Han pasado años desde que bajó la persiana. Quienes caminaban por el barrio lo veían cerrado y pensaban que ya no volvería. Pero hace unas semanas, el olor a tortilla recién hecha y el sonido de las tazas de café han vuelto a llenar este rincón del barrio de Santa Marta, en Pamplona. Lo que antes era una postal apagada, hoy es un local abierto, luminoso y con clientela entrando y saliendo a distintas horas del día.
Lo que antes era un bar de paso, ha comenzado a recuperar su sitio en este enclave a medio camino entre la Universidad Pública de Navarra, los edificios inteligentes de reciente construcción y el parque Tomás Caballero.
Desde primera hora de la mañana, el trasiego es constante. Gente que baja de las oficinas cercanas, vecinos que hacen parada a media tarde y curiosos que se acercan a ver cómo ha quedado el local tras tanto tiempo cerrado.
Detrás de la barra hay ahora una pareja china que ha decidido apostar por un local con historia. Cuando lo encontraron, lo vieron claro. Han pintado, colocado nuevas mesas y sillas, y han renovado completamente el interior. “Le hemos dado una mano de pintura. Nos dicen que llevaba cerrado entre ocho y diez años, aunque no tenemos el dato exacto”, cuenta uno de los nuevos responsables, que han decorado las paredes con grandes fotografías del encierro de San Fermín.
El local es el bar Iturri, situado en la esquina de la calle Monte Lakartxela 1 con la calle Tajonar. Abierto originalmente en los años 50, cuando comenzaron a construirse las primeras viviendas del barrio, ha sido durante décadas uno de esos bares de barrio con personalidad.
Ofrece pinchos en barra, platos combinados, cafés, bocadillos y tortillas de patata que servían sobre la marcha. En 2001 lo regentaba Mariano Moso, y más tarde tomó el relevo Óscar Andía, hasta que finalmente bajó la persiana poco antes del confinamiento de marzo de 2020.
Quienes lo gestionan ahora no son nuevos en el sector. Llevan quince años viviendo en Pamplona y han trabajado en otros bares y supermercados. La experiencia se nota. “Nos gusta esta zona, es tranquila, verde, la gente es abierta… y las fiestas también”, comenta con una sonrisa. Aunque por ahora no ofrecen menú del día, sí han arrancado con una oferta clara: pinchos variados, bocadillos, cafés y algo de picoteo, ideal para quien no quiere complicarse.
El horario es continuo, pero hay dos momentos clave: “De 11:00 a 13:00 es el rato con más movimiento, sobre todo con trabajadores de oficinas. Por la tarde vienen más vecinos del barrio”, explican. De momento, han decidido abrir todos los días.
Las primeras impresiones no se han hecho esperar. En redes sociales, algunos clientes ya han dejado sus reseñas. “Todo correcto, pero un bar sin más; de esos en los que paras porque te pillan de paso”, ha escrito un usuario que se dirigía hacia el Navarra Arena.
Otro ha compartido: “Paramos a tomar unas cervezas antes de un concierto, y aprovechamos para comer un par de pintxos, entre ellos uno de tortilla de patata. Atención y precios correctos”.
Los nuevos gestores saben que todavía es pronto, pero el balance inicial es positivo. “Estamos contentos. La acogida ha sido muy buena. La gente agradece que haya vuelto a abrir”, afirman. Tras años en silencio, el Iturri ha vuelto a formar parte del paisaje diario del barrio. Y lo ha hecho con ganas.
