Desde hace 32 años, David Artigas imparte diversos módulos de fotografía en el grado superior de la Escuela de Arte y Superior de Diseño de Pamplona (EASD-AGDE). Artigas ha practicado el fotoperiodismo para agencia EFE, Diario de Navarra y el Dominical de El País; de esta actividad hemos seleccionado la imagen del escalón de hoy.
(12/07/2005) Callejón de entrada a la plaza de toros (Foto David Artigas, cortesía del autor)
La foto de San Fermín del seis de junio: David Artigas
La foto de San Fermín del seis de junio está tomada por David Artigas Sánchez en el callejón de la plaza de toros de Pamplona el 12 de julio de 2005. Por lo general, las fotos del encierro reflejan el dramatismo del peligro y la emoción de una situación comprometida con los astados. Sin embargo, la fotografía de hoy, lejos de provocar angustia, proyecta una idea un tanto grotesca del encierro, contraria a la ortodoxia que prodigan los corredores experimentados.
Aquel sexto encierro de los Sanfermines de 2005, con toros de Juan Pedro Domecq, fue una carrera limpia que duró 2’ 52”, sin graves incidentes, ni cornadas. Hubo dos traslados a centros hospitalarios por leves traumatismos: un percance con golpe en la cabeza en la cuesta de Santo Domingo; y otro por una contusión en el tramo de Telefónica. La manada fue muy estirada. En parte, debido a que un toro, Pachocho marcado con el número 76, durante el recorrido se lesionó en el posterior izquierdo, consecuentemente hizo la carrera a menor velocidad que sus hermanos; de hecho, fue sustituido por un sobrero para la corrida.
En la fotografía de David Artigas observamos cuatro Juan Pedro Domecq atravesando el callejón, los cuales, antes de acceder a los corrales, dieron una vuelta por el redondel creando peligro y originando la consiguiente limpieza del burladero.
Ahora bien, lo extraordinario se produjo previamente en el callejón, como se aprecia en la parte izquierda de la foto: una pareja de sonrientes asiáticos, parece divertirse en el túnel de acceso al ruedo. Téngase en cuenta que este lugar, a juzgar por el historial de cornadas mortales, es el que entraña la mayor peligrosidad del recorrido del encierro.
(12/07/2005) Callejón de entrada a la plaza de toros (Foto David Artigas, cortesía del autor)
Es una fotografía no buscada que sale por chiripa, para su autor es “de esas fotos que te curras poco; la seleccionó Javier Sesma” y acabó siendo portada de Diario de Navarra del día siguiente. En la esperpéntica escena de la pareja de orientales, encontramos muchos interrogantes; pero, al menos, un hecho incuestionable: el afán proteccionista del hombre sobre su pareja.
Al confrontar la secuencia de instantáneas previas y posteriores, vemos que el hombre siempre está sonriente, posicionado peligrosamente a escasos centímetros de las astas de los toros, no deja de poner la mano derecha sobre el hombro de la mujer. Deducimos también por la postura corporal y las extremidades de la pareja, que no pretenden competir en velocidad con los toros; su ritmo es tranquilo.
La imagen nos suscita el siguiente dilema: ¿esa sonrisa es el reflejo de un divertimento?, o ¿se trata de la expresión de una situación de pánico? Es cierto que los orientales, en particular los japoneses, se caracterizan por tener una sonrisa permanente en su rostro. No es una sonrisa hipócrita, es una cuestión cultural porque son educados desde pequeños para poner su cara más amable al afrontar cualquier tipo de situación. De todas formas, a pesar de tratarse de asiáticos, no nos aventuraríamos a juzgar si se trata de una sonrisa de felicidad.
Los sicólogos dicen que la sonrisa es un gesto inconsciente, propio de humanos, de alegría y felicidad; pero también de miedo y angustia. Al sonreír liberamos endorfinas y otros neurotransmisores que favorecen la sensación de bienestar, al mismo tiempo se reducen los niveles de cortisol y adrenalina, hormonas responsables del estrés. Por ello, la sonrisa puede ser una respuesta inevitable a situaciones estresantes o amenazantes, caso de la conocida “risa nerviosa”.
David Artigas confirma este aspecto “tienen una mueca, nosotros decimos sonrisa, pero es una forma de superar el miedo”. Las dos últimas preguntas que planteamos son: ¿la pareja de asiáticos afrontó el peligro con desconocimiento?, o ¿fue una acción meditada para meterse en el encierro como si fuese El juego del calamar? En cualquier caso, fue una imprudencia que podría haberles costado un disgusto. Tuvieron la fortuna del noble comportamiento de los Juan Pedro Domecq, algo que los lugareños atribuimos al capotillo de San Fermín.
Y es que el encierro de Pamplona, con sus situaciones absurdas y paradójicas, es así.
¿Tienes una tienda, un bar, un restaurante o un local comercial en Pamplona o alguna localidad de Navarra?
¿Quieres salir en nuestra sección de Comercio Local y que miles de personas conozcan todo lo que ofreces con una noticia y fotografías hechas por profesionales?
Escríbenos a esta dirección y hablaremos contigo para contactar cuando antes: [email protected]