

Opinión / San Fermín

Cinco de mayo: Miguel Bergasa

Hoy 5 de mayo dedicamos el escalón al fotorreportero e incansable viajero Miguel Bergasa. De sus colecciones fotográficas, la de Sanfermines transmite un sentimiento que delata el origen pamplonés del autor.

San Ferm4-103 Recortada

Miguel Bergasa ha viajado por medio mundo, principalmente por Latinoamérica, realizando reportajes fotográficos. No obstante, su bautismo de fuego y donde verdaderamente se curtió en el reporterismo fue en las fiestas de San Fermín. A pesar de todo, Bergasa es profeta en su tierra; en Pamplona admiramos sus colecciones fotográficas de ultramar, y cómo no, la de Sanfermines. En 2018 presentó una selección de sus mejores fotos sanfermineras, realizadas a lo largo de tres décadas, en el Palacio del Condestable. Esa colección, por su calidad y originalidad, delata el origen pamplonés de su autor.

La foto de este escalón constituyó el cartel y la portada del catálogo de aquella exposición, fue tomada el 6 de julio de 1974 en la plaza del Castillo a la hora del Chupinazo. En aquel momento la plaza Consistorial estaba, como siempre, atiborrada de gente. La imagen trasmite alegría y representa la explosión de la fiesta, que no necesariamente tiene que ser con la vista puesta en la fachada del Ayuntamiento, sino en cualquier rincón de Pamplona y nunca mejor que en el corazón de la ciudad: la plaza del Castillo.

Fotografía tomada el 6 de julio de 1974 en la plaza del Castillo a la hora del Chupinazo.
Fotografía tomada el 6 de julio de 1974 en la plaza del Castillo a la hora del Chupinazo. MIGUEL BERGASA

Bergasa utilizó una Asahi Pentax Spotmatic SP con objetivo Takumar 50 mm f/1.4, con la película estándar de la época, Kodak Tri-X 400. Y es que para el autor aquella Asahi guarda cierto sentimentalismo: fue su primera cámara, que la había adquirido unos meses antes con el sueldo de un trabajo de verano a un japonés, Naoki Ota, en el Rastro de Madrid. Naoki estudiaba en la universidad, los domingos instalaba un puestito para vender abalorios y piedritas traídas de Marruecos. Debajo ocultaba algunas cámaras que había comprado a turistas japoneses al finalizar sus vacaciones.

En aquella época, que los historiadores denominan tardofranquismo, se vivía el fin del régimen de Franco al que le quedaba poco más de un año. La víspera de San Fermín se presentó en Pamplona el ministro de Información y Turismo, Pío Cabanillas Gallas, que reconocía ser “un partidario total y acérrimo de los sanferminese incluso afirmó haber corrido dos encierros. A pesar de la coba, el ministro franquista no logró que le dejasen disparar el Chupinazo; diez años antes un antecesor en el cargo, el inefable Fraga Iribarne, con menos méritos sanfermineros, prendió la mecha del cohete anunciador de la fiesta desde el balcón de la Casa Consistorial.

Así en 1974, sin concesiones al Gobierno franquista, le correspondió disparar el Chupinazo a la autoridad local, concretamente al teniente de alcalde y presidente de la Comisión de Relaciones y Cultura, Javier Rouzaut. En el acto proclamó urbi et orbi el tradicional: ¡Viva San Fermín! Sin el gora, que se añadiría posteriormente.

Miguel Bergasa prefiere las imágenes en blanco y negro, con ellas – según dice- se expresa mejor que en color y además confiere al retrato cierta atemporalidad. Sentimos disentir de este último concepto que pudiera ser válido en la mayoría de los casos; sin embargo, en esta foto concreta detectamos tres evidencias que delatan una época pasada que echan por tierra esa pretendida atemporalidad.

En primer lugar, contamos hasta tres boinas, supuestamente rojas, que eran una reminiscencia carlista, o bien un complemento de un atuendo de turistas, principalmente franceses. Lo cierto es que en la actualidad las boinas rojas están en desuso. En segundo lugar, observamos la fachada de la sucursal del Banco de Bilbao (actualmente La Tagliatella) que tras las fusiones bancarias se clausuró.  

El tercer detalle, el más incontestable de los tres: la sombra de las hojas de los plataneros de la plaza del Castillo. Desaparecieron el 23 de julio de 2001, con el inicio de las obras del aparcamiento subterráneo. Aquella madrugada Pamplona se despertó con el ensordecedor ruido de cuatro motosierras que talaron 54 plataneros y 20 acacias de Constantinopla en menos de dos horas. El equipo de gobierno municipal, comandado por Yolanda Barcina, sabía bien lo que les venía encima; por eso, comenzaron la tala con nocturnidad, a las cinco de la mañana, y dado que las empresas locales no quisieron asumir riesgos, fue ejecutada por operarios venidos de Madrid.  

A medida que avanzaba el día, la indignación de los pamploneses crecía al ver el patético espectáculo de los 74 árboles desmochados y desparramados por el suelo. Hubo protestas en las que se mezclaban el rechazo al parking, a la alcaldesa, a UPN y a la inmisericorde tala. Afloró un emocionado sentimiento de pena, unos llegaron a llorar; otros aprovecharon aquel clima de desencanto para montar la bronca, derribaron la valla provisional y provocando altercados con el resultado de seis detenidos. La Policía Municipal desplegó una treintena de agentes que tuvieron que ser reforzados por dos furgones de la Policía Nacional.

Recordemos que el proyecto del aparcamiento había sido aprobado en el pleno municipal del 5 de abril de aquel año, con los votos favorables de UPN y de PSN, adjudicando la obra al grupo FCC. La izquierda abertzale apoyaba a la Plataforma Pro Referéndum Plaza del Castillo, que demandaban una consulta popular para determinar si se construía el aparcamiento. Al final, el ilegal plebiscito se celebró el 29 de septiembre de 2001, con el resultado demoledor de 18.462 votos en contra del parking y 1.018 a favor.

En los diecinueve años que han pasado desde su inauguración, el aparcamiento ha sido un elemento revitalizador del comercio y la hostelería del Casco Viejo, siendo los primeros beneficiarios los residentes (496 plazas del total de 948). Se mire por donde se mire, no hay mejor plebiscito que la bandera roja de COMPLETO que frecuentemente exhibe a la entrada. Si el referéndum hubiese sido vinculante, en tiempo y forma, la economía de la Parte Vieja se habría degradado. Sin embargo, podríamos disfrutar de la sombra de los plataneros como muestra la instantánea de Bergasa.

No nos llamemos a engaños, de todos es conocido el mantra que ha proliferado tras el Brexit: “Los referendos los carga el diablo

La escalera fotográfica de 2023

La escalera fotográfica de 2022


  • Los comentarios que falten el respeto y que no se ciñan al tema de la noticia, podrán ser eliminados.
  • Cada usuario será el único responsable de sus comentarios.
Cinco de mayo: Miguel Bergasa