A sus 78 años, Raúl Aristizabal sigue amasando pizzas con la misma pasión con la que llegó a Pamplona hace dos décadas. Tiene claro que no quiere jubilarse. Ni cerrar. Ni ver pasar la vida desde el otro lado del mostrador. “Yo lo que quiero es seguir trabajando”, confiesa sin rodeos. Por eso ha colgado un cartel de traspaso en su pizzería. No porque quiera marcharse, sino porque necesita moverse. Cambiar de sitio. Buscar un rincón más vivo dentro del mismo barrio.
“Aquí la gente no se detiene. Es una calle de paso. No te ven, no se entusiasman. No hay movimiento”, lamenta mientras repasa las últimas semanas, en las que el flujo de clientes ha sido irregular. Iturrama, dice, se ha hecho mayor. “Entre semana está muerto. Nos acompaña la gente del barrio de viernes a domingo, pero los otros días falta actividad”.
Desde el principio apostaron por una pizza que rompe moldes: rectangular, de 1,5 centímetros de altura, esponjosa por dentro y crocante por fuera. Una mezcla entre focaccia y pizza que se inspira en la tradicional sfincione siciliana. “No es la típica redonda. Tenemos 46 variedades y cada una tiene su toque”, explica con orgullo.
El problema no está en el producto, que goza de valoraciones excelentes en redes sociales, ni en el servicio. “El local está muy bien, tenemos una puntuación altísima, pero no sé dónde estamos fallando para atraer a más gente”, reconoce. Lo que les falta, insiste, es ubicación.
Están convencidos de que en una calle más transitada del barrio encontrarían ese impulso que necesitan. “No hemos mirado todavía otro sitio, pero si aparece una buena propuesta la estudiaremos. Y si no, esperamos a que esto empiece a moverse como el primer año, que fue muy bueno”.
Mientras tanto, no han dejado de innovar. Hace unos meses crearon un espacio nuevo: un salón privado al que han llamado Carlos Gardel, con capacidad para 14 personas, pensado para reuniones o presentaciones de empresa. “Trabaja muy bien los fines de semana”, asegura. También han reforzado el servicio de comida a domicilio a través de plataformas digitales, y el local dispone de un amplio comedor decorado por su hija María.
Fachada de la pizzería La Tablita en la calle Esquiroz 5 de Pamplona. Navarra.com
Dice que se encuentra “fantástico de salud” y que lo que busca es mantenerse activo. “A esta edad el dinero no es lo más importante. Si metes horas, el dinero aparece. Pero yo quiero estar entretenido y que venga gente”.
El local en cuestión se llama La Tablita, está en el número 5 de la calle Esquíroz, y es el segundo hogar de Raúl desde hace año y medio. Ahora busca que el tercero tenga más ruido, más paso, más vida. Porque lo suyo no va de retirarse, sino de seguir al pie del horno.
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