Hay películas que pasan a la historia del Séptimo Arte y existen otras cintas que pasan a la historia de uno mismo. Vamos, que no tienen por qué haberse llevado no sé cuántos premios Óscar para ser recordadas.
Las películas bíblicas ya eran buen negocio para los estudios de cine hace varias décadas, incluso sin Mel Gibson que consiguió con su versión de la Crucificción 610 millones de dólares en todo el mundo con una cinta en arameo.