Los árbitros han llegado a un punto, parece que de no retorno, donde amparan y potencian el antifútbol y fomentan la desconexión con los equipos de la segunda parte de la tabla.
¿Y los silencios cómo se compran? Con dinero, como todo en esta vida, amigo contribuyente. Lo que pasa es que en este caso no con el suyo particular sino con el de todos, con el presupuesto público, ya sabes, eso que te dicen que es para sanidad y educación, fachita.