A las tres de la mañana ya está en pie, encendiendo fogones, preparando el género del día y organizando con precisión cada entrega. A esa hora, cuando la mayoría duerme, Carol Ágreda ya ha puesto en marcha una maquinaria que mueve, literalmente, a cientos de personas por todo Navarra gracias a su catering.
Es cocinera, emprendedora, jefa de equipo y madre. “Nada va congelado, ni de víspera. Todo se cocina en el mismo día”, afirma con una energía que desborda incluso tras doce horas de trabajo en las instalaciones que tiene en un pueblo de Tierra Estella.
Tiene 47 años, es de Carcar y empezó en 2012 con lo justo: celebraciones pequeñas, comuniones familiares, alguna fiesta privada. Pero su forma de trabajar —con mimo, calidad, abundancia y detalle— ha hecho que aquella actividad casera se haya transformado en un fenómeno. Hoy prepara banquetes de hasta 630 comensales y en agosto no tiene ni un solo hueco libre. “Desde febrero tenemos la agenda repleta. Es una pasada”, cuenta, todavía sorprendida por el volumen de demanda que han alcanzado.
Durante el curso, el equipo lo forman solo ella y otra cocinera. En verano, en cambio, llegan a ser 15 personas, todas ellas estudiantes. “Son una maravilla. Tengo un equipo que es un regalo. Nos organizamos muy bien: llevamos la comida en cajas térmicas que aguantan cinco horas, y cuando llegamos al pueblo, emplatamos las ensaladas, cocinamos los fritos y asamos el entrecot allí mismo”, explica. Llevan incluso toda la vajilla de cristal, sin escatimar en detalles.
No se trata solo de dar bien de comer. También ofrece aperitivos para empresas, menús semanales para personas mayores o estudiantes, fiestas temáticas, menús veganos, tartas saladas, canapés, pizzas naturales, tartas caseras, bizcochos para guarderías y colegios... Y eso no es todo: organiza decoraciones para fiestas y dirige cursos de cocina creativa. “Lo primero es la calidad y luego la cantidad, que puedan repetir, que se queden a gusto… y eso la gente lo valora muchísimo”, asegura.
Ha trabajado en San Adrián, Andosilla, Acedo, Larrión, Etayo, Mutilva, Huarte, Puente la Reina, Mendigorría, El Busto o Piedramillera, pero también ha cruzado la muga hasta Álava, Zaragoza o Autol, y ha estado en el norte de Navarra, en Elizondo o Eguillor. “Nos recorremos la comunidad con los chupinazos, de fiesta en fiesta, y la gente repite”, relata con orgullo.
A todo esto se ha sumado este año una nueva línea de trabajo: llevan menús en táper a empresas de Pamplona durante el invierno, una forma de mantener la actividad más allá de la temporada alta, que va de marzo a octubre.
Pero el proyecto tiene una raíz más profunda. Carol trabajó durante doce años como directora de un centro, una etapa exigente que dejó huella. “Era muy duro. Te llevabas los problemas a casa. Quería algo diferente, y como me encantaba la cocina, decidí cambiar de rumbo”, explica.
En ese giro vital estuvo a su lado Sergio, su marido, con quien montó el negocio desde cero. “Él falleció hace un año con 46 años. Podía haber cerrado, pero esto es su legado. Lo sacamos adelante entre los dos y ahora lo continúo por él”, afirma, emocionada.
Solo se guarda un fin de semana libre al año: San Fermín. El resto del verano, el tiempo vuela entre viajes, encargos y eventos. Su hija se adapta como puede a ese ritmo, en el pueblo, con el apoyo de la familia. “Da para vivir, pero hay que renunciar a muchas cosas. Aunque como me encanta cocinar, lo disfruto”.
Detrás de todo este despliegue está su empresa, convertida ya en un referente gastronómico para fiestas y eventos: el catering de Carol Ágreda, con base en Ayegui, que ha logrado lo que muchos negocios persiguen durante años: llenar la agenda a base de cocina hecha con alma.
