Jesús Barcos Beorlegui ha pasado los últimos 55 años entre tijeras, máquinas y confidencias. Empezó en el barrio pamplonés de la Chantrea, con su padre y su hermano, cuando apenas era un chaval. Asunción Beloki Napal, su mujer, ha estado a su lado desde entonces, compartiendo un oficio que ha sido mucho más que un trabajo: una manera de vivir, de conocer a la gente, de formar parte del día a día de muchas familias de Pamplona.
Naturales de Burlada y vecinos de Azpilagaña desde hace 39 años, Jesús y Asun han decidido que ha llegado el momento de parar. “Nos da muchísima pena, pero no hay relevo familiar y llega un momento en el que hay que tomar la decisión”, comenta ella con serenidad, aunque se nota que cuesta. Él tiene 68 años y ella está a punto de cumplir 67. Sus dos hijos, Leonel y Iosu, de 41 y 39 años, eligieron otro camino: estudiaron Magisterio y se dedican a la enseñanza.
Este sábado 5 de julio cerrarán definitivamente la peluquería BB (de Barcos y Beloki), un local que abrieron juntos en 1981 en la calle Iturrama 36. “Fuimos los quintos en llegar al barrio”, recuerda Jesús, mientras repasa los nombres y apellidos de los clientes que han pasado por sus manos.
No son pocos. Algunos llevan con él desde la etapa de la Chantrea. Otros han venido desde lejos solo por confiar en su destreza. Ha cortado el pelo a cuatro generaciones de una misma familia. Y hasta a novios que llegaron a Pamplona desde San Diego en busca de su tijera.
El último día de trabajo será este viernes 4 de julio, pero no va a ser una despedida cualquiera. El sábado, en el mismo local, celebrarán una pequeña fiesta organizada por sus hijos. Familiares, amigos y clientes de toda la vida se reunirán para agradecer a Jesús y Asun estos 43 años de cercanía y profesionalidad.
“Aquí la gente viene como si fuera su casa. Eso es lo que hemos conseguido: tratar a los clientes como amigos”, explica Asun. La emoción ha sido compartida. “Nos dicen que no nos jubilemos, y terminamos todos llorando”.
El cierre duele también a quienes les han acompañado durante décadas. “Vengo desde Olatz desde hace 40 años porque son los mejores. Me da pena que lo dejen. Incluso me cortaron el pelo en casa cuando estuve enfermo. Desde Ochagavía también vienen aquí, y de más lejos”, cuenta un cliente habitual. La fidelidad no entiende de distancias.
Y tampoco de edades. Jesús se ha mantenido al día, con clientela joven que ha seguido confiando en su estilo a pesar de modas y globalizaciones. “Lo bueno de esta peluquería es que viene gente joven. Lo mismo estoy un sábado a las nueve de la noche trabajando”, dice entre risas. En sus propias palabras, este ha sido siempre un sitio donde todos tenían “nombre y apellido”.
En redes sociales han llovido los elogios: “Jesús es el mejor peluquero que conozco. Vivo en Madrid y voy a Pamplona a cortarme el pelo. Maneja las tijeras como un caballero la espada, o un jinete su caballo”, escribe un cliente fiel. Otro recuerda: “Hace 35 años encontré al peluquero que me tomaba el pelo con delicadeza. Cuando se jubile, tendré que dejarme melena. Mila esker, Asun y Jesús”.
Aunque cierran, no se desvinculan del todo del local. Lo han alquilado a una joven con experiencia que se pondrá al frente del negocio a partir del 1 de agosto. La peluquería tendrá, al menos, “una segunda vida”.
Hasta ahora, solían cerrar por San Fermín para irse de vacaciones. Este año también, pero será distinto. “Nos quedamos en casa, porque tenemos que hacer papeleo”, comenta Asun. Esta vez, los Sanfermines los vivirán sin prisas, sin horario de citas, con tiempo para el monte, la naturaleza y, sobre todo, para sus cinco nietos. Porque la vida, como el pelo, también necesita de vez en cuando un buen corte para empezar de nuevo.