Los famosos callos de Casa Paco han hecho historia en Pamplona. Los callos, los menudicos, el ajoarriero... y todo lo que es comida tradicional es la base de lo que ofrece el mítico establecimiento situado en la calle Lindachiquía 20 de la capital navarra, junto a la Plaza de San Nicolás.
Se trata de un local centenario abierto en 1908 como sidrería y alpargatería por la familia Pueyo, que ahora mantiene el estilo de casa de comidas tradicional. Su propietario es el sangüesino Javier Vinacua Armendáriz de 52 años "pero pamplonés de adopción, desde los 19 años en Pamplona". Vinacua también gestiona otro bar clásico de Pamplona, el bar Fitero de la calle Estafeta.
Javier ha trabajado siempre en la hostelería: "Pamplona me ha acogido siempre bien desde cuando abrimos el bar Le Mans en el barrio de San Juan con mi hermano, pero a mucha honra de Sangüesa".
Reinauguró el local el 1 de julio de 2019: "Conocía Casa Paco de toda la vida de venir a tomar algo. Caí por aquí y vi que estaba un poco viejo y me enteré que lo vendían. Me gustaba mucho este rincón y esta terraza. Me enamoré de este bar y aquí estoy. Fue una apuesta fuerte", asegura Javier Vinacua.
Al poco tiempo sufrió la pandemia y ahora ya ve la luz: "Ahora ya hemos salido de la pandemia gracias a Dios, pero a los hosteleros nos ha hecho mucho daño. Te das cuenta de que la vida es trabajar y trabajar... y lo más importante es la salud. No hemos cerrado gracias a esta terraza de la que yo me enamoré".
"Este rinconcito es lo que nos ha podido mantener, que todos los bares no tenían terraza. La pandemia ha sido un parón muy fuerte y ahora lo queremos es hacer mejor las cosas cada día...", afirma el dueño de Casa Paco.
El local es pequeño, pero lo han reformado con un estilo tradicional: "Hemos sacado las paredes de ladrillo y piedra, las vigas antiguas de madera que están muy bien y le hemos dado un aire nuevo dentro del local de toda la vida de Casa Paco. Las mesas de madera son las mismas desde el año 68 que las remodelé. No quise poner unas nuevas aunque eran más baratas. Son muy buenas de roble y han quedado preciosas", indica Javier Vinacua.
Y ahora a por los Sanfermines de 2022: "Ya era hora. Estamos los hosteleros un poco no asustados, porque ya sabemos lo que es esto, pero casi. Dos años de parón en San Fermín es un esfuerzo terrible. Veo que hay unas ganas terribles de fiesta. La calle bulle los fines de semana".
"Vemos que la gente lo va a dar todo este año. Hay muchísimas ganas de salir porque han estado dos años parados sin ambiente festivo. Hay unas ganas terribles, pero no hay que pasarse", asegura.
"El pamplonés de pro sale todos los días, pero se controla y hay otra gente que igual no. Queremos que no haya cosas feas, raras, que no haya agresiones ni peleas".
Desde el punto vista de la hostelería "San Fermín es un esfuerzo terrible porque tenemos que casi triplicar plantilla. Es nuestra paga extra. Tenemos la de julio, la de diciembre, y la de Sanfermines. Tenemos que estar ahí para hacerlo bien por imagen del local, por tus trabajadores y por imagen de la ciudad, algo que no es fácil con tanta demanda de gente", señala Javier Vinacua.
En cuanto al horario, es complicado al estar en el centro de la fiesta: "Cerramos después de las cenas y abrimos a las 8 de la mañana y los almuerzos son terribles, pero la mañana es más tranquila. Estamos en el cogollo y San Fermín es el casco viejo".
"Seguimos la dinámica de toda la vida de Casa Paco con algún toque más moderno de una casa de comidas. Bocadillos, ensaladas, rabo de toro, chilindrón, menudicos, callos, ajoarriero... verdura, pescado bueno, carne buena y los guisos que es nuestro fuerte", asegura el dueño de Casa Paco.
"Me han dicho que se ha anulado una mesa de diez para el 6 de julio y nos ha hecho un favor, a pesar nuestro, por la gran afluencia. Nos ha venido bien por la lista de espera. Pamplona está abarrotado el día 6. Los últimos días no hay tanta afluencia", afirma Javier Vinacua.
"Si yo tuviera una nave con dos mil personas para almorzar seguramente la llenaríamos porque la gente quiere almorzar aquí, a cincuenta metros del Ayuntamiento y de la Plaza del Castillo. La pega que tenemos es que es un local pequeño".
La historia de Casa Paco es muy bonita. "Es una familia, los Pueyo, que desde 1908 vendían sidra a granel y vinos a granel. Con los años pusieron una cocina económica y daban unas cazuelas o un bocadillo. Tuvo también una alpargatería que habría entonces muchas en Pamplona".
Empezó ahí el abuelo y luego ya pasó a ser casa de comidas hasta el 2016, si no me equivoco, que lo cogió un matrimonio que estuvo poco tiempo y luego entré yo. Es un local de mucha historia en pamplona. Un sitio tradicional donde la gente venía, ataba los animales en la puerta hacía los encargos y se quedaba a comer en aquellos años", señala Javier Vinacua.
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