10.00 de la mañana. Por segundo año consecutivo, Pamplona se blinda para evitar rebrotes y suspende los Sanfermines. Al ya inesperado incremento de los casos de Covid-19 de jóvenes provenientes de Salou, se ha suma un sirimiri que despeja por completo la Plaza del Castillo y sus alrededores y cancela hasta un tercio de las reservas en algunos restaurantes.
En un primer momento, se observan más periodistas y cuerpos policiales que asistentes, augurando una nueva jornada sanferminera poco festiva. Tampoco ha ayudado la nueva Orden Foral que adelanta a la 1.00 am el cierre de bares y discotecas, ya que fomenta la celebración de esta jornada en diversos pisos donde se juntan los más jóvenes sin ningún tipo de restricción.
Eneko del Valle de Lersundi, dueño de la cervecería Napargar, explica que, a pesar de que muchos cuentan con la vacuna y le han perdido miedo a la pandemia, las restricciones han sido mayores que el año pasado.
En cuanto al ambiente, reconoce no percibir grandes diferencias, ya que las condiciones no dan opción de "desmadrarse". "El 6 y 7 esperamos que sean tranquilos, y el resto tampoco vaticinamos mucha más actividad, creemos que se comportarán como cualquier sábado habitual", comenta destacando la diferencia de que servirán más almuerzos.
"Me parece muy ilógico que, sabiendo de dónde viene este rebrote, las primeras medidas tengan que comérselas los hosteleros. Deberían cortar de raíz el problema, pero no ser contradictorios y pagarlo con nosotros", señala indignado apuntando que en caso de incrementar los casos se verán aún más perjudicados.
Poco después, cuando el tiempo ha empezado a dar tregua, las terrazas han comenzado a llenarse y el rojo y blanco han pasado a ser el color dominante en las calles de la capital.
En el bar Río, que no ofrece almuerzo con reserva pero sí una gran variedad de pinchos en interior y exterior, no se han notado grandes diferencias en la concurrencia y demanda y han disfrutado de una mañana "de lo más normal".
"El tema de la noche es muy complejo. Si que es verdad que la gente que se mueve a esas horas es la que no está vacunada, pero confío en que de aquí a dos meses recuperaremos la vida normal. Eso sí, ahora es donde más peligro hay", explica Roberto Recasens, propietario de un local que se mantiene abierto hasta que las restricciones lo permiten.
En la Calle de la Estafeta, tampoco se ha percibido una gran afluencia de personas, saltando a la vista la concienciación existente en torno a la pandemia y las vacaciones de los universitarios. El Bodegón Sarria, con más de 60 años de historia, ha notado un ambiente mucho más frío por la obligación de cerrar la barra y sentar a la gente y la restricción del 60% de aforo en interiores.
"El año pasado el aforo fue menor, pero la barra estaba abierta y la gente podía estar de pie, por lo que había más movimiento e ingresos", reconoce contrariado el propietario Julián Galarza.
Respecto al ocio nocturno, a pesar de no afectarles en su horario, empatiza con las discotecas, a las que "han hecho puré". "Todo lo avanzado para atrás, vuelta a empezar en el juego", expone.
Este año, al igual que en el pasado, seguirán ofreciendo el almuerzo habitual, aunque lo harán en "petit comité" ante las malas cifras de contagios. "El miedo siempre está ahí, y las noticias que llegan son agónicas. Estamos con la soga al cuello, pero hay que tirar para adelante y vivir con ello", concluye el navarro.
Regresando a la Calle San Nicolás, y coincidiendo con esa hora en la que el estómago empieza a notar un vacío y reclama atención (11.15 am), las mesas del tradicional bar Otano empezaron a llenarse. "El ambiente está igual que el año pasado, aunque hemos dado veinte almuerzos respecto a los cuatro del año pasado. Eso sí, de veinte a los cientos que hemos llegado a servir en el pasado hay un mundo", desarrolla Miguel Ángel Asenjo, encargado del establecimiento.
"Si no llega a darse el aumento de casos, creo que tendríamos más ambiente", comenta previniendo que próximamente disminuirán el porcentaje permitido de aforo. El almuerzo, como es habitual , ofrece el plato típico de huevos con jamón, patatas, lomo, pimiento y tomate. Además, oferta también un suculento Rabo de toro estofado.
"Visto lo visto, y observando a la chavalería, está todo muy complicado. Siempre que salgo del bar y me asomo a la escalerita alucino, pero he de reconocer que yo hubiese hecho lo mismo", concluye augurando unos próximos días de muchas sorpresas en lo que a contagios se refiere.
Siguiendo los pasos de esta calle, La Mandara de la Ramos, que siempre trata de adaptarse a la demanda de sus comensales, tampoco ha vivido una mañana inolvidable. "Lo único que ha cambiado hoy es que hemos ofrecido algún almuerzo más y hemos subido ligeramente el precio del menú para estos dos días", expresa Caridad, camarera del local.
"No es cosa de los bares. No somos nosotros quienes nos montamos la película, es que no hay Sanfermines, aunque haya gente que no lo entienda o su lado emocional supere al racional", reconoce afligida. Este año han servido cuarenta almuerzos, muchos más que los dos del año pasado pero menos que los 150 que acostumbran a preparar.
De su clientela habitual estos días, cree que habrán aparecido en torno a dos o tres cuadrillas de, como mucho, ocho personas. Respecto a las medidas de ocio nocturno decretadas por el gobierno, repregunta: "¿Qué opinas tú de la juventud? Seguro que con esa edad estaría en Salou, porque también me ha gustado salir, pero me jode por el negocio. Eso sí, reconozco que es duro", concluye.
La cafetería Elizalde, recién ganadora del concurso a mejor tortilla de Navarra por segunda vez que ha reforzado su plantilla, se ha topado con un día "de lo más descansado", superando a cualquier jornada corriente.
"No sé si por el miedo a los controles o los rebrotes, pero se nota más tranquilidad que nunca y la gente prefiere quedarse en sus barrios y casas. Eso sí, no me esperaba mucho más ya que el año pasado tampoco fue una cosa exagerada", comenta Jorge Elizalde, propietario gerente, cuantificando un menor número de jóvenes rojiblancos.
Por último, recalca la hipocresía de las nuevas medidas decretadas: "Es increíble, una vez más. Al final lo más fácil es atacar a la hostelería, ya que no estamos unidos. Pero estos no son los únicos lugares en los que se contagia. Han cogido esta dinámica y, sinceramente, me parece una desfachatez más dentro de un listado inacabable de absurdos y sinsentidos", concluye hastiado.
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